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En Francia y Sudán, burqas y pantalones causan controversia

Categorías: África Subsahariana, Europa Occidental, Francia, Sudán, Derechos humanos, Libertad de expresión, Mujer y género, Política, Religión

¿El presidente francés Nicolas Sarkozy volvió a poner un gato en el palomar [1], tal como es aficionado a hacer cada vez que la atención del país se centra en incómodos temas económicos o sociales, o se queda dormido durante las lentas semanas de las vacaciones de verano?

Unas cuantas semanas después de declarar, en mitad de su solemne discursos al Congreso Francés de parlamentarios y senadores, que «la burqa no es bienvenida en el territorio de la República Francesa» [2], un grupo de parlamentarios de la mayoría y la oposición formó un «panel de información», para trazar un inventario de la situación, con un plazo de seis meses para entregar su informe. Mientras tanto, inteligencia de la policía contó 367 mujeres que usaban burqa en Francia, una exactitud que ha dejado a algunos escépticos [3] y a otros riendo por lo bajo [4].

Parece que los sentimientos se empiezan a calentar [5] como pasó con la prohibición del pañuelo para la cabeza (hiyab) en los colegios en 2004. Los medios franceses y la blogósfera están ocupados otra vez, tanto más cuando algunos trazan un paralelo entre la aparente intención de Francia de prohibir la burqa, y el flagelamiento y juicio pendiente de varias mujeres sudanesas, entre ellas una periodista y trabajadora de las Naciones Unidas, por usar pantalones debajo de su velo islámico.

La blogger india savadati explica lo que está en juego para las mujeres musulmanas, en su post “Amamos el Islam por eso usamos burqas [6]” :

La burqa (y el hijab, el niqab, el chador) es posiblemente la prenda más controversial en este siglo. Se ha usado de un lado por parte de grupos fundamentalistas en búsca de poder como el Talibán para conseguir sus propios fines, a través de la represión de las mujeres. A las mujeres les han infligido atroces castigos –fisicos y hasta sexuales– por negarse a usarla. En Afganistán se convirtó en un arma de represión. Forzadas a usar una prenda con aspecto de carpa en todo momento, por miedo a a ser catalogadas de “seductoras” y sujetas a indignidad y castigo, es una flagrante brecha en los derechos humanos, y las feministas y otras activistas en todo el mundo se han opuesto a esto. En Francia, el grupo Ni Putes, Ni Soumises (Ni pustas ni sumisas) es fuerte en su condena a la burqa. La llaman una “prisión bajo cielos abiertos” para los que la usan, y lo consideran un instrumento para forzar a las mujeres a la sumisión.

Sin embargo, de otro lado muchas mujeres en Europa, India y Asia Occidental han encontrado su identidad cultural en los pliegues de esta prenda parecida a una bata. Eligen usarla porque les da una sensación de comodidad y pertenencia religiosa. No las obligan y simplemente eligen vestirse así.
(…)

Concluye:

Las mujeres que eligen usar la burqa están eligiendo pertenecer –no sentirse ajenas. Sin embargo, si se permite que el estigma y el estereotipo crezcan ciegamente demasiado tiempo, ciertamente pueden empezar a sentirse ajenas en una sociedad donde las miran como criaturas con misteriosas batas negras, a las que hay que tener lástima y manejar con cuidado. Las prohibiciones a las burqas terminarán haciendo esto, además de conducir a las mujeres que solamente usan la burqa a regañadientes de vuelta a casa, privándolas de cualquier libertad que podrían haber tenido.

A lo cual oukti asma hace eco con una completa “clarificación [7]” [fr], y llega a la conclusión que:

El velo de cuerpo entero es un reflejo de identidad, bastante minoritario de los musulmanes de Francia.
Los parlamentarios no tienen que intervenir en este asunto, pues es y seguirá siendo muy marginal en Francia.
Corresponde a los musulmanes explicar a esta pequeña porción de la comunidad, los aspectos que hemos citado (los orígenes no islámicos, los inconvenientes relacionados, la compatibilidad del acceso con el mundo actual)
Yo agregaría que no hace falta tomar por tontos a los miembros de la comunidad musulmana. Y me dirijo tanto a los no musulmanes como a los musulmanes.
Los musulmanes en Francia son instruidos, y saben en su mayoría valorar lo que realmente importa. (…)

Sin embargo, los medios convencionales, como Le Monde, publicaron editoriales de opinión con ideas variables. El texto irónico –o bastante serio- de la escritora francesa Pierrette Fleutiaux [8] titulado “La dignidad de los hombres los obliga a usar burqa” fue vuelto a publicar en al menos un docena de blogs. Cuidadosa e ingeniosamente convierte cada argumento [9] para esta prenda de vestir a sus partidarios hombres [fr].

Dejemos de lado esta creencia absurda de que será necesario poner un velo a las mujeres para que los hombres no sean llevados a desear la del prójimo. Una creencia como esa es impía: da crédito a la idea de que el hombre ha sido creado libidinoso, violador por naturaleza y débil ante sus deseos. Y que, delante de toda mujer que pasa delante de sus ojos, se despierta en él las ansias de saltarle sobre el trasero para consumar la obra de la carne. El hombre tiene en él la fuerza del alma y el respeto natural del orden divino. El hombre no tiene nada que temer de los miserables atractivos de la mujer.

Que la mujer vaya por la calle con las ropas provocadoras que ella elegirá. Su mirada se posará sobre las otras mujeres, las verá como un espejo de su propia indecencia, su propia futilidad la desviará de toda competencia malsana con el hombre. En cuanto a esta exposición de la feminidad, no podría dañar al hombre. Se vería confortado en su incontestable superioridad. El sabrá, entre las otras burqas, reconocer a los hombres piadosos y respetuosos de la ley, y así reforzará necesariamente a la bella e indispensable comunidad masculina.

Al investigador Farhad Khosrokhavar, de EHESS [10], le preocupa que una prohibición podría, ciertamente, terminar reafirmando a los grupos más fundamentalistas del Islam en Francia. Su artículo se encuentra acá [11] [fr].

Cualesquiera sean los argumentos, el debate se renovó el domingo cuando llegó la noticia de que a Lubna Ahmed Al-Hussein [12], una joven periodista sudanesa que trabaja para la Misión de Naciones Unidas en Sudán (Unmis, por sus siglas en inglés), la habían arrestado, junto con una docena de otras compatriotas, algunas del no musulmán sur de Sudán, durante una fiesta en un restaurante de Jartum por usar pantalón debajo de su velo islámico. A la mayoría las liberaron después de azotarlas; a tres las llevaron a juicio y enfrentan una sentencia de 40 latigazos y una multa. Loubna Ahmed Al-Hussein se rehuzó a la inmunidad diplomática a la que tiene derecho como trabajadora de las Naciones Unidas, y dijo que quería que el juicio llegara hasta su final. Activistas árabes de derechos humanos [13], así como algunos periodistas, piensan que el régimen sudanés «quiere aplastar a una pluma libre», pues escribía una columna en un periódico no gubernamental.

Algunos bloggers franceses no dejaron de trazar un paralelo con el tema de la burqa.

El blog de Rimbus se ocupa [14] de la necesaria reciprocidad de tolerancia [fr]:

Pero en cuanto al fondo, se trata de la misma cosa. El país occidental quiere condenar la expresión de un pensamiento que combate, la dictadura musulmana condena la expresión del modo de la vida occidental.

La única posición honorable para Francia sería tolerar oficialmente a esas 400 mujeres totalmente cubiertas, en nombre de la libertad de pensamiento, y confiando en ese principio, condenar vigorosamente la actitud de Jartum, por vía diplomática y oficial. En caso contrario, no tendríamos más que aceptar una reacción del poder sudanés, comparable a la nuestra.

Hay que apoyar a la periodista sudanesa Loubna Ahmed al-Hussein, y dejar que las mujeres se vistan libremente, con minifalda como en niqab, como un muchacho si quieren.

Allain Jules, que escribe en el sitio web de blogueo colectivo agoravox, es más mordaz y se pregunta [15] por qué el caso no atrajo más atención [fr]:

La periodista indica que ya ha tenido bastante con el silencio de las mujeres de su país que se dejan flagelar por nada. Así, ha declarado: «Miles de mujeres son castigadas con golpes de látigo pero ellas se quedan calladas. La ley se utiliza para hostigar a las mujeres y yo quiero denunciar eso». Valiente, está dispuesta a sufrir el castigo. (…) Ya es asombroso no ver a los defensores de los derechos humanos lanzarse sin pensarlo dos veces en este combate por los derechos de las mujeres. ¿Pero dónde están? ¿Están más preocupados por sus pequeños intereses y encuentran ridículo el combate de esta mujer coraje?