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Siria: Soy Alepo, Alepo soy yo

Categorías: Medio Oriente y Norte de África, Siria, Derechos humanos, Guerra y conflicto, Libertad de expresión, Medios ciudadanos, Política, Protesta, The Bridge

Esta publicación es parte de la serie de artículos especiales de la bloguera y activista, Marcell Shehwaro, describiendo la realidad de la vida en Siria durante el conflicto armado en curso entre las fuerzas leales al régimen actual y los que buscan deponerlo.  

Marcell Shehwaro at the funeral of her mother, who was killed at a Syrian regime forces' checkpoint in June 2012. Fellow activists paid tribute by carrying red roses.

Marcell Shehwaro en el funeral de su madre, muerta en un puesto de control del régimen en junio del 2012. Otros activistas le rindieron homenaje llevando rosas rojas. Imagen de cortesía Marcell Shehwaro.

¿Quién soy yo? Siempre consideré esta pregunta como la más difícil de contestar, especialmente hoy día, tres años después del comienzo de la revolución siria. La verdad, es que no sé lo cuánto todavía me parezco a la joven que solía ser, antes del conflicto. Escribir para Global Voices podría ser una oportunidad de reencontrarme conmigo misma, o al menos acordarme de cómo solía ser.

Tengo 29 años. Me llamo Marcell. Mi nombre significa «joven guerrero». Procedo de una familia pequeña. Mi difunto padre, que en paz descanse, era un sacerdote ortodoxo. Mi difunta madre, [1] que descanse en paz, era ama de casa y una madre estupenda. Estudié odontología en Alepo hasta que mi di cuenta que me importaban más los temas sociales. Dejé la medicina e empecé a estudiar ciencias políticas – relaciones internacionales y diplomacia, más concretamente.

No puedo presentarme, sin que hable también de mi ciudad, Alepo, pues los dos nos parecemos: desgastados, agotados, llenos de fuego, llenos de deseo de vivir, confundidos. Alepo es la segunda ciudad más grande de Siria. Según las estadísticas, su población era de 5 millones de personas. No estoy segura de cuantos todavía se quedan y cuántos refugiados de otros sitios se trasladaron a vivir aquí.

Descubrí mi habilidad para expresarme oralmente y por escrito desde muy joven. Puede que sea una característica que heredé de mi padre. Me encantaba escribir las redacciones en la escuela, un trabajo que otros estudiantes consideraban aburrido. Leía todo lo que me caía en las manos. Además solía escribir en todo lo que encontraba: en las facturas, las servilletas de papel y en los bordes de los libros que leía. Y cuándo surgieron los blogs, por supuesto que me puso a bloguear. Así que, empecé a bloguear en el 2008. Por entonces, tenía amigos que pagaban el precio de la libertad de expresión en las cárceles del régimen en Siria. Esto bastó para que la libertad de expresión se convirtiera en mi misión, lo que me convirtió pronto en oponente del régimen. Oponente de un régimen que suprimió la libertad en general y la vida civil.

Cuando la revolución empezó en Egipto, paralizó nuestra capacidad de movernos en cualquier dirección que no fuera la de la esperanza de que una revolución también tuviera lugar en Siria. Sin más pensar, me junté a la ola revolucionaria. Empecé escribiendo sobre el tema. Después me sumé a las protestas. Todavía me acuerdo del sentimiento de euforia, mezclada con preocupación, y del medo y vergüenza en la garganta mientras cantaba «¡La gente quiere derrocar el régimen!» Durante una de las protestas, una lluvia de balas de las fuerzas de seguridad del régimen empezó a volar sobre nosotros y la gente a mí alrededor se puso a correr. Descubrí entonces, que soy una de esas personas que se queda paralizada por el pánico, que me impide moverme y me vuelve un obstáculo para los que quieren huir.

Mis amigos me cogieron de la mano y me sacaron de ahí para protegerme y desde entonces vengo coleccionado historias sobre estar al borde de la muerte, de daños o detenciones y de cómo la gente más racional que yo, intervenía para rescatarme. Llevó algún tiempo para que el servicio secreto sirio desarrollase un expediente sobre mis actividades, especialmente teniendo en cuenta que hay al menos un informante por cada 10 sirios. Durante ese periodo, y después de un año de manifestaciones de protesta y de consejos de los familiares y amigos para que tuviera cuidado, llegó el punto de inflexión: mi madre fue martirizada [1] en un puesto de control del régimen, en Alepo.  

Perdí para siempre una parte de mí. A causa del increíble funeral, dónde acudieron muchos revolucionarios que me ayudaron a soportar mi dolor con rosas rojas, las autoridades empezaron a llamarme para interrogatorios, todas las semanas. Por entonces la revolución armada estaba se acercando a Alepo. Por entonces me oponía a la resistencia armada. Creía que los cambios pacíficos irían a garantizar los derechos de los sirios y resultar en un menor número de sacrificios. De hecho, una gran parte de mi ciudad ha sido liberada, excepto por mi vecindario y los sitios que me son familiares, que todavía están bajo el control del régimen sirio.

Cuando los interrogatorios se volvieron más serios y parecía inevitable que me detendrían pronto, decidí aceptar una beca para cursar un programa de maestría en derechos humanos en Inglaterra. Como cualquier superviviente de eventos sangrientos como los que viví, durante aquel año volví varias veces a Siria, a Alepo, motivada por la culpa. Me movía de una casa de amigos a otra, pues era peligroso volver a mi propia casa, hasta que las vidas de los amigos empezaron también a coger peligro por asociarse a activistas como yo. Fui entonces obligada a tomar la obvia decisión de cambiarme a la parte de Alepo que estaba liberada, dejando atrás a mis amigos, mi familia, las memorias, mi casa y las tumbas de mis dos padres. En resumen, la vida que viví hasta entonces.

Vivir sola como una activista durante la guerra, sola y lejos de la familia y de los sitios familiares, me planteó nuevos retos. Me trasladé a un área sobre la cual no sabía nada, a excepción del hecho de que ahí no se encontraban las fuerzas de seguridad del régimen. Pero no estaba libre de otras formas de muerte. Como una de las pocas mujeres sin velo en un ambiente humilde y conservador, entre personas muy buenas pese a la violencia del ambiente, algunas veces sufro de una soledad abrumadora. Vivo con el miedo constante a ser secuestrada. Algunas veces lo soporto, pero otras veces me desplomo, agotada.

Vivo rodeada de historias de héroes, cuyo heroísmo puede inspirar a otros a efectuar cambios en sus propias vidas. Por todo eso, y porque nuestro cotidiano está repleto de eventos suficientes para rellenar toda una vida, decidí escribirles. Mis publicaciones serán algunas veces sobre mi vida diaria. Otras veces hablarán de memorias y de cómo nos gustaría que fueran nuestras vidas, pese a los horrores que presenciamos. Eres libre para elegir comprenderme o juzgarme con severidad. Pero espero que mis relatos reflejen algo del sueño, del deseo de cambio y de la confianza de que este cambio sea posible, aunque el sueño parezca improbable y penoso.

Marcell Shehwaro bloguea en marcellita.com [2] y tuitea en @Marcellita [3], ambos fundamentalmente en árabe.