Marruecos: Viendo estrellas en Marrakesh

Nota del Editor: Este artículo se publicó originalmente en diciembre del 2007.

Ha sido una semana llena de estrellas en la blogósfera francófona marroquí, donde famosas figuras internacionales fueron el principal tema de discusión. Varios bloggers han escrito sobre las incidencias de la sétima edición del Festival Internacional de Películas de Marrakesh, sobre todo en la recepción del director norteamericano Martin Scorsese y algunas famosas estrellas de cine egipcio.

Scorsese, un querido cineasta norteamericano para muchos cinéfilos en todo el mundo, mostró interés en descubrir y promocionar la conciencia de la cultura marroquí en el extranjero desde los días de Nass al Ghiwane y la filmación de su película de 1988 La última tentación de Cristo en varias locaciones en todo Marruecos.

Le Baroude, blogger marroquí y asistente al festival nos ofrece una vista de la recepción a Scorsese y sus propias impresiones generales sobre el festival, incluyendo la imperdible «Lecciones de cine» de Scorsese:

De ninguna manera podía perderme la «Lección de cine» dada por Martin Scorcese el sábado, y que quedará probablemente como uno de los mejores momentos de la historia de los festivales de Marrakesh.

Escuchar a Scorsese comentar las secuencias tituladas de sus películas es una experiencia fascinante. Este hombre respira el genio y exhala un carisma impresionante. Dicho esto, estamos tan boquiabiertos de ver al maestro en carne y hueso (es Scorcese, m…) que lo hubiéramos llamado genio aunque se hubiera conformado con darnos la receta de tiramisú de su mamá. Sin embargo, Scorsese estuvo verdaderamente brillante y cautivante. Se dice que los festivales de cine existen para permitir que este tipo de momentos vean la luz del día.

Esta sétima edición marca un nuevo salto cualitativo para el festival: la organización está más controlada, la programación más interesante, a los artistas marroquíes se les trata con más consideración, etc. El festival gana en madurez. Es menos el Festival del turismo marroquí y más el Festival de Cine.

El blogger R. Naim también mencionó esta lección y escribió acerca de las conexiones personales de Scorsese con Marruecos:

En cuanto a su particular relación con el Reino de Marruecos, el realizador norteamericano estima que ha estado ligado incluso antes de filmar La última tentación de Cristo. Una conexión profunda pues, a través de su cámara, Marruecos se transforma en el Tíbet en Kundun (otra película de Scorsese). Algo un poco extraño, pero tal vez accidental: estas dos producciones filmadas en Marruecos son las únicas dos obras consideradas espirituales por Scorsese. Esta impresión se refuerza por su amor a la música de Nass El Ghiwane, que descubrió en Al Hal. Una música que finalmente utilizó, como acompañamiento sonoro, en La última tentación de Cristo.

La lección de cine de Martin Scorsese en Marrakesh fue, pues, única pero seguramente, pretende influir en generaciones de futuros cineastas marroquíes, presentes en la sala ese día.

La película egipcia recibió grandes elogios cuando el Festival de Cince de Marrakesh celebró cien años de cine egipcio: el profesor universitario y blogger R. Naim comienza su post sobre el tema con una lección sobre el aprendizaje de un segundo idioma en Marruecos:

¿Cuál es la segunda lengua que hablan los marroquíes? Francés, falso. ¿Inglés? Otra vez falso. ¡La respuesta correcta es el dialecto egipcio! Esta realidad lingüística, más que nada anécdotica, está ahí para ilustrarnos un hecho innegable: los marroquíes adoran el cine egipcio, conocen las películas y los actores del Nilo. Incluso puede recitar de memoria las líneas de algunas escenas de culto. Los espectadores recuerdan, evidentemente, populares películas de Adel Imam y de Faten Hamama. Los más cinéfilos de entre ellos citan con entusiasmo las películas de Youssef Chahine, Salah Abou Seif e incluso de Shadi Abdessalam.
Esta historia de amor vio su apoteosis ayer en el Palacio del Congreso con ocasión del homenaje que rindió el Festival Internacional de Cine de Marrakesh al cine egipcio que celebra su centésimo aniversario. En efecto, 1907 constituye la fecha de la primera película enteramente egipcia, un  documental corto que muestra la visita de Khedive Abbas Hilmi II a Alejandría. Un siglo más tarde, la familia del cine marroquí acoge con gran pompa a las estrellas del sétimo arte egipcio y los invita a desfilar sobre la alfombra roja en Marrakesh: Nour Al-Sharif, Ezzat Elalayli, Youssra, Boussi, Lebleba, Ahmed Rateb, Elham Shaheen, Waheed Hamed… ¡Qué bello mundo!
La ternura y la emoción eran perceptibles en los que aplaudían, pero igualmente en los que eran aplaudidos. Las estrellas egipcias, impresionadas por el recibimiento, podían sentir y tocar el amor del público que reinaba en el Palacio del Congreso. Los espectadores marroquíes, ellos, estaban en la gloria. Finalmente podían contemplar, en carne y hueso, a los héroes y heroínas que han nutrido y continúan nutriendo su imaginación.

En otro post, Le Baroude nos da el punto de vista desde adentro en algunos aspectos tras bambalinas del festival. Escribió sobre la cacería de las codiciadas invitaciones codificadas con colores que daban acceso a los niveles VIP más altos en el festival, y las profundidades en las que algunas personas se sumergirían para obtenerlas.

Antes de la inauguración del festival, al Santo Grial se le llama «acreditación». En la jerga de los festivales, las acreditaciones designan a esos pedacitos de plástico que portamos orgullosamente alrededor del cuello, y que nos da acceso al palacio del festival.
Pero atención, no todas las acreditaciones tienen valor, y el color de la tuya indica tu rango en la jerarquía festivalera. En Marrakech, es amarilla para la prensa, gris para los técnicos, azul para los profesionales, violeta para los oficiales (clase alta), blanco para los «invitados»… esta última especie de acreditación otorga derecho sobre todo a ser discreto y a hablar educadamente con los miles de agentes de seguridad que rodean el Palacio del Congreso.

Pero cualquiera sea el color del pedacito de plástico que se balancea en nuestro cuello, numerosas puertas seguirán cerradas frente a nosotros sin la piedra filosofal: la tarjeta de invitación con la estrella del festival en alto relieve, que te ordena usar terno oscuro y corbata, y te solicita que honres con tu presencia tal o cual evento.

Algunas personas no retroceden frente a ninguna bajeza para conseguir uno de esos preciosos cartones. Los vemos, como a penitentes mexicanos, ponerse de rodillas delante del palacio del congreso, con el pelo hirsuto y la cara cubierta de cenizas, colgando de los faldones de algún miembro de la organización. Estos últimos, cansados por el estrés acumulado desde el inicio del festival, compadecidos ante una demostración tan penosa, a veces dejan caer una invitación a cualquier evento a la intención del penitente, con una mezcla de compasión y desdén en los ojos que debe haber tenido el Califa Haroun Errachid cuando arrojaba piezas de plata a la masa de Bagdad.

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