Cuando unos desconocidos incendiaron la biblioteca el 3 de enero, el padre Ibrahim Sarrouj respondió pidiendo su perdón. Los asaltantes, unos supuestos fundamentalistas islámicos, acusaron al padre Sarrouj de ir contra el Islam con la publicación de un panfleto que afirmaba que Abu Bakr, el primer califa del Islam, había golpeado una vez a la mujer de Mahomet Aïcha con un periódico.
La biblioteca en la que ocurrieron los hechos es la célebre biblioteca Al-Saeh de Trípoli, la segunda más grande del Líbano, que contiene más de 80.000 libros de todos los géneros. A pesar que la policía había sido advertida de las amenazas dirigidas al padre Ibrahim Sarrouj por los extremistas religiosos, la biblioteca sufrió importantes daños. Se ignora el número exacto de los libros destruidos, pero según las estimaciones realizadas se podría esperar que fuesen dos tercios.
Lo más irónico es que no solamente el padre Sarrouj nunca había escrito tal panfleto – su biblioteca contenía y contiene aún numerosos libros islámicos muy apreciados – y además, el incidente no podría haber tenido lugar porque era 800 años anterior a la invención de la imprenta. La supuesta «acusación» no podía provenir más que de alguien que desconocía la historia. Ciertamente, la precisión histórica no es una de las virtudes de los fundamentalistas religiosos.
El crimen no parece haber ocurrido porque sí. El padre Ibrahim Sarrouj es conocido por sus principios humanistas con su llamada a la unidad de Trípoli. Los musulmanes y los cristianos le consideran como uno de ellos. El saluda a todos As-salamu ‘aleikum (la paz sea con ustedes). No existe, en absoluto, la menor «razón», incluso según las normas fundamentalistas, para haber hecho eso en la biblioteca.
¿Cómo explicar este crimen absurdo y odioso? ¿Hace falta ver una víctima más de la proverbial realidad sectaria del Líbano? O, ¿mejor no tener en cuenta los actos de algunos marginados que no tienen otra que hacer más que atacar el saber?
Los libaneses han optado por la segunda opción. Evidentemente, el Líbano condena unánimemente los incendios provocados. Todos los principales representantes religiosos han emitido sus condenas y han reclamado que los criminales sean tratados por la justicia. Los libaneses, musultmanes y cristianos, drusos y ateos, han enviado por millares sus apoyos al padre Ibrahim Sarrouj. Todos han dicho «no». Pero «no» no es suficiente. Algo se debe hacer para restaurar la biblioteca. Entonces, aparece la operación «Kafana Samtan».
Kafana Samtan [en], o «Basta de Silencio», fue creada por Zoomaal, una plataforma árabe de financiación colectiva en línea, unos días después del ataque. Recibió inmediatamente un apoyo masivo de empresas y ciudadanos. En tan solo un mes, ha conseguido reunir 35.000 dólares, gracias a 298 donantes. ¿A qué se destinará el dinero? A nuevas estanterías, una nueva puerta de entrada, pintar los muros, comprar más libros raros e instalar un nuevo equipo de seguridad.
Pero la historia no acaba ahí. La biblioteca Al-Saeh se ha distinguido por conseguir reunir a todos los libaneses de todas las clases. Más allá de la religión o la confesión, la campaña ha reunido a todos por una causa no sectaria. Este no era un escenario de cristianos contra musulmanes contra otros cristianos o musulmanes gracias al padre Sarrouj.
Si ellos han renunciado a las reformas políticas a causa de la excesiva corrupción sectaria a escala nacional, las personas independientes han girado hacia las redes sociales para reunir fondos, firmar peticiones, intercambiar ideas y tratar sobre su entorno.
¿El éxito de «Kafana Samta» va a reforzar la creciente escena de activismo del Líbano? Una cosa está clara, hay cierto permiso para que muchos suavicen sus percepciones negativas y volver a dar esperanzas a un país dónde las esperanzas no se mantienen fácilmente.