Casi el 90% [ru] de la producción rusa de gas (y 22% de la producción mundial) tiene su origen en el Okrug autónomo de Yamalia-Nenetsia, ubicado en el rincón noroeste de Siberia. En los últimos meses, blogueros y cibernautas rusos han reaccionado a una serie de recientes cambios a leyes de migración interna dentro de Yamalia-Nenetsia. Lugares en el Okrug como Novy Urengoy y Salekhard, lugar de los mayores campos de gas ahora propiedad [ru] de Gazprom, eran «ciudades cerradas» durante la era soviéitca —lo que significaba que los ciudadanos necesitaban permisos especiales hasta para atravesar la zona.
Estas restricciones han regresado. Es más, estrictos límites migratorios estuvieron en vigor entre 2006 y 2012, pero las divisiones locales de la policía federal no las aplicaban. El año pasado, el Servicio Federal de Seguridad derogó el estatuto [ru] que establecía las reglas para «regímenes limítrofes». Sin embargo, simultáneamente la policía local creó un puesto de control fronterizo de 24 horas afuera de Novy Urengoy, y solicitaba, a todo aquel que no tuviera permiso de trabajo o una invitación de un residente, que solicitaran un permiso especial (que demora un mes en procesarse).
Con las políticas locales aparentemente en desacuerdo, se le pidió a Vladimir Putin que interviniera el mes pasado durante sus extensas conferencias de prensa [ru] en Moscú. Putin le dijo a un reportero de Vologda que una afluencia inmanejable de trabajadores migrantes y de drogas ilegales necesitaba medidas de control de fronteras más estrictas. El presidente de Rusia insistió en que la población local también apoya el regreso de las limitaciones a la migración hacia y a través de Yamalia-Nenetsia.
A comienzos de enero, el Primer Ministro Dmitri Medvedev visitó el Okrug y reiteró el apoyo de Moscú al bloqueo, lo que motivó un artículo [ru] en el periódico en internet Znak.com, con sede en Ekaterinburgo. Ese artículo captó la atención del usuario Svobodoff de LiveJournal, que es contrario al Kremlin, que después blogueó [ru] sensacionalistamente que «¡el Servicio Federal de Seguridad está impidiente el acceso a Yamal a todos los rusos!» Svobodoff sostiene que el apoyo de Putin a la iniciativa es ilegal, y explica que el régimen fronterizo especial de Yamalia-Nenetsia viola el artículo 27 [ru] de la Constitución rusa (que garantiza a las ciudadanos la libertad de trasladarse dentro del país).
Según Svobodoff, el apoyo del Kremlin a las restricciones de migración se relaciona con la importancia de la industria del gas en Yamalia-Nenetsia. Específicamente cita [ru] un reciente acuerdo de coproducción de gas licuado entre Gazprom de Alexey Miller y Novatek de Leonid Michelson —negociado por Putin:
Кремлядь считает этот газ своим, а не граждан РФ. Поэтому Путин, Миллер и Михельсон обо всём договорились и газ уже поделили, не спрашивая граждан. Путин обеспечит закрытие региона-кормушки от лишних любопытных глаз, а Миллер и Михельсон обеспечат наращивание добычи.
Estas perras del Kremlin [kremliad] creen que el gas les pertenece, y no a la ciudadanía rusa. Es por eso que Putin, Miller y Michelson estuvieron de acuerdo en todo esto y ya se dividieron el gas, sin preguntarle a los ciudadanos. Putin impide el paso a esta ganga regional a ojos fisgones, y Miller y Michelson suministran la mayor producción.
Ekho Moskvy volvió a publicar el artículo de Znak.com, y recibió muchos comentarios de los lectores que hacen eco del escepticismo de Svobodoff sobre las medidas fronterizas. Por ejemplo, Vladimir Shilak declaró [ru] que el Kremlin está preparando un «embargo» a nivel nacional con la finalidad de cortar vínculos con Estados Unidos y la Unión Europea e instaurar una nueva «cortina de hierro».
No obstante, a comienzos de diciembre, aparecieron comentarios mucho más comprensivos en un artículo [ru] de Komsomolskaia Pravda acerca del régimen fronterizo en Novy Urengoy, que se tornó más estricto tras un informe de fines de 2012 de la división local de la policía del Ministerio de Asuntos Internos, que reveló que la tasa regional de delito llegó a 64% en el año. Los lectores de Komsomolskaia Pravda, naturalmente un grupo de inclinación menos liberal, a menudo están ansiosos de respaldar los sentimientos racistas de las autoridades, incluso expresando opiniones abiertamente racistas contra trabajadores migrantes de Asia Central.
Por ejemplo, un comentarista menos racista escribió lo siguiente en ruso con mala ortografía:
В Москве тоже надо так сделать. От приезжих только проблемы, и не только от кавказцев и азиатов, но и от русских из других регионов проблем не меньше. А пускать правелно толко по преглошению работодателя [sic].
Debemos hacer lo mismo en Moscú. Los migrantes solamente traen problemas, y no me refiero únicamente a caucasicos y asiáticos —los rusos de otras regiones no son un problema menor. Deberíamos dejar que entraran solamente con invitaciones del empleador.
En el espíritu del nacionalismo ruso, el usuario Vasya respondió al comentario anterior con un rápido insulto, y escribió:
Судя по грамотности вы сами из гастарбайтеров. А кто у нас громче всех кричит «Держи вора»?!
A juzgar por tu gramática, diría que tú mismo eres un trabajador migrante. Siempre es la parte culpable la que grita más fuerte «¡atrapen al ladrón!»
Comentando en el post de Svobodoff, el usuario Igor Eidelman de LiveJournal escribió [ru] que hace poco visitó Yamalia-Nenetsia. Según su experiencia, los únicos extranjeros en la zona eran «perforadores», «instaladores» y «soldadores» altamente calificados. Como la industria del gas puede pagar remuneraciones superiores al promedio para el trrabjo no especializado, la necesidad de trabajadores migrantes baratos es menor en Yamalia-Nenetsia, según Eidelman, y las empresas prefieren contratar ciudadanos rusos.
Cualquiera sea la legalidad de las fronteras internas o la verdadera «narcoamenaza» de los trabajadores migrantes, una cosa es clara: la indignación de RuNet sobre una potencialmente inconstitucional medida represiva a la libertad de movimiento comparte la escena con una fobia [ru] igualmente vociferante (o tal vez más) contra trabajadores de tez oscura del sur. Ya sea que los trabajadores migrantes sean o no responsables por las crecientes tasas de criminalidad, es difícil negar una tendencia populista para culpar a los foráneos. Tal vez sea este fenómeno —más que cualquier depósito de gas— el que las autoridades locales tienen la esperanza de explotar [ru].
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