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Etíopes expatriados se reflejan en sonidos y aromas de su hogar

Categorías: África Subsahariana, Etiopía, Arte y cultura, Etnicidad y raza, Migración e inmigración, Viajes

Los lazos que unen a los etíopes expatriados con su país de origen dominaron la blogósfera etíope durante las últimas semanas.

Etíopes radicados en los EEUU, Europa y Asia publicaron una serie de post muy emocionales que exploraban su niñez, la comida local, la música y un tema aún más amplio: la identidad nacional.

Tobian comenzó reflexionando sobre The Namesake [1] (el Tocayo), una película acerca de un hijo de inmigrantes indios nacido en Norteamérica; y encontró muchos paralelismos con su propia experiencia en los EEUU que expuso en el post Namesake [2]:

A veces siento que tengo múltiples personalidades. Una con los norteamericanos, otra con los inmigrantes en EEUU y finalmente mi personalidad con los etíopes; esta última es la que más se parece a mi yo real. No estoy ni engañando ni fabricando, sólo reconozco mis limitaciones al interactuar con estos distintos grupos, lo cual me parece bien. Sin embargo, algunas veces me doy cuenta que mis interacciones casi parecen hechas con esfuerzo, como si tuviera que monitorear activamente mis límites, estoy muy consciente de aquéllo que encaja en sus visiones del mundo y de aquéllo que no.

Yemi, que escribe el blog Don’t eat my Buchela (No te comas a mi Buchela) es una mujer etíope que vive con su familia en China; y describe sus esfuerzos para introducir a su bebé a la música tradicional etíope en My Son, My Ethiopian Music, Myself [3]: (Mi hijo, mi música, yo)

La música tradicional etíope es un gusto adquirido.

Si no creciste con ella, la primera vez que la escuchas no vas a decir «¡Guau! ¡Debo conseguirla!»

Con eso en mi mente, entré en la misión de asegurarme que Buchela adquiera el gusto por la música etíope a través de sesiones diarias de lavado de cerebro vía YouTube.

A él le encanta sentarse en mi regazo y ver a los cantantes y bailarines en mi computadora.

Hoy estoy poniendo nuestra favorita por el momento: “Alem Alemye”. Hay días en los que esta canción me hace un nudo en el estómago.

Bernos, otro etíope en EEUU habló acerca de su profundo vínculo con los sonidos del Washint, una flauta de madera tradicional, en A Washint Melody! [4]:

Amo el Washint porque me hace recordar las tierras verdes, montañosas y llenas de pasto del suroeste de Etiopía… El (zema) del washint es algo que siempre he asociado con las tierras altas de Etiopía, es un sonido místico y lleno de tranquilidad. Me da una gran sensación de calma; me recuerda al día de los patriotas. Ahora que lo pienso, creo que debo haberlo asociado de algún modo como la música de fondo de esos viejos documentales [5]que ví en la televisión etíope.

Bernos también describe un conmovedor encuentro con un compatriota que trabaja en el aeropuerto de Zurich en A friend anywhere [6] (Un amigo en cualquier lugar):

El era muy dulce. Estaba tan feliz y orgulloso de ver a otro etíope. Me habló de su esposa y sus hijos, que planeaba mudarse definitivamente a Addís, que solía ser corredor, de la vida en Suiza y de la comunidad etíope allí. Luego de un rato me dijo que debía volver al trabajo, así que me dejó para que terminara mi café y me indicó dónde podía usar Internet. Estuve sentado allí por un rato pensando en la bondad de nuestra gente y nuestra cultura. Son muchas las veces en las que noto cómo mi cultura más que ser parte, conflictúa mi estilo de vida.

La Enciclopedia etíope completa este círculo describiendo el sentimiento que trae volver a Etiopía desde los EEUU en Good Morning Addis! [7] (Buenos Días Addis):

Finalmente estoy aquí. ¡Buenos días Gunfo! ¡Buenos días Addis Abeba! ¡Buenos días al mejor café del mundo! ¡Buenos días al más grande pan horneado del mundo!

¡Ahhhhhh! Finalmente puedo exhalar y mi aliento se puede mezclar con el aire de Addis Abeba. Tomar la decisión de mudarme aquí por una educación personal informal, la escuela (una maestría de estudios etíopes en AAU) y trabajar, fue toda una lucha. El proceso de convencer a mi familia (que fue de dos años) que el riesgo (de ser robado en Merkato, morir de malaria, recibir una educación deficiente, y de que un león me coma la cabeza, etc…) valía la pena, agotó mi entusiasmo por venir. Estaba cayendo en la indiferencia. No fue sino hasta que tomé el vuelo a Etiopía que mi espíritu se renovó.

Escrito por Andrew Heavens [8].