Bloggers y periodistas ciudadanos están reaccionando al terremoto y posterior tsunami que asoló Samoa y Samoa Americana, que destruyó cosechas, propiedades y que se estima causó la muerte de 150 personas.
Poco antes de las 7 am, hora local, del miércoles 30 de setiembre, un terremoto de magnitud 8.3 en la escala de Richter azotó a unos 200 kilómetros de Apia, la capital de Samoa. Casi inmediatamente, gigantescas olas de al menos 30 metros golpearon ambos países.
Inmediatamente, la onda expansiva cruzó el Pacífico, donde los gobiernos y los medios lanzaron advertencias a los ciudadanos – sobre todo a los que trabajan en el agua o a los que van al colegio o viven en las zonas más bajas. Dada la naturaleza de los tsunamis (pueden recorrer cerca de 500 millas — 800 km — por hora), y las grandes distancias en el Pacífico, algunas personas tuvieron que esperar casi tres horas, anticipando olas tipo tsunami.
Sin embargo, no se reportó de nada perjudicial en Samoa o en Samoa Americana. Las islas del este del grupo de Fiyi reportaron olas de más de treinta centímetros apenas 30 minutos después del terremoto. En Nueva Zelanda, a unos 2800 kilómetros del epicentro, se reportaron olas de 40 cm, o 15 pulgadas.
Del material de un camarógrafo llamado Rayner W, que hizo un recorrido a pie en por el área perjudicada, en Leone, Samoa Americana.
Erica Wales, voluntaria de los Cuerpos de Paz en Salesatele, Samoa, tiene suerte de estar viva.
Del blog Peace Corps Adventures in Samoa:
Estaba durmiendo cuando comenzó el terremoto de 8.0. Mi casa empezó a sacudirse, y las cosas se caían de las repisas. Los libros se cayeron, el teléfono instalado en la pared se cayó, se cayeron las latas de comidas… Soy lo suficientemente inteligente como para saber que probablemente es acertado salir cuando las cosas comienzan a caerse. Así que agarré mi teléfono y salí del cuarto. La sacudida duró mucho tiempo, por lo menos un minuto. Envié mensajes de texto a una buena amiga de acá con el mensaje de “m***a eso estuvo grande” cuando terminó. Estuvo de acuerdo. Casi en ese momento, recibí una llamada del funcionario médico de los Cuerpos de Paz, que probablemente debería trasladarme tierra adentro ante la posibilidad de un tsunami. Así que agarré mis cosas y salí.
Estaba caminando por el sendero que va paralelo a la playa cuando noté que algo no estaba bien. Podía ver estructuras como piedras y coral que nunca había visto por encima del agua, ni siquiera durante las mareas más bajas. Esto no era una buena señal. Entonces vi la extraña acción de las olas, algo no estaba bien. Acababa de doblar en la esquina del sendero y me iba tierra adentro, al otro lado de la parte paralela a la playa en que había estado apenas un minuto antes, cuando las olas llegaron a la playa y golpearon el sendero. En ese momento empecé a correr, como lo hizo toda la aldea. Mientras corría podía escuchar el agua surgiendo del río, derribando árboles.
Fui al camino principal donde estaba casi todo el mundo. Los matai estaban indicando a todos que se dirigieran a Siuniu, la aldea que está tierra adentro. Pude ver la mirada de pánico y preocupación cuando los padres preguntaron dónde estaba sus hijos, pues a ellos los mandaron al colegio de primaria que queda cerca de mí. Los matai estaban organizados y sabían a dónde dirigir a los padres para encontrar a sus hijos. Fui a Siuniu y esperé con mi aldea. En ese momento, recibimos informes de un colegio en Poutasi (unas cuantas aldeas al oeste) que colapsó y donde murieron tres niños. Todos estaban al teléfono, llamando a parientes y amigos en las aldeas vecinas, tratando de averiguar qué pasaba. Llegaron los informes, en Poutasi habían muerto 50 personas, enterradas en la arena. Un niño de la cercana Salani murió. Y 15 en Aleipata habían muerto. Hasta donde sé en este momento, nadie en mi aldea murió. Tenemos suerte.
Después agrega, casi de pasada:
Después recibí el informe de que mi casa y otra estaban destruidas. Quise ir a ver si era verdad, pero preferí quedarme. Esperé unas cuantas horas para ver los daños. Ciertamente, mi casa quedó aplastada. El tsunami arrancó la casa de sus cimientos y la depositó a 30 metros de la casa, destruida y sin posibilidad de reparación. Pude ver todas mis cosas inundadas y llenas de barro. No estoy segura qué se podía salvar. Voy a regresar mañana para ver qué cosas puedo usar todavía, pero sé que la mayor parte de las cosas irán a la basura.
Matt, otro voluntario de los Cuerpos de Paz, estuvo publicando a lo largo del día. Nos lleva a la realidad del apúrate-y-espera que suele venir con un desastre natural.
De Samoa Blog de Matt:
Hace unos 8 minutos, tuvimos un gran terremoto. Grande. Todavía no hay información de la magnitud exacta, pero fue bastante largo y ciertamente lo suficientemente grande como para derribar las cosas en mi casa. Sospecho que al menos fue de 6.0, teniendo en cuenta las cosas que volaban. A los 40 segundos, tomé mi laptop porque me dio miedo que la repisa de homigón le cayera encima. El terremoto seguía y seguía hasta el punto que sentí que se sacudía de largo hasta la fase de las réplicas. Y ya hemos tenido un par de réplicas.
…
La mayor parte de Apia evacuó a terrenos más altos. Los caminos cuesta arriba se convirtieron en caminos de un sentido para autos y buses, pero la mayoría de nosotros solamente caminábamos. Las sirenas de tsunami retumbaban por todo Apia. Tañían las campanas de las iglesias. Mi colegio hizo sonar su campana. Los Cuerpos de Paz enviaron mensajes masivos de texto, a los que siguieron llamadas telefónicas para asegurarse de que todos estaban yendo tierra adentro.
Caminé con dos niñas de mi clase de las 11.30 y realicé una clase de geología improvisada.
Había tanta confusión sobre dónde debíamos ir y dónde debíamos parar. Los estudiantes me preguntaban a dónde íbamos, y yo solamente les pude decir que íbamos “arriba”. Un par de profesores también me preguntaron. “Yo los seguía”, dije.
Finalmente, armé un campamento con un grupo de muchachos de 13 años desde donde teníamos amplia vista del océano. Nos pusimos en la sombra, y mi celular pasó por todos lados.
Después de casi una hora, algunas personas empezaron a regresar hacia abajo, pero la mayoría de nosotros se quedó en el lugar. Quería una palabras clara de los Cuerpos de Paz antes de irme. Y después me fui.
…
Las noticias son poco precisas. Parece que las partes del sur, y particularmente el sudeste, las partes de Upolu fueron las más afectadas. Es difícil saber si el daño lo causó el terremoto o el posterior aumento del nivel de las aguas. También supe que el número de muertos es 14, aunque no me quedó claro si era para Samoa o Samoa Americana.
Después, Matt aporta un inventario de los daños en las casa de sus amigos.
Acabo de hablar con Asolima y me dijo que Fausaga está bien. Ellos tienen una ensenada pantanosa que separa la aldea del océano, así que pudo capear los efectos de la creciente marea. Sin embargo, muchas de las familias se han ido tierra adentro a la maumaga más elevada. Mientras hablaba por teléfono con Asolima, dijo que la radio estaba emitiendo nuevas alertas de tsunami y que probablemente ellos se irían montaña arriba otra vez. Agregó que probablemente dormirían allá.
Gran parte de Tafitoala, aldea vecina a la de Fausaga, queda a lo largo del océano y fue tremendamente afectada. Gran parte de la playa Tafitoala ha sido arrasada así como un grupo de casas a lo largo de la playa. Los sitios turísticos vecinos, incluidos Sinalei y Coconuts, también se vieron gravemente afectados.
Koa está bien. Él vive en el lado norte de la isla y en su aldea todo está casi de vuelta a la normalidad. Supy evacuó con Dan y Paul pasó la mañana tomando niu. Dijo que el nivel de las aguas se elevó, pero que su aldea quedó sin daños. Phil vive justo sobre el agua, pero dijo que el agua no tocó tierra. La aldea de Paul y Dan sufrió daños menores, y supuestamente una mujer murió de un ataque al corazón.
He escuchado que la aldea de Erin podría haber visto olas de 6 metros. Ese cálculo se basa en los botes que están 200 metros tierra adentro. El colegio de secundaria en su aldea colapsó.
Otra voluntaria de los Cuerpos de Paz regresó a su trabajo al día siguiente y se enteró de malas noticias. Del blog See Reeves:
Me levanté a las 6 am como siempre y vi a los vecinos regresando a su casa (toda la familia había empacado misteriosamente y salió de la casa anoche a las 10 pm). Fui para allá a preguntar si la familia estaba bien. Resulta que el vecino también es director de la junta del colegio, así que le pregunté si hoy había clases. Dijo que si. Así que respondí a los numerosos e-mails que llenaban mi bandeja de entrada, me bañé y fui al colegio.
De inmediato supe que no habría clases. La población estudiantil, por lo general de más de 600, había caído a menos de 100 estudiantes. A todos los alumnos y profesores con los que me crucé en el camino al colegio, les pregunté si sus familias estaban bien. Moleli, el profesor de educación física, había perdido a tres parientes. Todos expresaron su alegría de verme y su preocupación ayer por mí. Yo salí del pueblo en el instante en que recibimos el mensaje de los Cuerpos de Paz de evacuar, lo que fue antes de llegar al colegio ese día. Los otros profesores estaban preocupados por mí.
Cuando llegó la orden de evacuación, el director del colegio y tres de los profesores llenaron vehículos con alumnos para llevarlos tierra adentro. Cuando estaban en lo alto de la colina, el padre de una alumna de 9 años llegó en una camioneta y recogió a nueve alumnos para llevarlos tierra adentro. Al subir, algo le pasó a la camioneta, perdió potencia y los frenos. El auto empezó a deslizarse hacia abajo. El chofer giró el timón creyendo que debería tomar el sentido que la camioneta tomaba. Esto hizo que la camioneta diera vueltas de campana hacia abajo por la colina. Se llevaron a los nueve alumnos al hospital y una alumna, la propia hija del dueño de la camioneta, murió en el accidente.
El propio Moleli llevó a los estudiantes al hospital y se sentó con ellos durante horas, rechazando atención médica para una herida en su cabeza hasta que hubieran atendido a todos los alumnos. Se sintió especialmente conmovido por la preocupación de las visitantes médicas voluntarias, Germaine y Imogen (posiblemente de Irlanda o Escocia). Sacó de su bolsillo un papel donde garabateó sus teléfonos celulares. Me contó que las llamó más tarde esa noche y que habló con ellas durante cerca de dos horas.
Hablando con los profesores pude sentir la emoción viva que estaba apenas debajo de la superficie. Estaban cansados y con los nervios de punta. Samoa acababa de pasar por el desastre natural más devastador de su historia reciente. Ni los ciclones de comienzos de los noventa habían cobrado tantas vidas (las cifras de muertos todavía varían).
“Samoa recordará este día en su corazón por siempre”, dijo Moleli.