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Huyendo de prisión: Reflexiones sobre Alaa, el activismo y la comunidad

Categorías: Egipto, Derecho, Derechos humanos, Libertad de expresión, Medios ciudadanos, Voces Amenazadas, GV Advox
Adapted from Alaa’s own Twitter icon by Hugh D’Andrade. Free for reuse. [1]

Adaptado del icono de Twitter del propio Alaa, por Hugh D'Andrade. Disponible para su reutilización.

Por Lina Attalah, redactora en jefe, Mada Masr [2] [en].

Tiene dos horas de aire fresco y 22 horas de aire de celda.

Habla del proyecto de Constitución con otros reclusos al otro lado de la pared de su celda.

Y luego lee. Sobre todo lee.

No recibe cartas esta vez. Las cartas están prohibidas.

Pero recibe libros. Algunos libros, no todos. Algunos son novelas. Otros son cómics. Y otros son de teoría social.

Lee tanto cómics como teoría porque cree que somos fontaneros y filósofos; nosotros, los hijos de la precariedad, de la picardía, de aventuras intrépidas y de sueños imposibles. Trabajamos y trabajamos y trabajamos en retazos y luego nos sentamos a reflexionar sobre el todo al que nuestro trabajo observa. Y a veces escribimos sobre ello.

Cuando estalló la revolución y todo el mundo homenajeó a los chicos que salieron de Internet, Alaa, que había pasado años infatigablemente en la vanguardia de la organización del activismo en línea, nos recordó cómo nuestro encuentro con la tecnología se convirtió en una forma de vida. Todo el mundo homenajeó a Facebook, Twitter y la blogosfera. Alaa pensaba en la comunidad y la forma en que el activismo estaba cambiando y alejándose de lo que había oído de sus padres y de los cuentos de los años 60 y 70.

Alaa saltó a la fama con el bombo de la blogosfera egipcia al comienzo del milenio, cuyas estrellas han sido en su mayoría jóvenes egipcios de clase media. Creía en esta nueva ola de activismo y creó con Manal, su compañera, el famoso agregador Omraneya, que recogía y archivaba entradas de blog y que a veces era hogar para la expresión alternativa y otras veces amplificador de las voces silenciadas. A menudo nos recordaba cómo, a la vez que él y otros publicaban blogs en ​​el corazón de nuestras ciudades, los jóvenes de nuestros barrios pobres se apresuraban a comprar ordenadores ensamblados localmente. Todo esto sucedía mientras el gobierno anunciaba la formación de asociaciones colosales, con la promesa de proporcionar un ordenador portátil para cada niño en el contexto de algún gran esquema de 2010. También nos recordaba cómo cientos ya compartían el ancho de banda y cómo esto respaldaba los medios de subsistencia de decenas de personas en el campo y los barrios bajos a diario, mientras el gobierno y sus proveedores de servicios tardaron años en prometer la conectividad para todos.

Aunque pasó años construyendo sitios web alrededor de causas y campañas y desarrollando herramientas de arabización para hacer accesible ese mar de conocimiento, se sentó a observar cómo nuestro trabajo social y político está evolucionando en una multiplicidad de niveles: organización, producción de narrativa y ambición. Hablaba de esta evolución y finalmente escribía al respecto, pero sobre todo, pensaba activamente sobre cómo las herramientas de Internet deben servir a estos cambios.

Cuando nos propusimos crear Mada, que habitualmente describimos como producto de la crisis y la inevitabilidad, Alaa y Manal se convirtieron naturalmente en nuestros socios tecnológicos. Cuando se sentaron con nosotros para proponer ideas sobre el sitio web que nos gustaría construir, nos hicieron pensar en las diferentes formas en que queremos contar nuestras historias, en un momento en que la narrativa mayoritaria domina las noticias de Egipto. Siendo ambos expertos en tecnología y narradores, nos hicieron pensar en la tecnología como algo más que una herramienta de logística pura y más como un vehículo de posibilidades. Para nosotros, el desarrollo web dejó de ser una mera lista de peticiones técnicas, sino más bien un proceso de forjar un espacio de expresión, donde la prosa se desplegaría en el rendimiento y también lo haría la narración visual y otras formas desconocidas de contar historias.

¿Qué sucede cuando confiscas el equipo de un niño para el que la tecnología se ha convertido en un detonante para pensar, un punto de entrada a la filosofía, a una nueva y emergente teoría social?

Esto no es una teoría elaborada por académicos o teóricos, sino más bien por los hijos de la precariedad, de la picardía, de aventuras intrépidas y de sueños imposibles. Y esta es una teoría que nace de la práctica. El equipo y las herramientas no son compañeros de cárcel. Pero el pensamiento lo es. Es un compañero de cárcel para Alaa y también para nosotros, que nos esforzamos por buscar su presencia en su ausencia, a través de correspondencia escrita, memoria y conversaciones imaginarias.

En su encarcelamiento, Alaa sigue existiendo, al leer, al hablar, al finalmente escribir y sobre todo, al permanecer en conversación con nosotros. Se necesita un acto de fe para estar en conversación con un preso hoy. Lo hacemos porque somos capaces de imaginar y porque su pensamiento trasciende el tiempo y el espacio.

En la grandiosidad de análisis y opiniones expertas, hoy se nos considera los perdedores de los márgenes en la aturdida revolución de Egipto. Pero seguimos siendo los hijos de la precariedad, de la picardía, de aventuras intrépidas y de sueños imposibles. Es decir, siempre y cuando leamos y escribamos y hablemos y continuemos existiendo.

Este artículo apareció originalmente en Mada Masr [3] [en].