Casi como las marcas físicas que el conflicto dejó en la ciudad, el daño que quedó en las vidas individuales y en la ciudad como comunidad está curando en muchos lugares— y donde no se cura, parece que al menos se desvanece en el fondo de otras cicatrices, otros desafíos.
Noah Tucker en Registan.net escribe (parte 1 [1], parte 2 [2]) [en] acerca de la situación en Osh, ciudad al sur de Kirguistán, dos años después de los enfrentamientos étnicos [3] [en] entre las comunidades kirguisas y uzbekas.