Vinculan al papa Francisco a la ‘Guerra Sucia’ de la dictadura argentina

La elección del jesuita argentino Jorge Bergoglio como el nuevo papa católico ha planteado preguntas acerca del grado de participación del excardenal con la dictadura militar de Argentina entre 1976 y 1983, incluidas acusaciones de que intervino en el secuestro de dos sacerdotes liberales.

Las acusaciones que persiguen a Bergoglio, el primer argentino y primer latinoamericano en ser elegido en la historia, no son nuevas, pero llegan en un momento crítico para la Iglesia católica, que lucha por mejorar su imagen a nivel mundial.

En enero de 2011, Hugh O'Shaughnessy [en] escribió una columna para The Guardian, en donde se refiere a los “pecados de la Iglesia argentina” durante la ‘Guerra Sucia‘ del país:

[…] Durante años ha estado claro que las posiciones más altas de la Iglesia argentina contenían «muchas ovejas perdidas en la selva», hombres que habian comulgado y apoyado la inenarrablemente brutal dictadura militar que con respaldo de Occidente tomó el poder en ese país en 1976 y lo explotó durante años. No solamente los generales masacraron a miles injustificadamente, a menudo arrojándolos de aviones sobre el Rio de la Plata y vendiendo sus hijos huérfanos al mejor postor, también asesinaron al menos a dos obispos y muchos sacerdotes. Aun así, a pesar de la ejecución de otros hombres de sotana, no se hizo nada para restar el apoyo de importantes clérigos, incluidos representantes de la Santa Sede, a la criminalidad de su líder, General Jorge Rafael Videla y sus subordinados.

Hayes Brown en Think Progress [en] explicó la supuesta participación de la Iglesia con el régimen:

Años después. un sacerdote le dijo a un panel de jueces [en] que en ese tiempo, la Iglesia estaba “escandalosamente cerca de la dictadura”, se hizo de la vista gorda, “a tal punto que diría que fue en un grado inmoral”. El exdictador argentino Jorge Videla sostuvo en una entrevista, años después de haber dejado el poder, que a la Iglesia se le “consultaba” definitivamente [en] a lo largo de la represión. Eso incluía ofrecer sus buenos oficios y desalentar a las familias de buscar a parientes que habían “desaparecido”.

En un artículo para Global Post [en], publicado el 13 de marzo de 2013, John Otis explicó una de las acusaciones dirigidas a Bergoglio:

Image from Wikimedia Commons, by  presidencia.gov.ar, under Creative Commons license  (CC BY-SA 2.0)

Imagen de Wikimedia Commons, de presidencia.gov.ar, con licencia Creative Commons (CC BY-SA 2.0).

Ciertamente, un abogado argentino en 2005 presentó una queja donde acusaba a Bergoglio de estar involucrado en el secuestro en 1976 de dos sacerdotes jesuitas liberales, un episodio narrado en el libro El Silencio, del periodista argentino de investigación Horacio Verbitsky.

Bergoglio ha negado largamente toda participación. Y después de ser desginado arzobispo de Buenos Aires en 1998, trató de enmendar errores. Insistió que los funcionarios católicos en Argentina usaran prendas que simbolizaran arrepentimiento por los pecados cometidos por el clero durante la dictadura.

Los Angeles Times [en] informó sobre la queja contra Bergoglio en 2005.

Elizabeth Kate Switaj armó un post en Storify [en] titulado “El papa Francisco y la dictadura militar de Argentina”. Cita a la bloguera Flavia Dzodan (@redlightvoices), que tuiteó ampliamente sobre el tema el 13 de marzo de 2013. En un tuit, Dzodan preguntó:

@redlightvoices: ¿Hablo del Papa con «odio»? ¿Qué hay de las vidas perdidas de 30,000 desaparecidos, torturados, muertos? ¡No se merecían algo mejor?

Elizabeth también destacó un tuit del periodista y escritor argentino Ariel Silvera (@ariel_silvera):

@ariel_silvera: En serio, amigos, ‘si de verdad lo hizo’, era parte de la jeraraquía durante la dictadura. *TODOS* son culpables y no trato…

@ariel_silvera: … de enseñar una clase de Historia Argentina básica. Disculpen que los enlaces no estén en su idioma preferido. #sorrynotsorry [lo siento, no lo siento]

El escritor canadiense I. Giraud (@BlueShoes55), a quien Elizabeth citó en su post, señaló en Twitter que no todos han estado celebrando:

@BlueShoes55: Varios amigos latinoamericanos no están celebrando: el papa Francisco aparentemente jesuita conservador; no habló en contra de la dictadura argentina.

Asteris Masouras también reunió un post de Storify [en] con reacciones similares.

El periodista argentino de investigación Horacio Verbitsky ha informado sobre la participación de la Iglesia Católica en la dictadura de Argentina durante años. La cuenta de Twitter con su nombre (@VerbitskyH) ha compartido numerosos artículos publicados en el periódico Página12 sobre la participación de Bergoglio con la dictadura, incluido un artículo con cinco testimonios que «confirman el rol» que tuvo el ahora papa Francisco en esos años.

Como ya se señaló, Bergoglio ha negado estas acusaciones. La periodista Sandra Crucianelli (@spcrucianelli) tuiteó:

@spcrucianelli: En el libro «El jesuita», #Bergoglio negó haber sido cómplice del secuestro de dos curas de su entorno. http://www.perfil.com/sociedad/Bergoglio-y-los-70-las-explicaciones-sobre-su-rol-en-la-dictadura-20130313-0038.html …

A lo que el usuario Grachy (@Grachy24) en Twitter respondió:

@Grachy24: @spcrucianelli y que esperabas que diga SI YO TUVE QUE VER!!! mmmmmmmm

No obstante, muchos argentinos han salido en su defensa.

Mario Pergolini (@PergoliniOK) se refiere a la relación del gobierno actual con Bergoglio y escribe:

@PergoliniOK: Es impresionante como están tratando de difamar a Bergoglio en las redes sociales. Evidentemente, para los k ha sido un golpe durísimo!

Y Carlos Burgueño (@cburgueno) advierte:

@cburgueno: Ojo con bucear mucho sobre lo que hizo Bergoglio en la dictadura, no vaya a ser que haya salvado a muchos más que todos ustedes juntos.

Por su parte, el ganador del Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel le dijo a BBC Mundo que Bergoglio no tuvo vínculos con la dictadura: «A Bergoglio se le cuestiona porque se dice que no hizo lo necesario para sacar de la prisión a dos sacerdotes, siendo él el superior de la congregación de los jesuitas, pero yo sé personalmente que muchos obispos pedían a la junta militar la liberación de prisioneros y sacerdotes, y no se les concedía. Les decían que sí y luego no se las daban».

4 comentarios

  • yo solo le digo a todos los catolicos que leen las criticas al papa Francisco I:
    Dejenlos gritar y llorar, lo cierto es «que si los perros ladran es que vamos caminando». Los anticlericales, los anti iglesia católica, siempre hablaran de lo se hace, y hasta de lo que no se hizo. Su unico movil es el odio a la Iglesia. Dejenlos sacar su veneno, el pez por la boca muere.

  • Complicidad de la Iglesia con la Dictadura (1966-67)

    En oportunidad de irrumpir la Dictadura de Ongania (1966-67), en el seno de las instituciones de educación superior dependientes del Arzobispado argentino se registraron algunos actos de resistencia que tuvieron más luego repercusiones políticas. A continuación reproducimos aquellos eventos que consideramos tuvieron alguna relevancia. Una Ceremonia (La Razón, 29-VIII-1966) Bendijo el Cardenal Caggiano la nueva sede de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Católica en presencia del Ministro del Interior. Destacó el Rector Monseñor Derisi, el prestigio logrado por la institución de alta enseñanza. A su vez el Padre Mercedario Juan V. de la Vega dijo que “debemos rehacer la Patria” y que “ésta es la última oportunidad que Dios nos concede para ello”. Sostuvo también que la Iglesia jamás estuvo ausente, aún en los momentos más difíciles, en aportar soluciones a los grandes problemas nacionales. Un joven reclamó de viva voz la libertad de los estudiantes detenidos y manifestó su apoyo a la autonomía universitaria. Los detalles. El Cardenal Primado doctor Antonio Caggiano, en su calidad de Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, presidió anoche el acto inaugural de la nueva sede de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de dicha institución de enseñanza superior y cuya construcción data de 1601. ………………………………………………………………………………………..l Actualmente se encuentra bajo la custodia de los Padres Mercedarios. Además, el Arzobispo de Buenos Aires, a quien acompañaban el Ministro del Interior e interino de Educación y Justicia, doctor Enrique Martínez Paz –que concurrió en representación del jefe del Estado, teniente general Juan Carlos Ongania—y el titular del Consejo de Administración doctor Carlos Pérez Companc, bendijo las instalaciones de la casa de altos estudios. Seguidamente el Rector, monseñor Octavio N. Derisi, hizo notar que la Universidad poseía 12 Facultades, varios institutos, mas de 750 profesores y alrededor de 4.000 alumnos. No se ha limitado –dijo—a los cursos normales de las carreras, ha creado cursos superiores para graduados en diversas disciplinas como los abogados de empresas, y tres tipos de doctorado en derecho, los de investigación operativa en Ingeniería, los cursos especiales para las Fuerzas Armadas, y últimamente cursos para directores y gerentes de empresa. ………………………………………………………………………………………….. Concluyó [el Prior] formulando la siguiente pregunta al Purpurado: ¿No habrá llegado ya el momento oportuno para que la Basílica de la Merced se reintegre para completar el Convento Grande de San Ramón? No sé lo que Dios reserve para el futuro, pero personalmente creo, pienso, que vuestra eminencia debe crearnos la parroquia universitaria”. Al terminas su discurso el Padre de la Vega se produjo un incidente protagonizado por el alumno Eduardo Saguier que prorrumpió gritando: “¡Que se libere a los estudiantes detenidos¡ ¡Viva la libertad y la autonomía universitaria¡ Varios jóvenes rodearon en esas circunstancias al nombrado y forcejeando con el mismo lo alejaron del lugar, restableciéndose la calma. A continuación el cardenal acompañado por las autoridades mencionadas, monseñor Derisi, el decano de la Facultad Dr. Francisco Valsecchi, otros miembros de la Universidad, ayudantes de autoridades militares, el escribano mayor de gobierno Jorge Garrido, el párroco de la Merced y varios invitados especiales recorrió las aulas y salones que han sido restaurados dentro del estilo colonial. Fuente: La Razón, 29-VIII-1966

    Cartas desde el exilio Chileno (1967) ESTUDIANTES En virtud del silencio que se impusiera a sí mismo sobre los conflictos existentes en su institución el rector de la Pontificia Universidad Católica “Santa María de los Buenos Aires”, Monseñor Dr. Octavio N. Derisi, en el reportaje que le hiciera la revista de su digna dirección cumplimos con el deber de informarle de los acontecimientos que han llevado a dicha institución a la crisis presente que padece. Infinidad de actitudes, individuales y colectivas, formales e informales, signaron este largo proceso. Ya en 1964 los estudiantes de Derecho Pedro González Trabucco, Rubén Mendoza y Miguel A. Sejem manifestaban en la Declaración de Principios del Movimiento de Acción Comunitaria de Extensión Social (A.C.E.S.) lo siguiente: “No podemos conformarnos con una Universidad llamada no sin sentido ulterior ´privada´, sujeta a la beneficencia también privada, y a los peligros que de ella se derivan. Los inconvenientes económicos de su mantenimiento, bien se sabe, traen un aumento arancelario excesivo que vedan o dificultan el ingreso o la permanencia a los estudiantes de vastos sectores del pueblo. El peor mal que puede aquejar a una casa de estudios católica es la de ser clasista, siendo el dinero un factor relevante…Como católica debe ser de todos; estar espiritualmente y de hecho al lado de los que padecen necesidades como siempre lo sostuvo Cristo”. Con motivo de ella el Rector reunió a los alumnos de todos los cursos para afirmar que tal Declaración obedecía a la debilidad del Decanato y para enrostrar a sus firmantes delante de sus compañeros la condición de becario que gozaba uno de ellos. Como es de suponer renunció el Decano, Dr. Bidart, más luego a pedido del Rector retiró su dimisión al cargo. Con respecto a los alumnos, les pidió una retractación bajo amenazas de expulsiones. De ahí en adelante A.C.E.S. vio trabado permanentemente su accionar tanto en lo que hace a los Boletines donde se denunciaba el creciente autoritarismo, clasismo y profesionalismo en que estaba cayendo nuestra universidad como en lo que se refiere a las conferencias, que a diferencia de los permisos brindados al R.P. Meinvielle y al denominado Instituto de Sovietología, prohibiéronse los del R.P. Gera, decano de la Facultad de Teología, y las del Pbro. Mejía, profesor de la casa y perito conciliar.

    Finalmente la misma existencia de A.C.E.S. fue vedada en nuestra casa de estudios. En 1965, 45 estudiantes del penúltimo curso de la Escuela de Administración fueron severamente amonestados por reclamar con energía la reimplantación del turno nocturno, uno de los factores condicionantes de la actual estratificación social de su población, y las inquietudes que algunos de sus miembros elevaran al rector y a uno de los visitadores apostólicos fueron desatendidas. Cabe decir que lo mismo aconteció con los memoriales presentados por A.C.E.S. y los estudiantes de Sociología. En el mes de septiembre, el director y cuerpo de profesores de la Escuela de Sociología conjuntamente con el centro de estudiantes de la misma, A.C.E.S., y otras entidades católicas se vieron en la obligación de esclarecer a la opinión pública sobre el significado y entronque del moderno concepto del cambio social dentro de la Doctrina Social de la Iglesia (La Nación, 8-IX-65).

    Dicha actitud mereció de las autoridades severas amonestaciones a sus autores y la sanción de la conocida Ordenanza XXIV. Durante el pasado año los aumentos arancelarios motivaron a o0tro numeroso grupo de alumnos de diversas facultades a indagar por los ocultos balances anuales de la Universidad la tan mentada situación deficitaria. Pactose una tregua merced a la intercesión de algunos miembros del Consejo Superior, y posteriormente, uno de dichos estudiantes, luego de citado a comparecer frente al Rector, fue severamente amonestado por retirarse de dicha citación. Abandono este provocado por el descomedido trato sufrido. El patrocinio de nuestra universidad a las conferencias del profesor Frederick D. Wilhelmsen (La Nación, 4-VIII y 9-VIII-66) y la disociasiva disertación del Dr. Estanislao del Campo Wilson en nuestra casa de estudios (La Nación, 28-VI-66) caldearon los ánimos. La conferencia pronunciada en 1962 por el entonces Ministro de Economía e interino del Interior, Ing. Alvaro Alzogaray (La Nación, 4-X-62), los conocidos cursos para oficiales de las Fuerzas Armadas inaugurados el ante-año próximo pasado, el gran número de profesores que aceptaron cargos en el gobierno de facto instaurado en el país, la visita del rector al Gral. Ongania a los cuatro días del golpe militar (La Nación, 2-VII-66), la declaración publicada con motivo de la intervención a la Universidad de Buenos Aires por nuestro Consejo Superior (La Nación, 6-VIII-66) y el cursillo que sobre el Acta y Estatutos de la Revolución Argentina dieran en nuestra casa de estudios los Dres. De Pablo, Bidart y Estrada (La Nación, 28/29/30-ix-66) nos fue revelando una abierta complicidad de nuestra universidad con la Revolución Argentina. Complicidad que se acentúa con las amonestaciones recibidas por 42 profesores de la Facultad de Ciencias Económicas y con la suspensión de 78 alumnos de Sociología, Administración y Derecho en virtud de declaraciones públicas de condena a dicha intervención (La Nación, 6-VIII-66 y La Prensa, 7-VIII-66). Fue entonces que dirigentes de la Liga Humanista y de Derecho, Administración y Sociología de la U.C.A. conversaron con autoridades de F.E.U.S. y F.E.U.C.A. a los efectos de lanzar una declaración conjunta. Frustrada ésta por la amenaza de ambos rectores sólo se celebraron dos misas, casi a hurtadillas, por el alma de Pampillón. En el mes de agosto en un acto que contaba con la presencia del ex ministro del Interior Dr. Martínez Paz y el Arzobispo de Buenos Aires Cardenal Caggiano, y a renglón seguido de un discurso del Prior de los Mercedarios un estudiante de 5º año de Administración y 3º de Derecho, Eduardo Saguier, reclamó a viva voz la libertad de los estudiantes presos y la autonomía universitaria. Ello le significó dos años de suspensión en ambas carreras. Cabe consignar que dicho Prior dijo entre otras cosas: “Esto que se está dando en llamar la Segunda República es la última oportunidad que Dios nos concede para rehacernos en el plano institucional, moral, económico e intelectual. La opción sólo puede ser por uno de los dos términos del dilema: el orden o el caos” (La Prensa y La Razón, 30-VIII-66).

    En el mes de septiembre el Consejo Superior rechazó la propuesta, a un estudiante, para una ayudantía de cátedra por el motivo de haber firmado la anterior declaración. Ese mismo alumno, Enrique Amadasi, presidente a la sazón del Centro de Estudiantes de la Escuela de Sociología, fue luego suspendido por el término de un año al expresar en el Boletín del Centro que “se nos ha prohibido lo más grande que tiene el interesado en problemas humanos: el hablar, el llevar nuestro propio mensaje, lo que equivale a prohibir el pensamiento. Era lo último que nos quedaba como universitarios, como católicos y como argentinos”. Por esa época, la revista estudiantil Reencuentro, dirigida por Carlos Grosso, de Letras, fue erradicada de circulación y suspendida en adelante su publicación por orden del rector. La Asociación de Estudiantes de Sociología, entre tanto, elabora los “Pasos a seguir en orden a lograr algunos cambios significativos en la universidad” ocupando el principal lugar la institucionalización de la libertad académica mediante la provisión de las cátedras por concurso en virtud del derecho natural del alumnado de aprender y escuchar en sus mismas universidades disciplinas y profesores con puntos de vista contrarios o diversos sin discriminación alguna por razones de orden racial, político, ideológico o religioso, pues tratase de una universidad agnóstica o de una dedicada a un credo único siempre se trata de una necesidad interna de síntesis ecuménica.

    Asimismo eleva, al igual que el cuerpo de profesores, un memorial a los obispos reunidos en la Conferencia del Episcopado Nacional donde entre otras cosas dice: “Creemos expresar con justeza nuestro pensamiento si decimos que la Universidad Católica Argentina no es plenamente una universidad, y creemos llegar al fondo del asunto si agregamos que ello obedece a que no es plenamente católica, todo lo cual lleva a no ser tampoco plenamente argentina”. Más luego expresa: “La autoridad jerárquica ha adquirido características autoritarias y paternalistas totalmente reñidas con el sano ideal de la autoridad que alientan la apatía de unos y la rebeldía de otros, que tienden a acallar el sano dinamismo de los cuerpos intermedios de la universidad y pretende imponer una suerte de uniformidad de ideas, métodos, y criterios, generalmente algo rígidos, lo cual choca contra el espíritu de comunidad y de diálogo que debe imperar en todo centro de estudio y de investigación como condición previa para que del esfuerzo de todos surja y se proclame la luminosa verdad… La universidad tiende a convertirse así en una “torre de marfil” en la cual no resuenan “el gozo y la esperanza, el dolor y la angustia de los hombres de este tiempo, sobre todo de los pobres y afligidos de todas clases´”. Termina expresando: “La Universidad Católica Argentina, salvo excepciones, se proyecta muy débilmente sobre la sociedad que la rodea, ilumina muy pobremente y escruta muy escasamente ´los signos de los tiempos´, se adapta muy poco ´a las perennes interrogaciones de los hombres´ ni ´conoce ni entiende el mundo en que vivimos, sus expectativas, sus deseos y su condición a menudo dramática´”. Pese a todo ello el Episcopado confirma al rector dándole un voto de confianza (La Nación, 20-XII-66). Sobrevino luego la prohibición del ciclo de conferencias a cargo del Lic. Hugo Callelo, sobre el tema Cambio Social, aduciendo para ello el Dr. Valsecchi, determinados antecedentes ideológicos del orador. A continuación suspendiese a un alumno del último curso de Sociología, ex presidente de su asociación de estudiantes –Juan José Llach—por los siguientes términos de su renuncia a un cargo del centro, publicada en su Boletín, a saber: “La conducción actual de la Federación ha absorbido ahora nuestros símbolos de protesta y se embandera con ellos. Pero se trata tan sólo de los símbolos pues la Universidad espantosamente burguesa que somos lo seguirá siendo quizás por mucho tiempo…” Ante este hecho el claustro de profesores envía al Consejo Superior por intermedio del Rector un pedido de revocatoria de la sanción que no sólo no es cursada al órgano destinatario sino que es devuelto por considerar improcedente sus términos. Coincidentemente con la publicación de un semanario se revoca dicha sanción. Esta, no está demás decirlo, afirmaba que nuestra Universidad es autocrática, sectaria y clasista, y carece de libertades académicas, igualdad de oportunidades en el acceso a sus claustros y autonomía con respecto a la Jerarquía Eclesiástica (Confirmado, número 72). Pero a partir de estos hechos y como culminación de muchos otros se suceden renuncias masivas de profesores en solidaridad con la del Director del Departamento de Sociología Dr. José E. Miguens (La Nación, 17-XII-66). La Universidad, entonces, los acusa públicamente de no actuar limpiamente (La Nación, 20-XII-66, La Prensa, 21-XII-66).

    Posteriormente, el Consejo Superior suspende por el término de un año a tres alumnos del 2º curso de Sociología –Carlos Prego, Fernando Perera y Roberto Martínez–, miembros del Consejo Directivo de la revista del Centro, en virtud de la orientación impresa en ella donde estos mismos alumnos habían publicado una carta dirigida al rector del siguiente tenor: “quizás haya errores en nuestra concepción de la Universidad; pero si hay algo de lo que estamos íntimamente convencidos es que ésta sólo puede surgir de la libre confrontación de las ideas, y que la coacción y la represión siempre fueron caminos burdos para lograr su fuerza, aún cuando aquéllas estuvieren contaminadas por el equívoco. Por ello no creemos defender slogans cuando proclamamos vigorosamente la exigencia de la libertad académica, de pensamiento y de expresión, sin discriminaciones ideológicas; y como miembros de la Universidad Católica Argentina lo sabemos muy bien, porque vivimos su necesidad demasiado frecuentemente. Por eso hoy no podemos acallar nuestra voz…porque somos partidarios de la crítica leal y abierta más que de la obediencia obsecuente; porque las conciencias no pueden silenciarse indefinidamente. Y, sobre todo, porque somos responsables de la publicación que hoy provoca la injusta sanción de un compañero, que afecta sus estudios, si situación en la Universidad, y su dignidad como persona. Somos responsables de ese delito y lo seguiremos siendo, pues estamos moralmente obligados a ello. Porque no creemos que sea delito crear una publicación al servicio de la libre expresión de las ideas mientras ellas no afecten la moral, máxime cuando expresan toda una trayectoria existencial y pueden colaborar efectivamente al bien común de la institución, aunque duelan como duelen muchas realidades, tristes pero ciertas. Y porque nuestras conciencias nos impiden seguir confirmando con nuestro silencio un tal estado de cosas, con visas de prolongarse indefinidamente, apilando injusticia sobre injusticia”. Como colofón a todo este repertorio de arbitrariedades se suceden las declaraciones agraviantes a la persona del R.P. Justino O´Farrell por parte del Rector de la Conferencia del Episcopado Nacional, la toma de partido de la Universidad en un diferendo suscitado en el seno de la Iglesia (La Prensa, 21-XII-66), nuevas renuncias de profesores y la guardia de asalto policial en las puertas de la Facultad solicitada por el señor Decano –en resguardo de una supuesta ocupación que jamás estuvo en el ánimo de sus alumnos–. A fines del año el Rector manifestó, en un acto de inauguración, aclarando “sobre algunos casos desagradables aparecidos en los periódicos” que “no era posible que tantas cosas fueran indiferentes al espíritu del mal. Si tenemos que morir, moriremos por la verdad” (La Nación, 20-XII-66).

    Últimamente, las declaraciones del rector en la revista Criterio y en el semanario Esquiú y las falsas ponderaciones logradas de una publicación de esta capital (Primera Plana, N.221) nos confirman plenamente en nuestra actitud. Por todo lo anterior se produce un éxodo masivo de estudiantes, unos hacia Chile, los más hacia la UBA y el Salvador. Sobre estos últimos sólo se conocen los impedimentos formulados en forma de equivalencias, debido a presiones de la Curia, que harían imposible dicho traslado. Guillermo Salatino, 3º Sociología Eduardo R. Saguier, 5º Administración Daniel Cormick, 3º Sociología Fuente: Inédito (Buenos Aires), año I, n.16, del 12 de abril de 1967, pp.30-31 Cartas desde Chile (Propósitos, n.197, Buenos Aires, 20-VII-1967; y Confirmado, Buenos Aires,10-VIII-1967, p.76)

    Santiago de Chile, junio 20 de 1967 Sr. Director de Propósitos De nuestra mayor consideración: De resultas de la honda crisis recientemente desencadenada en la Pontificia Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires” con motivo de la larga y penosa lucha contra su estructura altamente clasista, dogmática, autocrática y profesionalista, y que culminara en el despotismo hecho sistema por sus autoridades merced al voto de confianza que a las mismas brindara la 16ª sesión de la Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino (La Nación, 20-XII-66) tácitamente confirmada por la última Asamblea Extraordinaria del mismo celebrada en Embalse Río Tercero, Provincia de Córdoba, los abajo firmantes, voluntariamente exilados en este país hermano de Chile, hacemos pública la denuncia elevada a la Asociación Internacional de Universidades Católicas, la Unión de Universidades de América Latina, la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades de la Santa Sede, la Unión Internacional de Estudiantes, la Confederación Latinoamericana de Estudiantes, la Federación Universitaria Argentina, la Unión de Federaciones de Universidades de Chile y la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica de Chile, con el fin de poner en conocimiento lo siguiente: 1º) Que a los 42 profesores de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas amonestados por condenar públicamente la intervención a las Universidades estatales; a los 78 alumnos de Sociología, Economía y Derecho suspendidos por idéntico motivo; a la liquidación de los periódicos estudiantiles “Reencuentro” y “Sociología”; a los carros de asalto de la Guardia de Infantería apostados en las puertas de la Universidad a solicitud del Decano Dr. Valsecchi; a la suspensión por dos (2) años del alumno Eduardo R. Saguier y por uno a los alumnos Roberto Martínez, Fernando Perera y Carlos Prego, hechos todos ocurridos con anterioridad al voto de confianza otorgado por el Episcopado Argentino, viene a sumarse hoy la suspensión por un año del casi egresado alumno del Departamento de Sociología, Juan José Llach, con pérdida de la medalla de oro y recepción de su diploma en público, por el solo acto de refutar falsas apreciaciones hechas sobre la universidad por parte de un semanario de Buenos Aires (Primera Plana, 4-10/IV/67); 2º) Que el Departamento de Sociología de la Universidad Católica Argentina, destruido durante el año próximo pasado por haber resistido el autoritarismo del Rector –como lo corroboran las renuncias de 29 profesores que constituyen el 95% de su cuerpo docente específico—subsiste hoy con el beneplácito de ambas Asambleas del Episcopado Argentino en el fraude más inescrupuloso e impune y en un clima de terror para la libre expresión de las ideas, atestiguado por el reciente éxodo voluntario de treinta (30) de sus doscientos (200) alumnos a la Universidad del Salvador (Buenos Aires), seis (6) a la Universidad Católica de Chile (Santiago) y otros a diferentes instituciones del país y el extranjero; 3º) Que el Cardenal Caggiano, tras haber obtenido para las autoridades de la Universidad un voto de confianza de la Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino (La Nación, 20-XII-1966), incurre –en las declaraciones formuladas en un acto específicamente universitario (La Prensa, 20-XII-1966)—en la total confusión de su rol de Arzobispo de la Iglesia Católica con el de Gran Canciller de la Universidad, erigiendo a esta en tribuna de los diferendos suscitados en el seno de la Iglesia, confusión que convalida de inmediato el Consejo Superior tomando partido en ellos (La Prensa, 21-XII-1966); todo lo que sumado a una serie interminable de arbitrariedades ha herido profundamente la autonomía universitaria, la cual aunque bajo una necesaria coordinación y planificación central exige total independencia tanto del control estatal como del eclesiástico, pues trátese de una universidad agnóstica como de una confesional siempre ha de satisfacer una permanente necesidad interna –esencial a la naturaleza filosófica del espíritu universitario—de acelerada síntesis ecuménica en todas las dimensiones de la composición social, racial, religiosa y nacional y del conocimiento científico, artístico, filosófico y teológico; 4º) Que el Episcopado Argentino tanto en la Asamblea Plenaria celebrada en Buenos Aires a fines del año próximo pasado como en la Asamblea Extraordinaria celebrada en el presente año en Embalse Río Tercero, Provincia de Córdoba, ha convalidado con el voto de confianza otorgado a las autoridades de la Universidad Católica (La Nación, 20-XII-1966) la declaración del Consejo Superior de ésta con motivo de la intervención a las Universidades estatales (La Nación, 6-VIII-1966), donde en base a falsos criterios de preservación ideológica y perpetuación elitista se avala la conculcación de la autonomía universitaria y la violación de las libertades académicas con que se ha sumido a nuestro pueblo en un más acentuado subdesarrollo intelectual y acrecentado limitacionismo educativo, que agudiza la relación de dependencia con el imperialismo cultural de los centros del mundo y las oligarquías consulares porteñas, alimentando así el éxodo de científicos y técnicos, la caza del éxito, el prestigio, el poder y el dinero a través de las cátedras, la investigación y cultura importadas y la recreación de “fábricas de títulos” y “torres de marfil”, en detrimento de la formación de un hombre nuevo que dé lugar a la personalidad del argentino del mañana para la comunidad de una Latinoamérica integrada y un mundo donde reine la Paz y la Justicia. Sin otro particular, le agradecemos infinitamente la atención y le saludamos muy atte. Patricio Biedma, 5º Sociología Daniel Cormick, 3º Sociología Fernando Perera, 3º Sociología Hugo Perret, 5º Sociología Carlos Prego, 3º Sociología Eduardo R. Saguier, 5º Economía, 3º Derecho Guillermo Salatino, 3º Sociología P.D. Para cualquier referencia dirigirse a Patricio Biedma, J. Miguel de la Barra 536, Dpto. 501, Santiago de Chile Fuente: Propósitos, n.197, Buenos Aires, 20-VII-1967 y Confirmado, 10-VIII-1967, p.76)

  • william

    «El que esté sin pecado que tire la primera piedra». En los años que llevo de vida siempre he escuchado la misma cantaleta de críticas a la Iglesia. Mi abuelo me enseñó que el tren de carga mientras más vacío más ruido hace. Mientras la Iglesia sufre en silencio seguimos caminando por el sendero duro del calvario que Cristo nos dejó, pues desde su nacimiento la Iglesia ha sido perseguida, no hay que preguntarse hoy ¿Por qué la iglesia es perseguida? si ya sabemos la respuesta. Ánimo Iglesia, «dulce et decorum est pro Christo mort».

  • DEUDA de la IGLESIA CATÓLICA con la DEMOCRACIA y la CULTURA en ARGENTINA.*

    En el diagnóstico de la aguda decadencia y de la crisis general que desde hace medio siglo padece Argentina, es esencial comprender la pesada hipoteca contraída por la Iglesia Católica con la democracia, la cultura y la ciencia.

    En efecto, en el origen de la decadencia argentina contemporánea jugaron un rol determinante tanto los factores económicos como los políticos, culturales y sociales. La crónica y senil vinculación de los golpes militares con el aparato burocrático de la Iglesia Católica (1930, 1943) fue un elemento decisivo para volver a incursionar en el control de la inteligencia y agravar así dicha decadencia. A diferencia del Golpe ocurrido en Brasil en 1964, el golpe producido en Argentina un par de años más tarde, en junio de 1966, hace hoy medio siglo, se destacó por su ataque al pensamiento libre y por enrolarse en lo más oscurantista de la Guerra Fría, que lo diferencian entre otros del mal llamado Golpe del 55, que fue en realidad una cruenta insurrección cívico-militar-religiosa que también contó con una guerra intestina de baja intensidad (fusilamientos de 1956 y salidas electorales proscriptivas).

    Ciertamente, la particularidad del incruento golpe palaciego de 1966 fue su íntima asociación con los más altos elencos de una burocracia eclesiástica afín a dicha Guerra Fría –que se había agravado en 1956 con la invasión soviética de Hungría– y que había logrado a fines de la década del 50 dividir al estudiantado argentino en el conflicto entre la educación laica y reformista (restaurada en 1955) y la mal llamada enseñanza libre y sus nuevos reductos pertenecientes a la Iglesia (que cobijaron a los docentes universitarios expulsados en 1955).

    En ese preciso sentido, la indiferencia de la Iglesia con La Noche de los Bastones Largos (29-VII-1966) –catástrofe cultural que originó un éxodo profesoral y científico de ribetes bíblicos– y el apoyo explícito a la Declaración del Consejo Superior de la Universidad Católica a favor de la intervención producida en las universidades estatales (La Nación, 6-VIII-1966), por parte de la Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino, reunida en la localidad cordobesa de Embalse Río Tercero (La Nación, 20-XII-1966), vinieron a convalidar la conculcación de la autonomía universitaria y la violación de las libertades académicas. Este funesto aval institucional comprometió históricamente a la Iglesia Católica, y desde entonces ese aciago contubernio nunca fue revisado, reprochado ni repudiado.

    Esa complicidad con la represión por parte del Episcopado argentino fue gestando una contradicción interna que no solo derivó en la persecución de los que resistieron, sino que dividió las filas de su feligresía al extremo de generar un muy juvenil foco insurreccional, que sin haber transitado por la anatematizada “democracia burguesa” pasó primero a la clandestinidad y luego del Cordobazo (1969) –cuando ya la dictadura se encontraba políticamente derrotada– apeló a una tardía lucha armada.

    Nunca las posteriores asambleas y conferencias episcopales hicieron precisa autocrítica ni abjuraron de su pasado oscurantista. El trauma y la psicosis generadas distorsionaron el imaginario colectivo así como las conductas individuales y corporativas, agraviando los valores que hacen a la evangelizadora y secularizadora separación de la iglesia y el estado, al ejercicio de las libertades de pensamiento, investigación y prensa, a la división republicana de poderes, a la independencia de los jueces y de los periodistas, a la educación laica y reformista, al monopolio estatal de la violencia legítima, y a la producción y difusión de saberes independientes del estado, de la iglesia y del gran capital.

    Posteriormente, tras un interregno populista de democracia plebiscitaria (1974-76), estos traumas desataron complicidades aún más graves, que incluso incurrieron en el terrorismo de estado, en delitos de lesa humanidad y en aventuras irredentistas alimentadas de un hipertrofiado mesianismo nacionalista (Malvinas), que aunque luego condenadas por las autoridades eclesiásticas, nunca remontaron la responsabilidad histórica de los mismos a la trágica Noche de los Bastones Largos.

    Con la democracia recuperada en la década del 80, el trauma gestado en las elites y en el inconsciente colectivo por los crímenes del Proceso y la derrota militar en Malvinas dejó una marca indeleble cuyo origen histórico tampoco fue indagado. Y una vez desplomado el Muro de Berlín e instaurado el Consenso de Washington se impuso una forzada anemia y una privatización generalizada que burocratizó el mérito académico, cuantificó la evaluación de la producción científica, y consolidó un mandarinato universitario preñado de una endogamia incestuosa y de una sumisión corporativa. Con los fondos provenientes de préstamos externos, la intelectualidad argentina del más alto nivel, la de los científicos, se hundió en el fango de una descomposición tornada luego en metástasis.

    Finalmente, estamos hoy frente a la increíble paradoja que tras una corrupción sin límites, la nueva dirigencia del país ha confirmado las autoridades que orquestaron el organigrama de la ciencia y de la educación superior así como la metodología de su vasallaje moral, ideológico y político, que aún hoy carece de fecha de vencimiento.

    Entendemos entonces que para lograr la recuperación de la conciencia moral e intelectual perdida hace ya medio siglo es imprescindible que las autoridades locales de la Iglesia Católica recapaciten públicamente, y luego profesen un inaugural acto de arrepentimiento histórico, pues de lo contrario y como asevera un sabio refrán popular: “el que calla otorga”. La juventud universitaria argentina y su intelectualidad –en vísperas de cumplirse el centenario de la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918– sin duda se lo reconocerán.

    Eduardo R. Saguier
    Museo Roca-CONICET

    • Escrito similar al entregado al Obispo de San Isidro Monseñor Jorge Casaretto conjuntamente con otro escrito anterior que está en Internet titulado “Complicidad de la Iglesia con la Dictadura (1966-67)”, el día jueves 9 de junio de 2016 en el Restaurant Lalin en oportunidad de departir en los Almuerzos de Bielicki.

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