En una crisis global, el desarrollo sostenible empieza en casa

Varios blogueros de Global Voices se encargaron de bloguear en vivo el Foro Global sobre Desarrollo de la OCDE [en] en París los días 4 y 5 de abril de 2013. Antes de la reunión, nuestro equipo publicó varios artículos sobre temas de desarrollo que servirían como contenidos para los debates [en] semanales en su web (#OECDgfd)

Tejado de paja en Malí

Tejado de paja en Malí. Foto de Jean-Marc Desfilhes en flickr (CC BY-NC-SA 2.0)

Mientras las economías occidentales se enfrentan a deudas y tasas de desempleo crecientes, su forma de abordar el desarrollo y la cooperación con los países menos privilegiados ha dado un vuelco. Cada vez está más claro que el desarrollo sostenible no debe basarse en la riqueza externa ni en la redistribución, sino que debe generarse en casa.

Hace tiempo que se han identificado la inversión extranjera y el dinero enviado desde fuera del país como una fuentes fundamentales de ingresos para las poblaciones pobres en países como Mali o Cabo Verde. En Mali, por ejemplo, se han construido pueblos enteros con pagos externos, sobre todo de emigrantes en Francia. No obstante, esto no significa que estos países reciban ayuda para desarrollarse de forma sostenible.

En la mayoría de los países africanos, la capacidad para atraer capital queda contrarrestada por la existencia de políticas indulgentes con los inversores extranjeros que privan a los países de ingresos públicos para organizar sus economías. En 2007, esa tendencia aumentaba en todo el mundo, según un informe de la OCDE titulado «Efectos de los impuestos en las inversiones extranjeras directas» [en].

Un informe de Matthew Martin y Nils Bhinda [en], de Development Finance International, muestra que en Tanzania, por ejemplo, el influjo del capital privado de las empresas mineras globales incrementó el volumen de ventas de oro y diamantes. No obstante, no logró producir los beneficios sociales esperados, como un aumento de los ingresos del gobierno o la inversión pública en infraestructuras sociales. De hecho, las múltiples exenciones e incentivos fiscales acabaron costando a Tanzania 40 millones de dólares entre 2005 y 2008.

Envíos desde el extranjero: ¿dinero a qué coste?

Un creciente número de hogares humildes de todo el mundo subsisten con dinero enviado desde el extranjero, según el Banco Mundial. Aún así hay que preguntarse, ¿pueden estos flujos de emigrantes y dinero –aparentemente exitosos– asegurar el desarrollo sostenible y reducir la pobreza en los países más afectados?

Los envíos de dinero a Mali desde el extranjero aumentaron en un 3,7% el PIB del país en el periodo 2005-2006, y según algunas estimaciones [en] estos envíos redujeron significativamente el número de pobres y la desigualdad en Mali. Cabo Verde es otra nación que parece haberse beneficiado [en] de la emigración, siendo el país con el mayor índice de envíos per cápita [en] de todo África. Estos envíos suman un 8% del PIB del país, lo que ha ayudado a superar las dificultades de establecer instituciones bancarias para los pobres en sus numerosas islas, gracias a la financiación con capital de emigrados [en] a Portugal, Brasil y EE.UU.

Con estas estadísticas, muchas instituciones internacionales tratan de diseñar políticas de desarrollo basadas en flujos de dinero enviado desde el extranjero, intentando convertir este dinero de «subsistencia» en capital para infraestructuras. No obstante, hay algunos puntos a considerar.

A pesar del crecimiento de estos flujos de envíos, hay que tener en cuenta que el propio concepto del envío tiene su origen en una de las principales consecuencias de la pobreza global: la emigración económica. Los que deciden dejar su país se exponen a menudo a riesgos y peligros durante la transición (cruce ilegal de fronteras, tráfico humano, aislamiento social y cultural).

Por otra parte, los envíos de los emigrantes dependen en gran medida del crecimiento económico de los países de acogida. Cuando aumenta el desempleo en estos países, afecta con frecuencia al tipo de trabajo al que pueden acceder la mayoría de los emigrantes [en], colocándolos tanto a ellos como a las familias que han dejado en sus países de origen en un mayor riesgo de precariedad.

Finalmente, la naturaleza personal de estos envíos es al mismo tiempo una bendición y una maldición. Como escribía Hein de Haasen en un artículo de 2005 para Third World Quarterly [en]:

El tan celebrado micronivel al que se transfieren los envíos, no es solo una gran cualidad, sino también su mayor desventaja, ya que implica que los emigrantes, uno a uno, no suelen ser capaces de superar las limitaciones generales al desarrollo.

Debido a la falta de incentivos para producir valor añadido de forma local, los envíos basados en valor creado en el extranjero no pueden ser la única base de una estrategia de desarrollo sostenido en los países pobres.

Buenas medidas para el desarrollo sostenido

Hay algunas medidas que pueden implementarse para apoyar la inversión extranjera directa y los envíos de dinero en aras de un mundo más sostenible.

Primero, transparencia y responsabilidad. Con respecto a las inversiones extranjeras, los gobiernos deben exigir proyecciones adecuadas de beneficios antes de conceder financiación pública, o no permitir que los proyectos se pongan en marcha. Las políticas financieras deben estimular un sistema de equilibrio y supervisión permanente para los flujos privados y públicos, haciendo que sea imperativa la transparencia de la fuente de ingresos y de su posterior uso. La transparencia debe ser inapelable, en forma de publicaciones regulares y obligatorias para la sociedad civil.

Los países pobres recurren con frecuencia a crear zonas industriales libres (ZIL) para incentivar la industrialización y crear trabajos en lugares estratégicos con recursos minerales. El establecimiento de estas zonas conduce a menudo a la inestabilidad social y económica, debido a la carrera constante para conseguir los menores costes, la movilidad geográfica y la baja calidad de la producción. Por tanto, si un gobierno decide implementar una ZIL, también debe planificar una rápida conversión de la capacidad de trabajo y producción con el fin de que evolucionen con los mercados.

El concepto es aún más importante porque hasta ahora no ha existido un esfuerzo concertado para integrar los productos y servicios locales de los países pobres en el mercado mundial. Su objetivo principal debería ser el mercado regional por la proximidad geográfica y porque reduce la exposición a los caprichos de multinacionales de gran movilidad.

Respecto a la emigración y los envíos, una de las desventajas de la desigualdad global es la tendencia a que los estudiantes cualificados de países pobres se queden en países ricos a ejercer sus carreras, fenómeno conocido como «fuga de cerebros». A medida que la recesión se ceba en los índices de desempleo de los países occidentales, surge un efecto de «fuga inversa de cerebros» [en] hacia Nigeria, Marruecos y otros países en los que se ofrecen buenos salarios y condiciones de trabajo ventajosas.

Lo lógico sería que los políticos de todo el mundo comenzaran a hablar en un solo idioma para asegurar el desarrollo sostenible: la creación de riqueza por medio del valor añadido y la redistribución debe comenzar en casa. Las políticas basadas en incentivos a corto plazo, desigualdades sociales o inyecciones de riqueza externa quizá estimulen un crecimiento temporal, pero es dudoso que preserven una reducción de la pobreza a largo plazo.

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