El reportaje de Ana Aranha en Vidas em Trânsito [pt], sobre el impacto de las grandes obras en la región amazónica de Rio Madeira, Rondonia, es parte de la cobertura especial #AmazôniaPública [pt] de la Agencia Pública, que será publicada en una serie de cinco artículos en Global Voices Online.
En el primer artículo de esta serie, la Agencia Pública informó sobre el caos social que afecta a la localidad pesquera de Jaci Paraná debido a la construcción de la central hidroeléctrica de Jirau en el río Madeira, Rondonia. Dejando las polvorientas calles de Jaci Paraná 15 kilometros más abajo en la carretera nacional, el pueblo de Nueva Mutum Paraná está en marcado contraste con Jaci.
La única similitud con Jaci es el grupo de [trabajadores] uniformados en la parada del autobús al final de la jornada [procedentes del emplazamiento de la obra]. Pero en Nueva Mutum Paraná todas las carreteras están asfaltadas. Hay aceras y rotondas con césped en el centro. Todo está planificado de manera simétrica. Hay un sector comercial y uno residencial, con 1.600 viviendas organizadas en bloques. En cada bloque, las casas son idénticas y están separadas unas de otras por áreas de césped de medidas similares.
La empresa Energia Sustentável [en] (Energía Sostenible), planificó y construyó Nueva Mutum Paraná para albergar a los ingenieros y supervisores de Jirau, operarios que pueden llevar a sus familias al estado en el que trabajan. En lugar de música popular y vientres al desnudo, lo que aparece en la puerta principal de las casas cuando los hombres salen hacia la parada del autobús son mujeres embarazadas y niños pequeños.
La mayor parte del pueblo está ocupada por los trabajadores de la compañía, pero en la entrada, hay una zona reservada para las 150 familias de la antigua Mutum Paraná, un pueblo ribereño que fue deshabitado y posteriormente eliminado cuando la central inundó los terrenos en los que se asentaba. La comunidad estaba formada por alrededor de 400 familias, y la mayoría optó por cobrar la indemnización.
Nueva Mutum es el lugar preferido para la publicidad con mensaje social de Energia Sustentável. Esparcidos por el pueblo, se pueden ver carteles sobre sostenibilidad acompañados de fotografías de los ribereños y los trabajadores, siempre con el logo de la empresa.
La tranquilidad de las homogéneas calles es casi excesiva. Tras caminar durante varios minutos sin ver a nadie, es inevitable preguntarse: ¿dónde están todos los vecinos?
«Las casas son muy bonitas pero, ¿y nuestra existencia?» pregunta Rovaldo Herculino Batista, ribereño que vendió su casa, construida por la hidroeléctrica, porque no encontraba ninguna fuente de ingresos en Nova Mutum:
Não adianta fazer a cidade maravilhosa, a Nova Jerusalém, se você tira a pessoa do seu lugar, onde tem seu trabalho e vida. Como vamos ganhar dinheiro?
No tiene sentido hacer una ciudad maravillosa, una nueva Jerusalén, si se saca a la gente del lugar donde tiene su trabajo y su vida. ¿Cómo vamos a ganar dinero?
En el viejo Mutum, como los ribereños se refieren a la antigua comunidad, ellos pescaban, trabajaban en la minería y en el sector de servicios. Batista trabajó en las minas de estaño y tenía una chatarrería donde desmontaba dragas abandonadas para vender las piezas. Su esposa vendía frutas y legumbres que transportaba en una carretilla por la comunidad. No faltaba dinero para la familia.
Durante la mudanza, consiguieron hacerse con una pequeña tienda, pero los vecinos no tenían dinero para comprar. La chatarrería cerró, y la pesca se terminó. Batista intensificó las visitas a la mina, pero era difícil equilibrar las cuentas en la casa nueva con seis hijos y tres nietos. Además de ser más caros los productos en el mercado local, la factura de la luz era indecente. Durante los tres meses antes de renunciar a su «Nueva Jerusalén», Batista recibió cuentas de electricidad por importes de 629, 671 y 547 reales (318, 339 y 276 dólares norteamericanos).
Es irónico. Las personas más afectadas por la construcción de una de las mayores centrales hidroeléctricas del país se ven obligadas a pagar los precios más altos por la luz. Además de los 19 reales mensuales (unos 9.5 dólares norteamericanos) para el alumbrado público.