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Rusia: Tres historias de pobreza extrema

Categorías: Europa Central y del Este, Rusia, Economía y negocios, Gobernabilidad, Política, Trabajo, RuNet Echo

El reportero gráfico ruso Oleg Klimov comparte tres historias de extrema pobreza que escuchó de pasada mientras esperaba un tren en la estación de trenes de Syzran [1], ciudad en la región de Samara [2] en Rusia. Estando ahí, se relacionó con unas cuantas personas de la zona y después tomó nota de sus historias de extrema pobreza [3] (rus) en su blog.

Historia #1:

[…] La madre, su hija y nieto de 5 años o algo así. Han estado viviendo en la estación de trenes durante dos días. Les faltan 400 rublos (aproximadamente $13) para [comprar pasajes] para ir a su aldea natal, no lejos de [Penza [4]]. Regresan de un funeral. Esperan que llegue una familiar y traiga esos 400 rublos. La pariente no viene – posiblemente porque ella tampoco tiene el dinero. [Me] pidieron que mandara un mensaje de texto [de mi celular]. Aldeanos comunes. Tal vez no sean tan inteligentes ni sean tan educados, pero son de mente abierta e ingenuos. Cualidades de no poco valor hoy en día. La pensión de la madre es de 4,500 rublos [mensuales; aproximadamente $148]. La hija trabaja a veces en Penza, y a veces no. El hijo no va a kindergarten. [Porque] no hay kindergarten. Una pariente había muerto, juntaron todo el dinero que tenían y lo mandaron para enterrarla. “¿De qué otra manera? – Uno tiene que dar una decente despedida humana…” […]

Historia #2:

[…] Cuatro mujeres de etnia tártara van semanalmente desde su aldea a Syzran para ganar algo de dinero. Como mucho, ganan mil [rublos; aproximadamente $33] entre las cuatro, trabajando como señoras de limpieza en instalaciones públicas y en otras partes. No hay absolutamente ningún trabajo en la aldea. “Hay trabajo, pero ninguno paga”. A veces no tienen suficiente dinero ni para comprar simplemente pan. Así que compran harina y se hornean su propio pan. Para ahorrar. Tienen sus propias papas. Y pepinos, y col. Pero no tienen dinero. “Es posible sobrevivir, pero muy difícil. Es más fácil morir…” […]

Historia #3:

[…] Un hombre de 55 años o un poquito más. Sus hijos lo botaron de su casa. Así nada más: “Lárgate de acá… A veces me quedo con mis conocidos, y a veces en la estación del tren. Hago trabajos eventuales, aquí y allá…”. No se considera un vagabundo, porque “no hay vagabundos en una ciudad pequeña. La gente ayuda”. Tiene té frío en una botella de plástico. Pan y chuletas malolientes están envueltas en un trozo de trapo. Comió una chuleta con pan. Lo acompañó de té frío y se echó a dormir en la banca de la estación del tren inmediatamente después. Simplemente apoyó la cabeza en el pecho y se quedó dormido. […]

Klimov termina su post con una nota emotiva, escribiendo que es “horrible ver todo esto”, y que estas historias no escaseen en la “aparentemente elegante ‘Rusia de Putin'”:

[…] Puedes pasar un par de horas más acá y escribir un artículo. Sin comentarios. Simplemente escuchando y escribiendo las cosas que las personas se dicen entre ellas. Es así de simple. Cualquier periodista puede hacer esto. Y no se requiere ningún maldito análisis intelectual. […]