- Global Voices en Español - https://es.globalvoices.org -

Jordania: Dinero político y elecciones

Categorías: Medio Oriente y Norte de África, Jordania, Economía y negocios, Elecciones, Ideas, Política

El blogger jordano Batir Wardam plantea en esta entrada su escepticismo acerca del progreso democrático de Jordania. ¿Está el dinero político alimentando la campaña parlamentaria de su país… o es sólo dinero?

Wardam explica:

Si hubiera un concurso anual para la mejor fotografía del periodismo jordano, lo habría ganado seguramente la fotografía publicada en el periódico Al Doustor el lunes, que mostraba a unos cuantos candidatos afanándose y compitiendo para obtener la candidatura número 1 por Irbid [1]. Se trata de una fotografía que simboliza la imagen real de ‘la boda del año 2008 de las elecciones democráticas de Jordania’. Es una carrera individual para ganar la mejor herramienta para la exhibición pública en campañas electorales. El candidato más listo es el que empezó a trabajar el sábado por la noche y ocupó todos los semáforos, postes eléctricos, puentes, túneles e incluso los árboles de las principales calles -antes de tener el visto bueno para participar en las elecciones. El más rápido es el que hizo cola desde la noche esperando que se abrieran las puertas y tener el número 1, tal como las chapas con pequeños dígitos otorgan a sus propietarios un aura social y estatus, por las que vale la pena estar despierto de noche, trabajar duro y gastar dinero.

Ya he escrito anteriormente sobre el fenómeno del “dinero político” en elecciones, como lo han hecho otros colegas, pero querría disculparme por un error que cometí. Lo que vemos ahora en el arranque de la campaña electoral no es dinero político sino solamente dinero que se está gastando con exceso y que mueve un amplio número de sectores de la economía jordana, especialmente las compañías de publicidad y diseño y la industria de la alimentación, que no tienen nada que ver con la política. Es dinero que no está relacionado con ideologías políticas o programas pero está vinculado a las ambiciones individuales por ganar escaños y todos los beneficios que eso comporta. Muy pocos se presentan por motivos políticos.

Muy bien, quizá el problema tenga que ver conmigo personalmente ya que no quiero ser injusto con los candidatos o con la sociedad. Procedo de una generación cuya concientización política empezó en la Universidad, durante el periodo de apertura política de finales de los 90s. Participamos activamente en las elecciones de 1989; creímos en la democracia en 1993; nuestras esperanzas fueron truncadas primero en 1997 y vimos una merma en la calidad de la labor política en 2003. No obstante, es solo ahora en el 2007 que siento que no pertenezco a este mundo que afrontamos en la calle y en los periódicos –de nombres y eslóganes electorales.

En el mundo al que pertenezco, compuesto por mi familia, mi trabajo profesional, la prensa, la cultura, las instituciones civiles, académicas y educativas, no he visto la mayoría de rostros que llenaron ayer por la mañana las calles. No sé nada del mundo de los negocios, la inmobiliaria, contratas y construcciones, restaurantes y otras actividades económicas, y por esa razón no fui capaz de distinguir entre los candidatos que vemos en cada cruce, árbol, semáforo y cartel. Pude reconocer a ex diputados que no quieren renunciar a sus asientos a pesar de que no hayan logrado nada. Pude reconocer a los hijos de funcionarios y ex diputados que quieren mantener sus escaños hereditarios. Vi también a los líderes tribales, a los cuales respeto mucho pero cuyo sitio no está en el Parlamento. Busqué en vano a un político propuesto, un intelectual político, un experto económico, un abogado conocido, un profesor universitario o a un activista de derechos humanos o democrático, hasta que se me agotaron la paciencia y el combustible del coche. No sé a quien votar en mi distrito y no creo que sea capaz de tomar una decisión precipitada. Quizá me quede en casa y me abstenga de practicar mi derecho constitucional a votar. Me siento como si fuera un extraño a todo lo que está pasando y todo el conocimiento que he acumulado sobre este país no está siendo representado en las elecciones. Así como declaro que puedo distinguir a mucha gente capaz de contribuir positivamente hacia el desarrollo de Jordania, me deprime que avancemos hacia un parlamento único, compuesto por dinero pero no competencia.

Alguien podría decirme: es hora de que despiertes y des la bienvenida a la nueva Jordania. A nadie le importa el servicio público o la cultura, la intelectualidad, los programas políticos y una economía coherente y productiva, y todo hacia lo que nos movemos es a un periodo de transición hacia la supremacía del dinero y el mercado en todas las decisiones. Es el dinero lo que da méritos a los candidatos y convence al electorado para votar por quien sea que tenga más dinero y sea capaz de otorgarles más regalos. Esta es la temporada del intercambio de intereses, ya que los votos serán a cambio de intereses monetarios y todos esos candidatos cuyas fotografías vemos hoy y que están calentando motores no serán vistos después de las elecciones cuando solo oigamos de ellos a través de la prensa. Es una oportunidad en la que tendremos que invertir. ¿Hemos llegado a una situación en la que el dinero es el factor controlador? Hemos invertido mucho tiempo discutiendo la ley electoral y la injusticia de tener un sistema con una voz y el desmantelamiento del proceso político. También debatimos con muchas reservas la manera injusta por la que se distribuyen los votos entre las ciudades y las gobernaciones. ¿Donde está la conciencia política que imaginamos se encontraba en las ciudades?

Pero, ¿hay alguna manera de salir de esta realidad? ¿Cuál es la posibilidad de que haya una “masa crítica” en la sociedad que sea capaz de rebelarse contra el dinero y su reclamo y contra las lealtades familiares y contribuir al cambio? Por ahora, me siento deprimido pero es ilógico culpar al gobierno solamente por redactar una ley electoral que sólo da la oportunidad a los que tienen dinero e influencia. Está en manos de los mismos electores votar sin presiones del gobierno (¡excepto en casos especiales!). Eso significa que si los que tienen dinero e influencia ganan, la culpa no puede recaer en el gobierno sino en los votantes.

En la pirámide de Maslow [2] de las necesidades humanas, la base está compuesta por las necesidades básicas para sobrevivir, especialmente las económicas, y acaba con las intelectuales, culturales, políticas y los valores. En la sociedad, la misma fórmula es aplicable. Tras 18 años de reformas democráticas, las necesidades económicas inmediatas de la sociedad dan preferencia a los candidatos con dinero e influencia familiar y aplasta el cambio de candidatos políticos, excepto los islamistas, que cuentan con el apoyo de los sentimientos religiosos.

Escrito por Amira Al Hussaini [3].