Este artículo y un reportaje radial de Amy Costello para The World apareció originalmente [eng] en PRI.org el 19 de diciembre de 2013, y es republicado como parte de un acuerdo de intercambio de contenidos.
En muchos lugares de América Latina, Asia y África, no hay suficientes doctores y enfermeras para ocuparse de todos los enfermos. Es por eso que las organizaciones benéficas y los gobiernos han reclutado miles de voluntarios para que ayuden como trabajadores sociales de la salud.
Estos voluntarios proveen una ayuda muy necesitada y ofrecen una solución rentable en los lugares de menos recursos, ya que no obtienen ningún salario. Pero ¿quién cuida los intereses de los voluntarios?
Viajé a Senegal, en el Oeste de África, que está desarrollando un programa de salud nacional que depende de los voluntarios.
Solo los domingos libres
Me dirigí a Ngueringne Bambara, un pueblo a una hora de viaje de Dakar, la capital. Entré a una clínica abarrotada de gente. Las clínicas en Senegal se llaman «refugios de la salud», pero esta no era más que ladrillos y mortero.
Una vez adentro, conocí a Awa Diagne, una voluntaria que atendía a los pacientes de ese día. Tomó el pulso de un niño enfermo. Trató a un hombre con un horrible tajo en la pierna. Cuidó de una mujer con heridas en la espalda, obtenida en un accidente de autos unas semanas antes.
Quedé impresionada al ver a Awa Diagne en acción. Ella y sus colegas proveían ayuda con amabilidad, preocupación y eficiencia.
Sinceramente, no esperaba ver ese nivel de profesionalismo en una clínica manejada por voluntarios. Me imaginaba que las cosas serían más momentáneas, que los voluntarios solo abrirían la clínica unas horas por semana. Estaba equivocada.
«Trabajamos de lunes a sábado», dice Awa Diagne. «Solo tenemos los domingos libres».
Pero ella y sus colegas nunca dejan su puesto en realidad.
«Puedes golpear su puerta a cualquier hora, incluso a medianoche», dice Mame Ngone Fall, una mujer que conocí en la clínica. «Ellos no se quejan».
Cuanto más oía yo, menos sonaba aquello como un acto voluntario. Parecía un trabajo.
De hecho, me enteré que Awa Diagne había estado haciendo ese trabajo, sin salario, por muchos años: más de una década.
Satisfacción personal
El programa de los refugios de salud, aquí en Senegal, es administrado por ChildFund International, una organización de beneficencia norteamericana.
«Nuestro rol es ayudar a mantener el sistema de salud», dice el coordinador de salud nacional de ChildFund en Senegal, Mamadou Diagne (ningún parentesco con Awa Diagne). «Nosotros extendemos el trabajo del ministerio de salud al nivel de los pueblos, donde no hay muchas instalaciones para el cuidado de la salud». Dice que este programa provee ayuda a unos 9 millones de personas. Cuenta con 20000 trabajadores de la salud.
«No reciben salario, es trabajo voluntario», dice. «Pero reciben entrenamiento y el sentimiento de que están ayudando a su comunidad».
Los voluntarios obtienen una satisfacción personal por el trabajo, según él, así como el respeto de sus vecinos. También reciben certificados de apreciación en ceremonias comunitarias.
Awa Diagne, la voluntaria con la que me relacioné, dice que estos beneficios no-monetarios son los que la han mantenido activa durante la última década.
«Hacemos esto porque amamos la comunidad. No por dinero», dice. «Queremos ayudar a las personas».
Pero muchos de los voluntarios se han empobrecido, sin dinero ni tiempo libre. Awa Diagne tiene cinco hijos. Su esposo es albañil, y no siempre encuentra trabajo.
«A veces no llegamos a tener tres comidas diarias», cuenta.
Un asunto «controversial»
Personas empobrecidas, como Awa Diagne, se postulan para innumerables organizaciones para la salud en todo el mundo. ¿Es ético pedir que tantas personas pobres y desesperadas donen su tiempo, gratis?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) se refiere a este asunto como «controversial». En un comunicado publicado en el 2007 [en] por la OMS se establece que «en cualquier caso, los trabajadores sociales de la salud son humildes, y esperan y necesitan una remuneración». En otro comunicado [en], publicado un año más tarde, la OMS recomendó enfáticamente que los trabajadores comunitarios debían recibir «incentivos apropiados y adecuados, incluso salarios».
Entonces, ¿por qué Awa Diagne no recibe un salario? Es lo que pregunté al representante de ChildFund.
«Creo que todos merecen ser pagados», dijo Mamadou Diagne. «Pero con el estado del desarrollo aquí, no podemos solventarlo. Toma a los 20000 voluntarios. Si les damos a cada uno de ellos no mucho, digamos, $100, eso suma muchísimo dinero».
Pero el trabajo de ChildFund aquí es respaldado por un benefactor adinerado: el gobierno de los EEUU, que ha otorgado 40 millones de dólares al programa de los refugios de la salud.
Así que me dirigí a la embajada americana en Dakar y pregunté por Ramatoulaye Dioume. Ella ha estado trabajando aquí para el gobierno en actividades comunitarias para la salud por 15 años. Le hablé de Awa Diagne y de los otros voluntarios que han estado trabajando seis días a la semana por una década.
Le pregunté: «¿Es ético pedirles que lo hagan gratis?»
«Puedo hacer la pregunta al revés», respondió. «¿Es ético dejarlos sin ningún servicio? ¿Podemos dejar a la comunidad sin nada?
Este es el problema. El gobierno de los EEUU podría, aparentemente, pagar a voluntarios en Senegal con una porción del dinero que se le otorgó, pero eso sería una solución a corto plazo porque el programa de refugios de la salud será entregado al gobierno de Senegal muy pronto. Si Senegal no puede solventar el traspaso de estos trabajadores a su cargo, ¿qué ocurrirá con el sistema de salud de todo el país?
«Si le pagas a los voluntarios por unos años y después te detienes, los trabajadores no lo aceptarán», dice Mamadou Diagne. «Se organizarán en grupos para presionar, como sindicatos, y luego el gobierno tendrá que encontrar el dinero para pagarles. O existirá el riesgo de que todos dejen de trabajar».
Eso es lo que escuché muchas veces en Senegal: el gobierno simplemente no puede permitirse pagar a los trabajadores de la salud.
Suposiciones curiosas
Cuando regresé a los EEUU, llamé a Kenneth Maes. Es un antropólogo de la Universidad Estatal de Oregón que estudia a los trabajadores voluntarios de la salud en Etiopía.
«Es fácil decir que no podemos permitirnos pagarles», dice, «pero realmente se necesita un cambio en la ideología, un cambio en los valores, un compromiso para juntar el dinero y convencer a varias personas en el negocio internacional de la salud de que esto es algo en lo que vale la pena invertir».
Agrega: «juntar el dinero y hacer frente a esta idea incuestionable de que no es posible ni solventable [pagar a miles de trabajadores], creo que ese es el primer paso».
Unos pocos gobiernos ya han dado ese paso. Etiopía ha contratado alrededor de 40000 trabajadores comunitarios, y les ha dado puestos de tiempo completo y con salario. Brasil ha contratado incluso más: alrededor de 250000 en todo el país.
Maes dice que estos gobiernos establecieron los programas no solo para mejorar la salud de la población, sino también como medida de creación de trabajo.
Awa Diagne, la voluntaria senegalesa, está orgullosa del trabajo que ha hecho por su comunidad, gratis, durante diez años. «El gobierno debería saber que todos los programas que organice, vacunaciónes, VIH, malaria, no servirán sin la ayuda de los trabajadores sociales», sostiene.
«Miren nuestro trabajo y nuestras actividades», agrega, «merecemos que nos paguen. El gobierno debe encontrar soluciones para ayudarnos».
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Amy Costello es una ex-corresponsal de Africa para PRI El Mundo. Ahora conduce Tiny Spark [en], un programa que investiga el negocio de hacer el bien.