Uzbekistán: La Masacre de Andiján, 5 años después

El 13 de mayo se cumplieron cinco años desde que las tropas de seguridad uzbekas mataron a cientos de manifestantes anti gobierno en la ciudad de Andiján. El pueblo protestaba en contra de represivas políticas socio-económicas y ambientales. El gobierno decidió tomar medidas en las primeras etapas de las protestas. Ese día de 2005 ha pasado a ser conocido como la “Masacre de Andiján”.

Ese día, las tropas del gobierno dispararon a matar a manifestantes civiles según órdenes del presidente Islam Karimov. Según los datos oficiales, la cifra de muertos fue de 187. Sin embargo, testigos y expertos dicen que fueron muchas más personas, incluidos mujeres y niños, fueron asesinados, y los números estimados van de varios cientos a casi mil.

Desde el comienzo, las autoridades de Uzbekistán dejaron en claro que este es un tema interno y que la cobertura de la masacre en los medios locales y occidentales no era bien vista. Como resultado, el régimen de Karimov echó del país a los presentadores de televisión y purgó a lo que quedaba de la prensa local independiente encarcelando e intimidando a los reporteros.

Incluso 5 años después de la masacre casi nadie en Uzbekistán habla del tema, los bloggers y periodistas locales que viven con temor del régimen uzbeko están callados, solamente los que llegan del extranjero tienen el suficiente valor como para recordar la masacre. Analizando la actividad civil durante los últimos cinco años, Sarah Kendzior escribe en Registan.net:

“No ha habido protestas a gran escala en Uzbekistán desde 2005 — no por que el pueblo de Uzbekistán esté contento con su gobierno, sino porque están aterrados de hablar en contra de él. Los hechos de Andiján confirmaron las peores sospechas del pueblo uzbeko y mantuvieron las más horrendas promesas del presidente Karimov: “A personas así se les debería disparar en la cabeza”, advirtió en 1998 en un discurso acerca de extremistas islámicos, con la advertencia tácita de que en Uzbekistán, a cualquiera se le puede poner la etiqueta de extremista islámico. En Andiján, los uzbekos finalmente aprendieron qué tan lejos está dispuesto a llegar su gobierno”.

Aunque en público, gobierno y ciudadanos aparentemente han olvidado los hechos de Andiján, Shakhisa Yakub escribe [ru]:

Los refugiados siguen diciendo que sus parientes que viven en Uzbekistán siguen siendo amenazados por la policía y que las autoridades de seguridad los obligan a convencer a los refugiados de sus familias a que regresen a Uzbekistán [con la finalidad de procesarlos].

Esto es confirmado por la historia de la refugiada Dilorom Abdukadirova que regresó a Uzbekistán y fue detenida por la policía uzbeka a pesar de sus promesas previas de no arrestarla. La campaña en línea para su defensa ha tenido muy poco éxito. Tras el arresto de Abdukarimova el 12 de marzo, la Corte de la Ciudad de Andiján la acusó de cruzar ilegalmente la frontera uzbeka, intentar derrocar el orden constitucional y participar en disturbios, y la sentenció a diez años de prisión.

El régimen de Karimov es estricto incluso con los parientes del presidente que intentan hablar alto. El sobrino del presidente uzbeko, el periodista Dzhamshid Karimov ha sido internado en una sala psiquiátrica por sus críticos informes. Ni siquiera hubo una audiencia judicial o una sentencia para este caso.

Al conmemorar el Día Mundial de la Libertad de Prensa el 3 de mayo, el presidente de EEUU, Barrack Obama, incluyó a Uzbekistán en la lista de países que encarcela a periodistas por su trabajo.

Pero Muzaffar Suleymanov del blog In CPJ cree eso no es suficiente y que debería de ser el primer paso en el camino a mejorar la situación:

“Los líderes mundiales tienen una obligación moral de exigir justicia para Dilorom Abdukadirova y todos los otros que estén presos bajo acusaciones fabricadas, torturados e intimidados por la policía uzbeka, o que siguen viviendo con miedo del régimen uzbeko.

[…] El régimen uzbeko ha probado ser inmune a declaraciones de condena y a acciones simbólicas, como sanciones impuestas por la Unión Europea en 2005, que no evitó que el régimen siguiera encarcelando a sus críticos.

¿Tal vez sea tiempo de comprometer públicamente a las representantes uzbekas, como la embajadora en España, Gulnora Karimova, y la embajadora en la UNESCO, Lola Karimova —ambas hijas del presidente uzbeko— y exigirles que expliquen la detención de su primo? Después de cinco años, ¿no es momento de hacer justicia?”

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