Con todos los honores de un un funeral de Estado, los panameños despidieron el pasado 22 de marzo, a Guillermo «Billy» Ford, ex Vicepresidente y Ministro de Planificación y Política Económica (1989-1994).
Este fue un sepelio emotivo, en el que Panamá recordó la trayectoria de este político y empresario, a quien se le conocía popularmente como el «Gallo Ronco» por su fuerte voz y ser uno de los fundadores del partido Molirena (su símbolo es el gallo).
La mayoría lo recuerda como defensor de la democracia y fuerte opositor contra la dictadura militar liderada por Manuel Antonio Noriega; rol que quedó plasmado para la historia, con una famosa fotografía [en] tomada cuando era atacado por los defensores del régimen militar.
Condolencias han sido expresadas en los periódicos y en las redes sociales; al mismo tiempo que su muerte ha abierto una vez más la oportunidad de meditar acerca del valor de la democracia, el legado que dejamos durante nuestras vidas y los valores actuales de la sociedad panameña.
Sin profundizar en los detalles de aquella época, Yohel Amat en el blog Así es mi País, recuerda la situación política y el estado de la democracia a finales de la década del ochenta:
“Billy” Ford, junto a Guillermo Endara y a Ricardo Arias Calderón, tuvo la osadía de ser una de las caras de la parte política de un gran movimiento nacional de panameños, hartos de la dictadura de Noriega, de la falta de libertad y de ver como diariamente se pisoteaban todos nuestros derechos.
El movimiento se conoció como la Cruzada Civilista.
Yohel destaca también como Ford se enfrentó a la dictadura:
le ganó un puesto en la historia, el cual debe ser resaltado no sólo ahora sino siempre, y no solo a él, sino a toda esa masa anónima de panameños que se atrevieron a desafiar a los rifles y a los garrotes, armados solo con pañuelos blancos y del sonido de las pailas.
En Contrapunto, en una entrada denominada «De la Muerte, el Kid y Guillermo Ford», el autor de Global Voices Ariel Moreno reflexiona acerca de las reacciones de la sociedad, ante las dos figuras que Panamá perdió por estos días (Ford, el político y Leonardo Alvarado -el Kid- el músico de reggae):
La muerte es lo único que llega con certeza. Sin embargo la forma en que se afronta, la conclusión final que se saca de una vida puede variar por mucho.
Con la muerte de Billy Ford, el Gobierno Panameño decretó el 22 de Marzo como Día de Duelo Nacional. Tanto Ariel en Contrapunto, como Yohel en Así es mi País, destacan que esta fecha de Duelo Nacional no debe tomarse simplemente como un día libre, si no como una oportunidad para reflexionar acerca del legado dejado por un hombre que defendió la democracia.
En el blog mariaemma, la autora también recuerda con respeto el legado de Billy Ford y explica que esta es una parte de la Historia Panameña que no le tocó vivir. Para ella, este fue un período,
donde todavía habían lugar para héroes, personas que tenían los pies en la tierra y luchaban por cosas justas. Una época donde el pueblo estaba unido por un bien común y estaba informado de las realidades que nos sucedían, un pueblo con conocimiento, un pueblo preocupado.
La autora se pregunta:
donde está este pueblo ahora? Solo veo ciertas banderas verbales levantarse, «Prohibido Olvidar» gritan algunos; pero, prohibido olvidar que? La opresión? La situación? La lucha de poder? La libertad? que es lo que está prohibido olvidar? más bien me parece que la gente grita en silencio, prohibido perdonar.
Mariaemma, destaca que si no hay aprendizaje, de nada sirve recordar:
«Gente que murió, héroes olvidados en tumbas vacías, cuerpos desaparecidos, personas torturadas, una época de terror, dicen todos. Pero, que aprendimos de esto?»
Al leer estos tres autores, se destaca un punto de vista en común: todos dejan claro que Billy Ford no fue un santo, ni perfecto, pero fue alguien que en su momento supo defender sus ideales. De una u otra forma, los tres recuerdan la Historia reciente de Panamá y la importancia del legado dejado por aquellos que no se quedan de brazos cruzados frente a las circunstancias que se les presentan.
En Contrapunto, Ariel concluye que:
La muerte de cualquier persona es igual. El corazón deja de latir. La vida por otro lado es lo que cuenta, en lo que se invierte el tiempo en lo que se ponen las ganas en lo que se canta tanto con los labios como con las acciones. Cuenta aquellas cosas que hicimos mientras respiramos no las que se nos quiera atribuir una vez nos llegue el fatal encuentro. He allí la diferencia.