Nicolás Maquiavelo, el filósofo político florentino del Renacimiento, tenía una opinión particularmente sombría de la naturaleza humana. Exiliado en su Italia natal y denunciado públicamente por los Papas y políticos en los siglos transcurridos después de su muerte, hoy en día diplomáticos, capos y estudiantes de doctorados en todo el mundo continúan devorando secreta y obsesivamente su eminente tratado El Príncipe. Lejos de ser un análisis adusto del arte de gobernar, El Príncipe resulta ser más bien una picante novela de suspenso, un texto corto e incisivo que glorifica la astucia política y excusa cualquier medio que sirva para alcanzar el fin definitivo: el poder crudo e inmoderado. Escribe Maquiavelo:
De manera que, ya que se ve obligado a comportarse como bestia, conviene que el príncipe se transforme en zorro y en león, porque el león no sabe protegerse de las trampas ni el zorro protegerse de los lobos.
Hay, pues, que ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los lobos.
El parlamento de Kirguistán [Žogorku Keňesh o Consejo Supremo] está plagado de lobos. Uno de estos personajes lupinos puede verse en la forma de Felix Kulov, [ing] un ex primer ministro del país y líder de la facción Ar-Namys, o “Dignidad”. Habiendo otorgado noblemente su aprobación [ing] a la coalición parlamentaria formada por el jefe del Partido Socialdemócrata de Kirguistán (PSDK) [ing] Almazbek Atambayev, el partido de Kulov, al quedar en minoría, procedió a votar sólidamente contra la propuesta de nombrar presidente de la cámara de diputados al jefe de Ata Meken, Omurbek Tekebayev [ing], con lo que ayudaba a descarrilar la coalición desde su nacimiento; todo en beneficio de la unidad nacional, por supuesto.
En el mundo de metáforas animales de Maquiavelo, Tekebayev, autor de la nueva constitución parlamentaria de Kirguistán, recuerda cada vez más a un cordero sacrificial. Tekebayev, descrito por un medio de comunicación como “trágico personaje político” [ing], ahora se encuentra en una situación lamentable.
Un interesante artículo titulado The Kyrgyz Parliament in Figures [El parlamento kirguís en cifras], del bloguero kirguís Marat Sartpaev, considera [ing] la paradoja matemática que supone la no elección de Tekebayev como presidente de la cámara:
«Me sentí confundido y a la vez divertido al enterarme que la primera coalición había obtenido la mayoría de los votos (67 de los 120 parlamentarios) pero no había logrado que su candidato Omurbek Tekebayev fuese elegido presidente del parlamento. Este fracaso, quizá planeado, revela muchos factores que incluyen, entre otros, un cierto descontento con la candidatura misma de Tekebayev, divisiones internas y falta de integridad dentro de los partidos y el posible papel de los partidos de la ‘oposición’ en la desintegración de la coalición.»
A pesar que el análisis de Sartpaev sobre la aritmética electoral constituye una lectura interesante en sí mismo, es suficiente decir que, además de un voto en bloque por parte de los dos partidos de la ‘oposición’, un cierto segmento de la coalición debe de haber votado en contra de su propio candidato. Sartpaev cita a dos “parlamentarios anónimos de Respublika” que admitieron haber hecho precisamente eso, una asunción compartida [ing] por el analista político Marat Kazakpaev.
Así pues, ¿cuál es la siguiente etapa del proceso? La presidenta Roza Otunbayeva ha transferido ahora el mandato para formar una coalición a Omurbek Babanov [ing], líder de Respublika, la supuesta facción «rebelde» en la última coalición. De este modo, Babanov gozará de la última oportunidad de dar forma a un gobierno bajo sus propios términos antes que se celebren elecciones parlamentarias «sorpresa», una alternativa costosa e indeseable para los cinco partidos en lid, sobre todo porque existe un sexto partido que podría sumarse [ing] a esta mezcla, lo cual reduciría las ganancias para todos los involucrados.
Naturalmente, no sería una conspiración en Asia Central como Dios manda si Rusia no tuviera un papel en esta trama. La columnista de RFE/RL Daisy Sindelar escribió [ing] el pasado noviembre, en lo que podría resultar ser un análisis profético:
“Sin duda, Rusia ha invertido una buena cantidad de esfuerzos en hacer sentir su presencia en el nuevo escenario parlamentario. Prácticamente todos los líderes de los partidos parlamentarios han viajado en algún momento a Moscú desde que se celebraron las elecciones; la única excepción es Tekebayev [de tendencias «prooccidentales»]… Teniendo esto en cuenta, algunos pragmatistas han sugerido que Respublika (cuyo líder, Omurbek Babanov, mantiene fuertes lazos comerciales con Rusia) y los socialdemócratas (cuyo líder, Almazbek Atambaev, consiguió 50 millones de dólares en préstamos rusos después de la revolución de abril) pueden en última instancia encontrar un acuerdo con Ata-Jurt y Ar-Namys (ambos abiertamente pro-Rusia) una estrategia política más adecuada.”
Sin embargo, incluso esta versión de lo ocurrido se ve complicada por el hecho que estos dos últimos partidos son abiertamente contrarios al nuevo sistema parlamentario en sí, y por lo tanto tienen un interés inherente en verlo desmoronarse. Mientras tanto, para los observadores imparciales las maquinaciones que tienen lugar en el principal cuerpo representativo de Kirguistán, y a su alrededor, están tomando un cariz cada vez más extenuante. El editor para Asia Central de EurasiaNet, David Trilling, resume [ing] sucintamente el sentir general: “Inhale profundamente; una vez más.”
Información adicional: Para aquellos que están hartos de leer artículos acerca de las peripecias de los aspirantes a gobernantes del país puede ser un consuelo saber que en Kirguistán también pueden vivirse aventuras no relacionadas con la política. Armado con dos traductores de kirguís y una donación de la fundación Fulbright, Dennis Keen ofrece en su blog keenonkyrgyzstan [ing] una interpretación elocuente y amena de algunos de los aspectos más atrayentes del patrimonio cultural nacional: la cetrería, el juego del komuz y el héroe literario Chingiz Aitmatov.