A través de mis diarias lecturas a blogs, he notado un tono obvio entre los jóvenes egipcios, muchos de los cuales se preguntan si siguen queriendo a su país y si su país les devuelve el cariño.
Como egipcia, a mí me gusta decir que esto puede ser comprensible tras la diaria serie de crisis que escuchamos día tras día. No obstante, a lo largo de la historia -no creo que la sensación de frustración, decepción y sofocación haya golpeado a la juventud tanto como está pasando en esta era en particular. Y tristemente, la brecha entre los sueños y la realidad se está ampliando y, consecuentemente, se está ampliando la sensación de pérdida y odio hacia el país.
Tigress, una blogger egipcia, escribió un post titulado «Ya no quiero a Egipto» [ar]:
Durante años, he estado defendiendo fuertemente a Egipto y diciendo que el problema no está en Egipto, sino en sus habitantes […]. Pero hace poco me cansé. Estoy cansada de este país, y me he dado cuenta que un hogar es la tierra en que uno vive y quién vive ahí.
Sigue su post yendo al extremo de alegar que la única solución es que ocurra un desastre mayor:
A veces pienso que una invasión ayudaría a limpiar el país. Pero sacudo rápidamente esta idea de mi mente, y decido oucparme solamente de mí. Entonces me doy cuenta de que estoy soñando… no puedo estar lejos de casa.
Terminó su post con una confesión: ya no quiere a Egipto:
Y de esa manera, en un raro momento de franqueza y claridad, admití a mí misma la peor de todas las confesiones… admito que he dejado de tener fe en Egipto.
Egyptoz, un blogger egipcio, ha estado trabajando en Europa desde hace un año y acaba de llegar a El Cairo para una visita de dos días. Escribió otro post [ar] sobre sus sensaciones a su regreso, y el impacto cultural que enfrentó:
Dos días en El Cairo y no puedo tolerar esta caótica ciudad por un minuto más. Francamente, no tenía grandes esperanzas, aunque después de un año en Europa esperaba retornar y admirar lo adorable que es Egipto.
Aliaa, una egipcia que sigue sus estudios universitario en Beirut, cuestionó «La preguna es ¿me quiere Egipto?» :
Sigo queriendo a Egipto, pero estoy molesta de ver en qué se ha convertido, te puedes molestar con la gente que quieres pero nunca puedes odiarla.
Citó una línea de un poema de Tamim Al Barghouti, un joven poeta palestino/egipcio, titulado «Me preguntaron si quiero a Egipto». El Barghouti escribió este poema a su partida de Egipto durante 20 días -luego de participar en una manifestación en contra de la invasión estadounidense a Iraq diciendo:
Me preguntaron si quiero a Egipto, y dije que no sé.
Cuando veo Egipto en el periódico me da miedo.
Aliaa luego aclaró sus sentimientos diciendo:
Mi país y sus ciudadanos se tratan como humanos de segundo nivel […]. Entonces, ¿quiero a Egipto? Me pregunté eso antes y ahora me lo vuelvo a preguntar. Bueno, mi respuesta es: ¿me quiere Egipto a MÍ?
En la sección de comentarios del post de Alyaa’, Hicham relaciona el problema con los egipcios y no con Egipto:
Pienso en relacionar nuestros problemas en términos de egipcios y no de Egipto. En términos de muchos cosas, nuestro país es para ser querido, pero lo que los egipcios hacen desde hace muchas décadas es lo que hay que cuestionar.
También Serag, un ciudadano libio que ha vivido en Egipto por mucho tiempo, escribió un «post» describiendo sus sentimientos hacia el lugar que alguna vez pensó que era su hogar tras una corta visita:
¡¿Un sitio envejece?! Esta es una de las preguntas que me ha mantenido despierto en las calurosas y húmedas noches durante mi última visita a Egipto. Entre Alejandría y El Cairo trataba de encontrar mi propio Egipto y no pude. Estar fuera de tu sitio es estar en exilio, pero cómo se dice cuando estás fuera de tu hogar.
[…]
Tal vez haya tenido una casa en Egipto, pero ahora todo lo que tengo es un cuarto de hotel.
En un tono desconcertantemente desafortunado pero positivo, Mermaid escribió un profundo post titulado «Oh Egipto, la amarga miel» [ar] tras su visita de un día fuera de El Cairo rumbo a Alejandría. Ahí, explica su distinta experiencia diaria en Egipto. Uno de los bellos y sinceros momentos que menciona le pasaron en el último Ramadán:
El pasado Ramadán fui tarde a la mezquita para las plegarias, así que tuve que rezar afuerza de la mezquita. El lugar no estaba bien amoblado, y no tenía mi alfombra para rezar. Una señora que estaba parada delante de mí jaló su alfombra hacia mí cuando vio que yo iba a rezar en el suelo, y ella rezó en una bolsa de plástico.
También mencionó otro agradable incidente de un hombre que la ayudó a encontrar unas indicaciones en el centro, aunque ahí comentó las otras desventuras diarias diciendo:
Todos los días, manejo una larga distancia al trabajo. Todos los días me estreso por lo mal que maneja la gente, sin preocuparse por respetar las reglas de cortesía. Todos los días escucho insultos en la calle, insultos que me hacen querer estar sorda.
Luego describió:
Todas estas personas son del mismo bello y sucio país. El país que sigue dando «bien» pero toma las vidas de sus jóvenes y niños. […] El contaminado atiborrado país, que puede ser el mejor lugar para caminar, temprano en la mañana. El ruidoso país, al que el bello Azan del Magreb llena sus pacíficos y vacíos rincones… Un país en el que nacieron algunos que abusaron de los derechos de otros, y otras personas que dejaron su Iftar en Ramadán para darles dátiles a los extraños en la calle, y agua para su Iftar – en caso que se lo perdieran antes de llegar a casa.
Le pido a Dios que mi odio no me ciegue a las cosas bellas de este país.
Sea un sentimiento general o compartido solamente por algunos, muchos están de acuerdo en que el Egipto de hoy no es el Egipto del que los egipcios leen en sus libros de historia, o del que escuchan en canciones nacionales en la radio y la televisión.
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