Cuado el sacerdote católico italiano, Alberto Papa, arribó a Taiwán en 1963, aprendió que los tatuajes faciales son muy importantes en la cultura de muchas tribus aborígenes que residen en este país. Por ejemplo, en la cultura Atayal [3] [en], sólo una persona respetable puede tener un tatuaje facial. Para transmitir la idea de que la Virgen María es una figura santa, el sacerdote decidió agregarle a la estatua de la Virgen María de su iglesia un tatuaje facial dorado.
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