Rusia: Pussy Riot y los tribunales rusos en perspectiva

El 2 de agosto, cuatro días después del inicio del juicio contra las Pussy Riot, comenzó otra audiencia en Ekaterimburgo, la capital del Distrito Federal de los Urales. A diferencia de su más famoso homólogo, este juicio no ha captado la atención ni de la red ni de los medios, a pesar de que, de algún modo, resulta igual de indicativo de los disfuncionales enfoques de Rusia sobre la ley y el orden.

La falta de interés público resulta especialmente curiosa si se considera la extensa cobertura que recibió el incidente original. En 2011, una pandilla contratada compuesta por inmigrantes del Caúcaso atacó supuestamente un pueblo llamado Sagra [ru], a raíz de una disputa local relacionada con un traficante de drogas de poca importancia. Aleksei Navalny comparó a los habitantes de la localidad, quienes lograron defenderse e incluso matar a uno de los asaltantes, con guerreros espartanos [ru].

El grupo de música ruso Pussy Riot durante el juicio en los juzgados de Tagansky, Moscú, Rusia (4 de julio de 2012), foto de Anton Belitskiy, copyright © Demotix.

Por su parte, Navalny ha calificado a las componentes arrestadas de Pussy Riot de “locas” [ru] y a sus acciones de «un ardid publicitario». Esto, parece ser, no le detuvo a la hora de intentar, mediante un ardid propio, tomar partido como testigo en el juicio del grupo [ru], al parecer para dar fe de la «naturaleza política» de la actuación que la banda llevó a cabo el mes de febrero en la Catedral de Cristo el Salvador. El tribunal no permitió que Navalny testificase. Navalny aún no ha realizado ningún comentario sobre el caso Sagra.

Quizá el sentimiento hubiese sido diferente si Evgeny Roizman [en], activista antidroga de Ekaterimburgo, no se hubiese involucrado en el caso desde el principio. Fue en parte su campaña para despertar la conciencia pública tras el incidente lo que actualmente hace que el juicio en sí resulte ‘aburrido’ para la mayoría de rusos. Al principio, se culpó a los habitantes del pueblo, más que a los bandidos, de incitar a la violencia, lo que supuso que rusos «buenos, honestos» tuvieran problemas con la justicia. Actualmente, sin embargo, se juzga a los 23 supuestos miembros de la pandilla [ru].

Aún así, incluso ahora, es desconcertante que el caso Sagra se vea como aburrido o sin importancia. Después de todo, una persona falleció y las vidas y propiedades de personas fueron puestas en peligro. El episodio al completo huele a peligrosas tendencias de anarquía y vacíos de poder en las regiones aisladas. Aunque el ataque en cuestión acabó rápidamente y prácticamente sin derramamiento de sangre, ha habido otros asaltos armados a pequeñas comunidades que no terminaron así –solo se necesita recordar la masacre Kushchevskaya [ru].

El caso es también un buen ejemplo de cómo actúa la justicia rusa –tiene todas las marcas distintivas de la disfunción: un proceso en el que víctimas y perpetradores son intercambiados por capricho, sometidos a la presión pública, y la liberación de algunos de los acusados bajo fianza [ru], mientras un veterano juzgado por el mismo tribunal por un caso diferente y sin violencia lleva alrededor de un año sin poder abandonar la prisión preventiva.

El juicio Sagra incluso cuenta con acusados jurando en la sala y pidiendo que el juez se abstuviese de participar. El juez, por supuesto, se negó. Uno de los acusados fue mordido por un perro de seguridad [ru], mientras que otro es campeón de artes marciales mixtas.

También existen vínculos con la propuesta del senador Aleksandr Torshin de liberalización de la posesión de pistolas [en]. ¿Se habrían podido defender mejor los habitantes de Sagra con pistolas en lugar de con rifles de caza? ¿O habrían tenido los delincuentes mayores facilidades para atacarles, si hubiesen tenido acceso a esas mismas pistolas?

Entonces, ¿por qué los blogueros rusos están pasando esto por alto? ¿Se merece solo un lapso de atención breve? Al fin y al cabo, ya ha pasado un año completo desde el incidente. ¿O tal vez sea que este caso se sitúa lejos de Moscú y, por tanto, no logra colarse en el radar nacional? ¿Tal vez no sea un caso demasiado político, a pesar de la participación de Roizman?

Tal vez la culpa sea como una aproximación peculiar a la presunción de inocencia. Una vez el tribunal de la opinión pública ha condenado a los agresores, quizá el juicio ya no importe. Está claro que no todos los 23 matones contratados comparten la misma culpabilidad. Sin embargo, Roizman los llamó «idiotas» por no pedir perdón [ru], del mismo modo en que se pidió que las Pussy Riot se disculparan (algo que finalmente hicieron [ru]).

El 3 de agosto, el periodista Vladimir Soloviev encabezó en Twitter [ru] las interminables discusiones sobre el juicio de las Pussy Riot: “Nadie entenderá nunca que nuestros tribunales traten a todo el mundo de esta forma”. Hasta que el público no deje de fijarse en un solo caso cada vez y preste atención al panorama legal general, es probable que nada cambie.

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