Berkin Elvan murió tras 269 días en estado de coma. Lo mató un bote de gas lacrimógeno disparado por la policía antidisturbios turca. Tenía quince años de edad, todavía era un niño. Pero para el primer ministro Erdogan, el muchacho era un terrorista. Llamarlo terrorista era una salida fácil, una forma de evitar dar el pésame o pedir disculpas por el crimen cometido por la policía, actuando bajo sus órdenes. Tal vez, en el “estado paralelo” [en] de Erdogan, Berkin Elvan era un terrorista. Pero para los demás no era más que un niño. Su familia, amigos y cientos de miles de turcos que marcharon en paz y apoyo el día en que el joven Berkin fue enterrado le recordarán no como un terrorista, sino como un niño que había salido a comprar el pan.
El parque
Cuando el Primer Ministro ordenó la demolición de un parque en el centro de Estambul, hace poco menos de un año, no sabía lo que estaba por venir. Cuando estallaron las protestas en todo el país, las descartó como parte de un complot (orquestado por «grupos de presión») para derrocarlo y desacreditar al partido en el poder. No tardó en culpar de todo a factores «externos» y llamar a los manifestantes con todo tipo de nombres. Todos, en todas partes eran responsables, menos el propio Primer Ministro. Su reacción, y su retórica divisiva, polarizaron al país.
Erdogan no reconoció las protestas del parque Gezi apenas como un simple enfado de la gente por el derribo de unos cuantos árboles. No vio la situación en su conjunto ─que esto era una acumulación de agravios contra su gobierno. Todos los que estaban en la calle el verano pasado eran vándalos, parte de la chusma o destructores de lo que este gobierno ha construido en los últimos once años.
El verano pasado, más de 8.000 [en] personas resultaron heridas, 5.300 detenidas y once asesinadas. Catorce personas perdieron sus ojos como resultado del uso excesivo de fuerza por la policía antidisturbios turca, el penetrante humo de los botes de gas lacrimógeno (y los propios botes), y los dolorosos golpes de las balas de goma.
Se acerca el invierno
Uno de los lemas populares compartidos durante las protestas de 2013 fue «Tayyip, se acerca el invierno», refiriéndose a la popular serie de televisión «Juego de Tronos». Poco sospechaban los autores de este lema que ciertamente se acercaba el invierno y que traería graves problemas para el gobierno en el poder. A partir de diciembre de 2013 y hasta la fecha, el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) ha estado enredado en un escándalo de corrupción. Los hijos de tres ministros del gabinete, un magnate de la construcción y un alcalde del AKP implicados en tratos corruptos fueron arrestados en Estambul y Ankara. Varias conversaciones telefónicas incluyendo llamadas entre el Primer Ministro y su hijo [tr] ─sobre la recuperación de mil millones de dólares en efectivo acumulados en la casa familiar─ se publicaron y se difundieron ampliamente (el primer ministro y su hijo insisten que la grabación es falsa y es un intento del «estado paralelo» de derrocar al honesto AKP). Otras grabaciones [en] incluyeron la llamada de Erdogan al director de la cadena local de noticias HaberTurk, pidiéndole que censurase las opiniones de un líder de la oposición, y una historia crítica sobre la reforma sanitaria ─los periodistas y el redactor responsable de esta historia fueron rápidamente despedidos. Para Erdogan esto es normal: «Tenemos que enseñarles [a los medios]», dijo en una conferencia de prensa.
En otra llamada, el primer ministro pidió a su ministro de Justicia que se hiciera cargo de un caso contra Aydin Dogan, un jefe de los medios de comunicación que se enfrenta a cargos por evasión de impuestos. En respuesta, el ministro dijo que iba a ser imposible influir en el desarrollo del caso, debido a los antecedentes del presidente del tribunal, puesto que era de la comunidad aleví (un grupo de minoría religiosa en Turquía que a menudo está en desacuerdo con el partido gobernante). Admitiendo también esta llamada telefónica, Erdogan dijo que era natural que pidiera esto. «Cualquier cosa por el país y la nación», agregó.
Tras esta declaración no fue ninguna sorpresa que, en otra acción para reprimir la libertad de expresión en Turquía, Erdogan bloquease Twitter el 20 de marzo. “¡Vamos a erradicarlo!” exclamó [en] Erdogan en un mitin de campaña en Bursa. Doce horas más tarde, alrededor de la medianoche, los usuarios de Internet ya no podían acceder a Twitter. El gobierno cumplió sus recientes promesas [en] de bloquear el acceso a los principales sitios de medios sociales si fuera necesario. Si bien parece fácil influenciar a su propia gente, como ministros o los jefes de canales de noticias a través de una llamada telefónica, ocuparse de plataformas internacionales como Twitter no es tan simple. Y así, con el fin de erradicar esta “amenaza para la sociedad” [en], como Erdogan llamó a las plataformas sociales durante las protestas de mediados de 2013, se emitieron cuatro órdenes judiciales que obligaban a todos los proveedores de Internet, incluyendo los operadores de GSM (telefonía móvil digital), a implementar la prohibición. Mientras Erdogan disparaba contra Twitter, añadió que no le importaba lo que la comunidad internacional pudiera pensar.
Y Erdogan no se disculpó por la muerte de Berkin Elvan, de quince años de edad. El día de su funeral estallaron las protestas, con la policía recurriendo a la violencia una vez más. Manifestantes en quince ciudades participaron en los enfrentamientos con la policía. El primer ministro optó por guardar silencio el día del funeral, mientras el presidente Gul [en] y otros altos funcionarios se apresuraron a ofrecer sus condolencias a la familia de Elvan. El exministro para la Unión Europea, Egemen Bagis, llamó a los manifestantes «necrófilos» en un tuit que fue eliminado poco después de su publicación.
El silencio de Erdogan por la muerte del joven sólo fue roto en un mitin de campaña en Gaziantep [en], donde el Primer Ministro, en lugar de ofrecer sus condolencias, llamó terrorista al joven. También hizo que la muchedumbre abuchease a la madre del chico ─Gulsum Elvan, que dijo: «¡El asesino de mi hijo es el primer ministro!» Llevar un tirachinas para «lanzar canicas» era un arma y por ello Berkin era miembro de un grupo terrorista.
Intentando pedir justicia por la muerte de Elvan, el grupo Solidaridad con Taksim ─la comunidad organizadora de las protestas del Parque Gezi─ lanzó una campaña de financiación colectiva en línea [en/tr] para dedicarle un obituario a toda página en el New York Times.
Derechos fundamentales en juego
Hay más periodistas en la cárcel [en] en Turquía que en China. Como demostraron las protestas de este último año, el historial del país en hacer frente a los manifestantes es desalentador. Las dos polémicas leyes aprobadas recientemente por el Parlamento ─sobre el Consejo Supremo de Jueces y Fiscales [en] y sobre la regulación de Internet [en]─ demuestran el endurecimiento del control del gobierno sobre el poder judicial y los contenidos en línea. Y existe una creciente [en] preocupación por la vigilancia de internet y el posible impacto que podría tener sobre la ya precaria situación de la libertad de expresión en Turquía.
Cuando Berkin Elvan salió del apartamento de su familia el 13 de junio, no estaba luchando por su derecho a la libertad de expresión. Pero nueve meses después, cuando perdió vida, las personas que lloraron junto a su familia, marcharon por las calles y se enfrentaron a la resistencia policial estaban luchando por su derecho de reunión y expresión. El 30 de marzo se celebrarán elecciones generales en Turquía. De alguna manera, mientras deja que los dolientes se asfixien por los gases lacrimógenos e ignora las peticiones de los manifestantes, Tayyip Erdogan llama a elecciones democráticas en un estado democrático. Sin embargo, Turquía queda lejos de la tierra prometida de la democracia liberal.