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Burkina Faso: ¿Hogar de bolsas negras, baobabs y niños lindos?

Categorías: África Subsahariana, Burkina Faso, Alimento, Ambiente, Cine, Desarrollo, Economía y negocios, Educación, Juventud, Lenguaje, Literatura, Mujer y género, Salud, Viajes

Publicado originalmente en marzo del 2008 

Comencemos con algo de temas antiguos. De Stephen Davis de Voice in the Desert [1] (voz en el desierto): su libro Sophie y el Camello Albino está listo para la preselección de candidatos de libros de menos de 150 páginas de los cortos de Norfolk [2]. (Para reseñas de Sophie y el camello albino, ver acá [3].) Ya que los resultados recién se tendrán el 16 de abril, expuso por qué le encanta escribir ficción breve:

1) Novella suena mejor que novela.
2) Mi estilo de escritura ha estado siempre en el lado inclinado/cincelado y de trabalenguas.
3) Se puede escribir un libro breve en menos de un mes.

Hablando de reseñas literarias, Jill de Jill and Markus in Burkina Faso [4], reseña Nueve colinas a Nambonkaha de Sarah Erdman, una ex voluntaria de los Cuerpos de Paz que escribió acerca de su experiencia de vivir en la vecina Costa de Marfil. La versión corta empieza así: “Es científicamente imposible tener una experiencia tan positiva en los Cuerpos de Paz”.

Acá está una más larga, no la versión de la contratapa:

Dejé este libro en mi repisa coleccionando toneladas de polvo rojo antes de soplarlo y abrirlo porque pensé que sería una agradable delicia al final de mi servicio. Ya que está escrito por un RPCV, esperaba que fuera equilibrado, con menos descripciones de adorables niños negros y más discusiones prácticas sobre cosas que necesitan mejorarse. Erdman habla de muchos problemas comunes en África, como hombres que tienen novias además de su esposa o esposas y gente en el poder que roba dinero. Pero esas críticas empequeñecen con descripciones de danzas en las ceremonias y más niños lindos. Estoy segura de que ha minimizado lo negativo para no dejar una mala impresión de su amada aldea. Si yo escribiera un libro sobre mi experiencia, probablemente haría lo mismo. Adoro Titao. Me recarga. Pero también mencionaría lo malo, Como las bolsas negras que cubren todo el piso, y que para mí son más «africanas» que los baobabs y los niños lindos.

Esto trae a colación ese cierto dilema para toda clase de extranjeros: ¿cómo escribir honestamente para capturar a la verdadera Burkina Faso? Regla número uno: no puedes confiar en el cliché: «tierra de contrastes». Regla número dos: ya han usado el título “Sueños de malaria [5]”. Como un África retratada en los periódicos occidentales, ¿qué tan correcto es depender solamente en las estadísticas, como la abismal posición [6] de Burkina Faso en el Índice de Desarrollo Humano del 2008?  

Por supuesto, Burkina Faso cobra vida cuando hablas un idioma local. Acá un buen ejemplo de Will Mitchell [7].

Un viaje reciente entre mi lugar y Bobo, un agradable paseo de 70 km en un estrecho camino de arbustos, resumió las diferentes versiones de vida que existen en este país. En el arbusto, un viejo con una sucia bata me saludó y me preguntó a dónde iba. Suspiró al oír que a Bobo, como decepcionado de mi predecible respuesta. Ala k'i nyuman don, dijo, que Dios refresque tu llegada. Es algo poético para decirle a un extraño, ¿no es cierto? Más tarde al entrar a Bobo vi las multitudes, vestidas con sucios harapos de trabajos o peinándose para pasar el rato o hablando por celulares, la gruesa niebla de cansancio y bulla, niños que mendigan y mujeres indiferentes que manejan motos, bienes importados de toda descripción para vender, buena y mala comida, todos apurados, me sentí abrumado por la diferencia que existe entre la vida del viejo no tan lejos de la experiencia urbana que sus nietos probablemente están viviendo. Era una zona de transición, donde en vez de plantaciones de mijo me deslicé a través de desperdicios cubiertos con bolsas plásticas, después las polvorientas barriadas en el límite de la ciudad, mujeres haciendo equilibrio con cargas de leña ilegal y que deben de haber recorrido un largo camino para encontrar. Me pregunto cuántas generaciones tienen que vivir en la transición antes que consigan el sueño burquinés – una moto y un celular para cada hombre, gas y agua potable para cada mujer.

Burkina Mom [8] (mamá de Burkina) ha pasado los últimos años recopilando un millón de tales momentos de transición en su cálida honestidad. Acá uno que tuvo lugar en el frente de su casa, en un lindo barrio elegante, cuando salió y encontró a sus vigilantes hablando con un tuáreg que iba sentado en su camello.

Y al menos unas cuantas veces cada mes, tenemos a un miembro de una tribu tuáreg que pasa por acá. Vienen del norte de Burkina, Mali o Níger. Están acá para vender cosas que han hecho y para ver la vida en la gran ciudad. Y cuando se les empieza a acabar el dinero, por lo general pueden recoger monedas en las áreas residenciales, donde los padres pagan unos cuantos centavos para que sus hijos monten camello por un momento.

Este hombre no hablaba mucho francés ni mooré, pero entendimos que había venido desde Gorom Gorom. Le di un poco de dinero y le pedí que moviera el camello, para que yo pudiera hacer un recado hoy.

El género es otro tema complicado. Al pasar el rato o hacer deporte con compañeros de trabajo, Christina in Burkina [9] obtiene un poquito más de información que la que había negociado.

El volleyball en la aldea sigue… ¡y jugamos casi cada noche! Es TAN divertido y estoy agradecida por haber empezado este grupo. Desafortunamente no hay mujeres salvo yo. Al principio una funcionaria/profesora se nos unió – tenía tiempo de jugar porque una prima vive con ella y la ayuda a cuidar a su hijo y a cocinar. Pero Valerie decidió darse por vencida porque no era buena y no estaba en buena forma. A pesar del hecho que las mujeres acá llevan vidas exigentes, no tienen el hábito de hacer deporte. Si una mujer no ha tenido una cantidad decente de años de colegio, nunca hubiera jugado ningún juego organizado. Aún cuando los hombres y yo jugamos volleyball en las noches, las mujeres están en casa preparándose para cocinar. Los hombres han dicho, si sus esposas comenzaran a venir tendrían que pegarles por no estar en la casa para cocinar. ¿Es esto levemente exagerado? Tal vez. Como sea, las mujeres que podrían tener el tiempo de jugar, como mi amiga profesora, por lo general están pasadas de peso porque acá ser grande significa que eres “saludable”, te va “bien” y “cómoda” en tu vida.

La edad también viene cargada de cosas. Valentine de My So-Called Life in Africa [10] (mi denominada vida en África) se encuentra atrapada entre dos mundos en un bar con su madre no lejos de casa en Uagadugú. De un lado, parados en un escenario, había un grupo de profesores de mediana edad de su colegio tocando rock ‘n’ roll mientras que detrás estaba un grupo de compañeros de estudios.

Le di una mirada a la banda – parecía que estaban diviertiéndose. Actuaban como un grupo de adolescentes en una banda rock.
Si
, pensé, un montón de calvos, arrugados adolescentes.

Después me percaté de un grupo de verdaderos adolescentes de mi colegio, tal vez tres años mayores que yo. Estaban viendo, algunos de ellos con una mirada divertida y otros con puro aburrimiento. Recién ahí me di cuenta de que la situación era retorcida: esos muchachos debían estar tocando en la banda de rock. Deberían ser los bailarines en la tarima. Y lods adultos deberían ser el grupo confundido y aburrido sentado en una mesa.

La mayoría de los extranjeros, incluso escritores, a la larga entienden que nunca serán parte de la sociedad burquinesa. Para empezar, hay demasiadas diferencias. El elefante parado en medio de todo esto, por supuesto, es la economía – un tema extremadamente difícil de transcender. Un post de Marcus en Jill and Marcus in Burkina Faso [11] resume estas diferencias.

Después de vivir en un lugar por dos años, quieres sentirte cómodo y que eres aceptado como un igual y no visto solamente como una billetera con piernas. Pero nunca lo serás. Todo lo que quiero es estar en una  cultura donde sea normal de nuevo. Vine acá con ganas de tomar cerveza de mijo, comer tô y conocer a los burquineses. Ahora, todo lo que quiero es una cerveza Anchor Steam, un poco de Taco Bell y mezclarme.

De Becca Faso [12]

En Burkina, al menos en las aldeas, la riqueza de un hombre se mide por la cantidad de su ganado y sus esposas.
“¡El señor Sawadogo tiene cinco esposas y 15 cabezas de ganado!”
“¡¡Dang!!”
Como soy de Arkansas no es un concepto tan extraño para mí. Les contaré una conversación que tuve con un estudiante – conversación que tuve hace casi una semana:

“Serñora, ¿me llevaría a Estados Unidos?!”
“Claro. Puede quedarse con mis padres hasta que aprenda inglés. Pero es caro y no voy a comprarle el pasaje.”
“Está bien señora. ¡Yo tengo diez vacas!!”
“¡¿10 vacas?! ¡Por qué no lo dijo antes!”

Sin embargo, para Josh de Burkina What? [13] (Burkina ¿qué?), a pesar de las diferencias que pueda haber, son las relaciones personales las que duran para siempre. Cuando un buen amigo estuvo necesitado porque su esposa estaba enferma y necesitaba atención médica, fue la amistad de Josh (y su dinero) quien llegó al rescate… por el momento.

¿Valen la pena los Cuerpos de Paz? Ese regalo para mi padre anfitrión podría llamarse lo que, para muchos trabajadores de construcción, es una mala palabra: insostenible. Es una oportunidad única que, ojalá, ayude a una familia a que evite una posible crisis esta vez. Pero ese dinero no fue lo que hizo asombroso al día de hoy. Hoy fue asombroso porque compartí un momento que nunca olvidaré con un frágil burquinés de 60 años que me llama hijo y a quien llamo padre. Fue increíble porque me sentí atrapado en un rápido vistazo de una pequeña parte del plan de Dios, y me sobrecogió. Supe que mis dos años en África tendrían un efecto en mí. Nunca hubiera imaginado que un simple momento me tocaría de esa manera tan poderosa.

Puedo terminar con algo como «es mejor salir de tu zona segura”. Pero eso sería como mezquino, ¿no es cierto? Charlie de Blooming Desert [14] (desierto en flor) aprende mucho a través de un club de bordado que ella misma inició.

Hasta ahora, tengo seis estudiantes de diferentes niveles de capacidad, a pesar que la mayoría nunca ha cosido nada antes..

Ha sido una grandiosa manera de hacer amigos y de mejorar el idioma – ahora conozco muchas frases útiles como ‘manténlo apretado, ‘tienen que ser todos iguales’ y ‘está flojo’. Espero no tener que decir muchas veces ‘está flojo’ porque sería bueno tener algún producto comercializable pronto. A la estación calurosa también se le conoce acá como la estación de hambre, por espero poder darles medios de generar ingresos para ayudarles a pasarla. Por ahora, las mujeres disfrutan y cada semana son más las que piden aprender. Es un comienzo alentador.

Publicado por John Liebhardt [15]