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Ucrania: Burocracia e incompetencia en el Ministerio de Defensa

Categorías: Europa Central y del Este, Rusia, Ucrania, Fotografía, Gobernabilidad, Periodismo y medios, Relaciones internacionales, RuNet Echo

Sergei Maximishin [1] (usuario remetalk de LiveJournal), un fotógrafo ruso ganador de premios [2], trató hace poco de conseguir la ayuda del Ministerio de Defensa ucraniano para hacer una historia con fotos sober la Marina y Ejército ucranianos para la revista alemana Stern [3]. Él y su colega Tilman Müller [4], corresponsal de Stern, terminaron derrotados por el monstruo de la burocracia ucraniana. En su blog, Maximishin ha publicado un detallado relato de la odisea [5] (rus; las partes de diálogo del post están en ucraniano):

[Foto de Sergei Maximishin de Sebastopol]

Pasé dos semanas trabajando en Ucrania – junto con el corresponsal de Stern, Tilman Müller [que hacía la parte escrita], trabajábamos en una historia grande sobre una visión general del país. Política, economía, el ejército, religión, cultura, deportes, Euro 2012, las elecciones venideras, la flota rusa, gripe porcina, fuerzas de ultraderecha, temas sociales, vida cotidiana. San Petersburgo-Moscú-Donetsk-Kiev-Lviv-Kiev-Donetsk-Kiev-Sevbstopol-Kiev-San Petersburgo.

Antes de empezar a trabajar, nos reunimos con el editor del periódico en inglés [Kyiv Post [6]] – y pedimos consejo: cómo llegar acá, y cómo llegar allá. A la pregunta de cómo hacer tomas a algo referido al ejército ucraniano, este sabio hombre recomendó no desperdiciar tiempo ni energía – de todas maneras no va a funcionar.

Confiado en exceso, dejé de lado este consejo y comencé a llamar al señor Khalyavynsky – “jefe del servicio de prensa del Ministerio de Defensa de Ucrania”. Durante tres días, [él] no estaba, y al preguntar cómo podría comunicarme con él, su secretaria respondió, “¿cómo podría saberlo?” Al tercer día, la secretaria se apiadó de nosotros y nos dio su número de fax. Escribí una carta en inglés, pidiéndole que nos ayudara con la grabación de dos cosas: estábamos interesados en la flota ucraniana ubicada en Sebastopol y la unidad de la guardia de honor ubicada en Kiev. Envié la carta Hamburgo por e-mail, pedí que la imprimieran, que los gerentes la firmaran y la enviaran por fax a Kiev.

Al dia siguiente, llamé de nuevo al servicio de prensa:

- Buenos días, mi nombre es Serhiy Maksimishin, fotógrafo de la revista Stern, Alemania. Me gustaría saber si ha habido alguna respuesta a nuestra carta enviada por fax.
– ¿Qué carta por fax? No ha habido ningnua carta por fax de Alemania.
– ¿Cómo que no ha habido ninguna carta? Nuestra sala de prensa dijo que mandó una ayer…
– No pueden habernos mandado nada, porque no hubiéramos podido recibir nada.
– ¿¿¿Cómo así???
– Porque hemos estado sin papel de fax desde hace una semana ya .
– Oh Dios, ¿cuándo lo tendrán?
– En realidad, lo tenemos, pero la persona que sabe cómo ponerlo no está aquí.
– ¿Y cuándo aparecerá esta persona?
– Llámenos el lunes, tal vez alguien aparezca…

Los llamé el lunes. El papel de fax ya estaba puesto. Llamé a los alemanes, les pedí que reenviaran el fax y confirmaran por teléfono. Los alemanes volvieron a llamar, dijeron que habían mandado todo. Llamé al servicio de prensa.

- Señorita Svitlana, le habla de nuevo Serhiy Maksimishin, fotógrafo de la revista Stern, Alemania. Dígame por favor, ¿han recibido nuestro fax?
– Si, un tipo de algo ha llegado…
– ¿¿¿Qué quiere decir, “un tipo de algo”???
– Oh, pero está en un idioma extranjero, así que, ¿quién puede leerlo?..
– ¿Cómo? ¿¿¿Ni una sola persona en toda la sala de prensa sabe inglés??? ¿No les da vergüenza?
– Bueno… espere… preguntaré…

Cinco minutos después:

- No, el jefe [del servicio de prensa] dijo que Stern debería mandarnos la carta en ucraniano.
– ¿Puedo traducirla yo?
– Espere.

Otro cinco minutos después:

- El señor Khalyavinsky dice que, como una excepción, puee venir a nuestra oficina y traducirla acá.

Tilman y yo hacemos el recorrido por la ciudad hasta el servicio de prensa. Ahí encontramos ruinas: la impresión es que empezaron a remodelar hace dos años, y que se les acabó el dinero un año después. Primero que nada, Svetlana la secretaria, exige ver nuestras credenciales de acreditación del Ministerio de Asuntos Externos. Tilman había dejado la suya en el hotel. La secretaria dice que nadie se tomará la molestia de hablar con él sin acreditación. Digo que como yo tengo mi acreditación, que deje que el jefe hable conmigo. La secretaria desaparece detrás de la puerta de su jefe. Después regresa: el jefe dijo que si han venido juntos, debería haber dos credenciales de acreditación – de otra manera, no habrá conversación. Tilman llama al hotel, pide al recepcionista que vaya a su cuarto, encuentre el pedazo de papel y nos lo mande por fax. Quince minutos después, la acreditación sale de la máquina de fax. La secretaria nos pide que le enseñemos nuestros pasaportes. Pasa un largo rato comparando las fotos con los originales. Finalmente, me entrega la carta que Stern me madó por fax, así como dos hojas de papel, y me pide que haga una traducción escrita del texto. Le pregunto dónde puedo sentarme. “Justo acá” – trae una silla a un caballete de la construcción en el pasadizo. No le ofrece una silla a Tilman. Empiezo a traducir. [Ella] mira por encima de mi hombro y protesta: “¿Por qué lo traduce al ruso? ¡El jefe dijo que debería estar en ucraniano!” Volví a empezar, esta vez en ucraniano. Quién diablos sabe qué es “unidad de guardia de honor” en ucraniano. Por fin, doy el fax de la carta y la traducción escrita a mano a la secretaria, se la lleva detrás de la puerta cubierta con falso cuero negro. Diez minutos después, se nos permite ingresar a la oficina del señor Khalyavinsky. A juzgar por lo bien alimentado que [él] está, su rango no debe ser menor al de teniente coronel; no se levanta de su escritorio, esconde sus pies en chancletas azules de caucho debajo de la mesa.

En inglés, Tilman da el rollo ritual acerca de Stern y sus ocho millones de lectores. Lo traduzco al idioma de los ruiseñores [ucraniano]. Khalyavinsky brilla con simpatía. [Él] apenas habla ucraniano, mezcla las palabras. Se disculpa por esto, dice que ha pasado toda su vida como corresponsal del periódico [ruso/soviético] de la Flota del Norte, y ahora se ha visto obligado a aprender ucraniano otra vez. Dice que estaría feliz de ayudarnos, pero le sorprende por qué unos periodistas tan experimentados de una revista tan apreciada no saben lo básico y han tomado el camino equivocado. El camino correcto, según Khalyavinsky, es este: “Que los alemanes hablen con su agregado militar, que tiene que escribir una carta al señor Miroshnichenko, jefe del Comité de Cooperación Internacional del Ministerio de Defensa, y el señor Miroshnichenko debe emitir una resolución y dirigirla al Ministro [de Defensa], y después el ministro dará órdenes a Khalyavinsky, y después de eso no habrá absolutamente ningún problema, trabajen como quieran”.

Tilman llamó a la embajada alemana directamente de la oficina [de Khalyavinsky], pasaron cinco minutos buscando al agregado, el alemán pasa mucho tiempo explicando “el camino correcto” a su compatriota, después entrega el teléfono a Khalyavinsky, quien, de nuevo, esta vez en ucraniano, describe el recorrido del papeleo. El agregado promete ayudar. Al despedirme, pido a Khalyavinsky [su] número de celular y el del señor Miroshnichenko, a quien no conozco- “jefe del Comité de Cooperación Internacional”. El agregado llama al día siguiente, dice que ha mandado la carta, pero duda que eso tenga algún resultado. Al día siguiente, llamo a Khalyavinsky – dice que “desafortunadamente, el Ministro [de Defensa] se ha enfermado” y recomienda llamar a Miroshnichenko. El teléfono de Miroshnichenko está apagado. Llamo a Khalyavinsky a su celular de nuevo: “El número al que está tratando de llamar no está disponible en este momento”. Llamo a Svetlana a su teléfono fijo:

- El señor Khalyavinsky no está.
– ¿Cuándo estará?
– ¿Cómo voy a saber eso?

Todo esto, durante una semana entera.

Al final, decidimos volar a Sebastopol a hacer tomas de lo que estuviera disponible. En el muelle, contraté un bote por 450 hryvnias [aproximadamente $56] y por 100 hryvnias [$12.50], dos aspirantes de la Marina Rusa, que prometieron mostrarnos todos los barcos rusos, incluido el crucero de bandera de la flota Moskva, que actualmente está amarrado en un muelle flotante. Ya en el bote, pregunto a los aspirantes:

- ¿Y dónde está estacionada la flota ucraniana?
– Ah, no está acá, se han ido todos a Bulgaria a traer tomates, – se rieron los aspirantes de su propia broma.

P.S. Si alguno de ustedes piensa que el servicio de prensa del Ministerio de Defensa ruso emplea a personas de otro tipo, están equivocados.

Como decía un conocido mío, “estamos trabajando desde adentro de un cerrado círculo de [tarados].”

En uno de los comentarios al post de Maximishin, desde Kiev el usuario de LiveJournal vi_chanceux escribió [7] (rus) que estaba avergonzado de su país, que está “gobernado” por unas personas tan incompetentes. Maximishin respondió:

No deberías tener vergüenza del país: el país y el estado son cosas diferentes, pero lamentablemente, no todos lo entienden.