Mi amiga Fátima es una mujer culta que ha obtenido un grado académico en literatura francesa en una época en la que algunos padres estaban en contra que sus hijas completaran su enseñanza primaria. Fátima fue atraida por la literatura francesa y estudió la literatura de los filósofos de la Ilustración y se metió en eso. Ella creyó que la gente no tenía ninguna otra opción que liberarse de la opresión y la injusticia y no podían alcanzar esto sin antes liberarse ellos mismos de las ataduras sociales e intelectuales. Cuando se habla con Fátima uno se asombrado con la cantidad de información que ella ha recopilado sobre Jean-Jacques Rousseau, Voltaire, Lamartine, Baudrillard y Molière.
Un día Fátima me vio con un vestido a la altura de la rodilla. Me miró con sorpresa y me preguntó si mi marido me permitía usar un vestido así. ¿Por qué Fatima me hacía esta pregunta? Como individuo, Fátima ha entregado su libertad y dado el mando a su marido para que le permita o prohiba de llevar vestidos, peinados o hacer amistades como ella escogió. Cuando ella hizo esto, ella no comprendió que estas eran preferencias personales que la afectaban a ella sola. En su opinión, entregando sus derechos y permitiendo a su marido que interfiriera en sus asuntos privados es algo obvio y no necesita ninguna discusión. Luego de entregar sus derechos, ella se ha otorgado si misma la autoridad para restringir la libertad de otros – y ella también se ve responsable ‘de protegerte’ de tu propia libertad personal.
¿Cuáles eran las posibles respuestas que Fátima esperaba de mí? Pienso que la gente de su composición intelectual podría esperar una respuesta de esta clase: «¿Crees que mi vestido es corto?» o quizás algo como: «Sí, mi marido me permite llevar este vestido. Es algo que no lo molesta.» En casos extremos, mi respuesta podría ser: «En realidad, mi marido no me lo permite, pero hago lo que se me place.» ¡¡Pobre Fátima!! Lo que ella oyó de mí fue una respuesta que la impresionó pues no lo esperaba – a pesar de ser honesta y espontánea. Con toda inocencia y sin abrigar una intención oculta le solté: ¿»Y qué tiene que ver mi marido con esto? ¿Es él quien llevará el vestido o yo?» Hay mucha gente como Fátima, quienes después de todo son solamente navíos llenos de información y valores con los que no están calificados para interactuar positivamente. ¿Cómo gente como Fátima sera capáz de comprender el contenido de tales ideas?
Cuando una persona cree en su propia libertad personal, no tiene que dar excusas a otros en asuntos que sólo le conciernen a él. Lo que nos impide ser libres es que nos ponemos grilletes con las cadenas de las ilusiones que creamos. Tales pensamientos se apegan a nosotros y no somos capaces de deshacernos de ellos. Nos imaginamos escenarios en los cuales otros cuestionan nuestras prácticas y nuestras ideas. ‘Los otros’ en este caso son por lo general la gente que tiene una autoridad moral sobre nosotros – y llevan esta autoridad no en términos reales. Uno a veces se pregunta: ¿»Qué si a tal y a tal – no les gusta lo que hice?.» En la mayoría de los casos ‘los otros’ son por lo general uno de los padres o compañeros (el marido o la esposa) y esto es algo calmante. Pero es peor cuando esta pregunta concierne a su amigo, o el vecino, o su jefe en el trabajo o simplemente un colega en el trabajo o la escuela.
Si usted es incapaz de exigir su libertad personal en la vida diaria, incluso en cosas que puedan parecer tontas, usted no será capaz de exigir la libertad para otros o desarrollar las bases para una sociedad civil o poner los fundamentos para alcanzar una democracia. Su libertad personal puede estar abierta para la discusión todos los días con uno de sus padres, o un pariente, o su compañero, o uno de sus hijos, con su colega en el trabajo, con un vecino o incluso con el vendedor de pescado – pero si usted no es capaz de protegerla, no le inportará cualquier otra cosa que le pase.