Intelectuales cubanos polemizan sobre el cierre de los cines 3D en la isla

Cine 3D cerrado. Foto Aylin Pérez, reproducida con autorización.

Cine 3D cerrado. Foto Aylin Pérez, reproducida con autorización.

Desde que el diario oficial Granma anunciara la prohibición inmediata de los cines 3D, mantenidos por el sector privado, un aluvión de críticas ha circulado en los blogs y las redes sociales.

El blog Cine cubano, la pupila insomne recoge las impresiones de varios intelectuales y comentaristas teniendo en cuenta que «son pocas las ocasiones que pueden escucharse en el espacio público las voces de aquellos que son afectados por las medidas tomadas en los niveles superiores del Poder en Cuba». Según su autor, Juan Antonio García Borrego, la medida ha provocado sensaciones encontradas:

Primero, porque pienso en esos particulares que han hecho sus inversiones (que no son diez centavos) amparados en un texto legal que ahora los deja sin modo de reclamar. Y luego, porque no me queda claro si le medida obedece a la “política”, a secas, o si va respaldada por un estudio serio de lo que viene aconteciendo como tendencia en este universo tecnológico, asociado al consumo audiovisual.

Dentro de las licencias que otorga el Estado cubano para trabajadores por cuenta propia se encuentra el «Operador de equipos de recreación» cuyo fin es instalar, operar o alquilar equipos para la recreación de la población». Quedan excluidos los equipos náuticos y se recalca el cumplimiento de las regulaciones en cuanto a la seguridad y protección de los equipos y las personas.

Sin embargo, la decisión del cierre de los cines 3D se ampara en la inexistencia de una regulación para esta actividad; aunque tampoco se explicita su prohibición en ninguna disposición. Según Gustavo Arcos, ante una situación como esta, «la dinámica del mundo real te indica que debes crearla. Si la actividad prolifera y tiene éxito e impacto social, por algo será». Para Arcos:

La medida se vuelve aún más absurda cuando se sabe que para operar dichos locales, los dueños debían mostrar a los inspectores una licencia emitida desde hace varios años por las propias instancias estatales. Si el Estado se equivocó al otorgárselas bajo una figura tan ambigua, por qué deben los particulares, que tan grande inversión hicieron para preparar y disponer de sus locales, quedarse de buenas a primeras y sin mediar ningún tipo de aviso, estigmatizados, con sus negocios cerrados y enfrentando enormes pérdidas.

¿Alternativas estatales?

En agosto del presente año, con bastante retraso con respecto a las iniciativas privadas, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica abrió una sala 3D en La Habana donde se exhibieron películas como Titanic, Nitro Circus, entre otras.

La tímida expansión de esta oferta desde el sector estatal reafirma la preocupación de Borrego sobre las potencialidades del Estado para «ofrecerle ahora mismo a la población una alternativa a esto que los cuentapropistas ya comenzaban a animar. Comprar equipamiento para todas las salas del país es sencillamente impensable». El intelectual cubano Abelardo Mena cuestiona incluso:

¿Qué sentirían los dueños de las salas cinematográficas en 1959 cuando les aplicaron, del día a la noche, sin interés en negociación alguna, la clausura de sus negocios? Y miren ahora, macilentos, el estado de los cines.

El profesor de la Universidad de La Habana, Pedro Noa, reitera que 

es una verdad de Perogrullo, repetida hasta la saciedad, el estado deplorable de las salas de exhibición cinematográfica a lo largo de toda la Isla. En La Habana, se pueden contar con los dedos de una mano, los cines que conservan cierta dignidad.

En su artículo sobre el cierre de los cines 3D, Noa relataba que Roberto Smith, director del ICAIC,

había señalado que el Instituto no estaba preparado para asumir formatos digitales que ya estaban circulando en el Mundo y que esa era una de las dificultades tecnológicas que iba a enfrentar el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en su próxima edición de diciembre.

Ante esta adversa situación, Noa se preguntaba,

se imaginan (…) que en la Casa del Festival se aparezca uno de los dueños de las salas 3-D de la Capital y le diga a la Presidencia del evento: todo lo que tengan en ese formato digital, envíenmelo, que yo lo exhibo durante esos días con la condición de que me incluyan entre los espacios de exhibición oficiales… La posible respuesta, después de la Nota informativa publicada en Granma el 2 de noviembre, es obvia; pero en ese momento, la posibilidad de que eso ocurriera, me dejó pensando.

El gusto estatalizado

Uno de los elementos más socorridos en las críticas a las salas privadas de cine es la banalidad del consumo audiovisual. De acuerdo con García Borrego,

las características de las nuevas tecnologías ponen cada vez más a la mano aquella aspiración que de siempre ha tenido el público de todos los tiempos: ver lo que la gente quiera, no lo que otros le impongan.

Para Abelardo Mena,

se trata, en el fondo, de una discusión sobre los modelos de gobernabilidad y/o educación social: el modelo de la escuelita (niños siéntenseeee! escuchen al maestro) o el modelo dialógico previsto incluso por Marx o Paulo Freire (una sociedad se educa a sí misma y eso incluye al partido proletario).

En su artículo, Mena alerta:

No debe ni puede existir un consumo cultural estatalista. ¿O es que aplicaremos también el Detector de Ideologías, diseñado por Lazaro Saveedra, a descubrir- como en 1984- si nuestros dirigentes son o no reguetoneros en la intimidad de sus casas? ¿O si son suficientemente cultos para entender el acto de gobernar en sus dimensiones más profundas?.

Esta arista fue tratada con anterioridad por Víctor Fowler quien señala que

si bien cualquier Estado tiene el derecho y la obligación de regular y normar las actividades económicas que en el territorio que abarca son realizadas, ninguno lo tiene para decidir (y esto es de lo que principalmente trata el conflicto) cuál debe de ser el consumo cultural de sus nacionales.

Fowler cuestiona la satanización del espacio de existencia de un consumo cultural más superficial. Este ha sido alimentado también por los circuitos cinematográficos estatales y la televisión estatal nacional, reproductora de seriales de origen estadounidense y programas enlatados.

Pistas para el futuro

La mayoría de los implicados en el debate sobre el cierre de los cines 3D coinciden en la necesidad de alguna regulación o disposición tributaria de esta actividad. Al respecto, García Borrego añade que el gran desafío de quienes actualmente piensan las políticas culturales relacionadas con el audiovisual no está en el terreno de la prohibición y la censura (gestos inútiles a estas alturas), sino en el de la creatividad inteligente, que aproveche ese propio desarrollo tecnológico en función de los más diversos intereses.

Paralelamente, deberían tomarse en cuenta los criterios de los intelectuales y ciudadanos cubanos. Varias de las críticas más agudas se refieren al nivel de desatención a la opinión pública en el país. En una carta pública, Víctor Fowler recalca:

El presente mensaje breve que les envío tiene que como objeto el expresar –pese a que no tenga importancia alguna para algo que ya se decidió y aplicó- mi desacuerdo con la medida.

Con respecto al papel del Estado, Fowler sugiere que, 

le corresponde la obligación de facilitar una mejor educación y disfrute de la cultura realmente universales, durante la ejecución de sus proyectos esboza y presenta la meta de aquello que considera la virtud ciudadana respecto a la relación entre el individuo nacional y la cultura.

Por otra parte, el papel del ICAIC, como principal industria cinematrográfica en el país, debe desbordar el monopolio de los circuitos de consumo y distribución audiovisual. 

1 comentario

  • Helkaraxe

    Declaramos que desaprobamos de manera unánime la medida de cerrar los cines particulares!!!…. mmmm y siempre criticaban la falsa unanimidad….

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