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Hungría: Una polémica entrevista con ex líder comunista

Categorías: Europa Central y del Este, Hungría, Derecho, Derechos humanos, Gobernabilidad, Historia, Libertad de expresión, Periodismo y medios, Política

Hace unos meses publicamos un artículo sobre la controvertida película [1], Guilt and Impunity [«Culpa e impunidad»], realizada por dos periodistas húngaros que entrevistaron al ex ministro del Interior Béla Biszku [2]. Desde la transición de 1989 no había hablado con la prensa, pero Fruzsina Skrabski y Tamás Novák periodistas blogueros de Mandiner [3] (húngaro), consiguieron entrevistarlo diciéndole que eran de su pueblo natal, Márokpapi [4], y que estaban preparando un anuario de las personas famosas que habían nacido allí.

La película, que Skrabski y Novák definieron como un documental, ha creado numerosas interrogantes sobre la responsabilidad de los miembros del partido comunista y sobre cómo lidiar con la historia húngara anterior a 1989. El método que utilizaron Skrabski y Novák puso en tela de juicio la ética periodística.

Mientras continúa el debate público sobre Guilt and Impunity, resulta que la gente está interesada en conocer los actos de Biszku y de pedirle cuentas sobre su papel en la organización de las represalias contra aquellos que participaron en la Revolución de 1956 [5].

El lunes, el canal de televisión pública Duna TV emitió una entrevista con Béla Biszku [6] (húngaro). La periodista de Duna TV Kata Apáti-Tóth enfatizó que «la entrevista había tenido lugar según un acuerdo previo bien definido».

Béla Biszku repitió las declaraciones que hizo en Guilt and Impunity: dijo que no lamentaba sus actos ni las decisiones que tomó cuando estaba en el cargo. Aún considera que la Revolución de 1956 fue una contrarrevolución y, según él, todas las agresiones perpetradas por el Gobierno en ese tiempo estaban justificadas porque defendían el sistema político. También dijo a la periodista que estaría dispuesto a ayudar a un panel de historiadores si comenzaban una investigación acerca de las leyes aprobadas antes de la transición por el Partido Socialista Obrero Húngaro [7].

Después del estreno de Guilt and Impunity, el partido de extrema derecha «Jobbik» preguntó [8] (húngaro) si Béla Biszku —quien vive en Rózsadomb [9], un barrio muy lujoso de Budapest— seguía recibiendo una generosa pensión del estado por el simple hecho de que había sido un político importante. Biszku negó las acusaciones de que estaba recibiendo una pensión preferencial.

Kettős Mérce había comentado la película sobre Biszku, y también escribió un artículo sobre la entrevista de Duna TV. El texto, titulado «El camarada  Biszku y la hora de máxima audiencia [10]» (húngaro), criticaba duramente el hecho que alguien cuya culpa es evidente pudiera justificarse en un programa de la televisión pública:

[…] Por suerte, Hungría es diferente: aquí se puede hacer cualquier cosa. Aquí, Béla Biszku, quien fuera ministro del Interior en la antigua República Popular de Hungría, el «puño del partido», el «tipo duro» del Comité Central del Partido Socialista Obrero Húngaro, este  vejete de 88 años, puede aparecer en Duna TV y explicar lo que la dictadura socialista —qué él ayudó a dirigir también— significó para él […]. […]

En nuestro país se puede hacer cualquier cosa. Aquí, alguien como él puede proponer que se forme un panel de historiadores para investigar qué pasó exactamente, y actuar como si los historiadores húngaros no hubieran estado haciendo precisamente esto durante los últimos veinte años. Repito, en nuestro país se permite que el camarada Biszku exprese su opinión y admita con cara lúgubre que su pensión es de tan solo 240,000 florines [aprox. 1.134 dólares]. […]

La consecuencia de todo esto es que no se hará nada otra vez. Se proyectó el documental, Biszku entró al estudio de televisión y no pensó ni por un segundo que no tenía razón. Por supuesto, le llamaron a un taxi para que lo llevara de vuelta a Rózsadomb. […]

No sé cuál fue el razonamiento de Duna TV para justificar esta producción, pero una cosa es cierta: no podemos llamar diálogo público a la emisión de una entrevista previamente grabada como «media hora de odio» y después, separados herméticamente del anterior entrevistado, expresamos nuestro horror con algunos profesionales durante un cuarto de hora. Considerando las proporciones y el tema de fondo, este método dista mucho de ser justo.