«Cuba Posible»: una nueva plataforma para facilitar el debate

Lenier González, uno de los fundadores de Cuba Posible, y el padre Carlos Manuel de Céspedes (Foto cortesía de Lenier González)

Lenier González, uno de los fundadores de Cuba Posible, y el padre Carlos Manuel de Céspedes (Foto cortesía de Lenier González)

Cuba Posible, un espacio para facilitar el debate acerca de los temas más importantes de la vida del país abierta a un espectro amplio de cubanos, fue recientemente inaugurado. La iniciativa está liderada por Roberto Veiga y Lenier González, ex editores de la revista Espacio Laical, una revista que contaba con una tirada de 4.500 ejemplares pero incrementaba sus lectores a través del intercambio subterráneo de información mediante dispositivos digitales.

Para conocer un poco más sobre esta nueva propuesta, Global Voices conversó en exclusiva con Lenier González.

Global Voices (GV): ¿Qué será Cuba Posible? ¿Cuáles son sus objetivos fundamentales?

Lenier González (LG): Algunas personas se han acercado a nosotros para preguntarnos si estamos fundando un partido político. Nada más alejado de la realidad. Cuba Posible no es una plataforma partidista, ni una plataforma personal para Roberto Veiga y Lenier González. Cuba Posible será una plataforma de facilitación abierta a un espectro amplio de cubanos. De facilitación del debate acerca de los temas más importantes de la vida del país, de facilitación del encuentro, del respeto, la consideración y la concertación entre posiciones diferentes, de facilitación en la canalización de todas la opiniones y propuestas, de facilitación de la mayor estabilidad económica y social del país, de facilitación de una metodología civilizada para avanzar hacia una democracia más plena, de facilitación de la normalización de las relaciones entre Cuba y el mundo.

Esto, por supuesto, exige un medio de comunicación (hasta ahora digital) y de otras formas para divulgar el debate, pero también muchas otras actividades, como podrían ser los casos de  diálogos directos, reuniones con grupos en la  Isla y en la diáspora, con instituciones cubanas y extranjeras, etcétera. En este momento estamos enfrascados en la etapa organizativa, desde el punto de vista técnico e intelectual. Nos anima un espíritu de servicio a la nación cubana, cuyos gobernantes y la sociedad en su conjunto, tienen el desafío soberano de construir un Estado de fuerte matriz martiana. 

GV: ¿Cuándo hablas de “casos de diálogos directos, reuniones con grupos en la Isla y en la diáspora, con instituciones cubanas y extranjeras” te refieres a eventos como el recién culminado Fe religiosa, institucionalidad nacional y modelos sociales?

LG: Podría ser perfectamente esa modalidad de evento, aunque no únicamente. Este tipo de cita ha demostrado ser muy positivo para el país, pues crea sinergías de entendimiento en un marco de seriedad y respeto mutuo. Roberto Veiga y yo tuvimos en el año 2010, por encargo del cardenal Jaime Ortega, la responsabilidad de organizar la X Semana Social Católica de La Habana. Para nosotros siempre había sido un sueño abrir las puertas de las Semanas Sociales a lo más avanzado de las ciencias sociales de la Isla y poner a la Iglesia en diálogo con esa realidad. Abrir al laicado al diálogo con los miembros de “la familia socialista cubana”, para decirlo en palabras de Rafael Hernández. Además, en aquella ocasión, pudieron venir otros cubanos de la diáspora. Fue una experiencia maravillosa, donde personas con ideologías muy diferentes, pudieron dialogar y compartir con mucho respeto, y comprender que todos tenemos un lugar de encuentro, por muy grande que puedan ser las diferencias políticas: la búsqueda del bien Cuba.

El evento Fe religiosa, institucionalidad nacional y modelos sociales congregó también a un grupo muy importante de pensadores, de dentro y fuera de Cuba, y a un público variado. Todo el evento, tanto por parte de los ponentes como de los participantes, estuvo atravesado por un eje transversal: cómo lograr imprimirle una dosis importante de audacia y creatividad a las transformaciones en curso en el país. Las jornadas de debate fueron auspiciadas por la Arquidiócesis de La Habana, con experiencia en la gestión de este tipo de eventos, y por la embajada del Reino de Noruega. El país nórdico posee un amplio marco de colaboración bilateral con el Gobierno cubano y con la sociedad civil, avalado por la seriedad y la transparencia. Pero lo más importante es, a mi juicio, que se trata de un país que apuesta por el acompañamiento, sereno y transparente, al proceso que vive Cuba, y no por “meterle fuego a la olla para que explote”. Es una actitud que respeto y con la que puedo colaborar.

Las reacciones al evento, de manera general, fueron positivas. Por ejemplo, recibí muchas reacciones a mi texto sobre sociedad civil en Cuba, de un espectro de personas bastante amplio y representativo, y todos, diferencias aparte, se mostraban contentos porque un cónclave así hubiese tenido lugar. Siempre están presentes los núcleos “duros” de la política cubana, en la Isla y en la Diáspora, que en su afán de descalificar, se inventan historias que en ocasiones rayan en la fantasía. Sobre estos últimos, el padre Carlos Manuel de Céspedes siempre me decía: “Reza por ellos y ámalos el doble”. 

GV: El Laboratorio Casa Cuba nació luego del diálogo sostenido en las páginas de la revista Espacio Laical entre los juristas Julio César Guanche y Roberto Veiga, sobre la democracia en Cuba. Tanto Roberto como tú contribuyeron a la institucionalización del equipo, el cual opera «como un grupo de trabajo cuyos condicionamientos solo provienen de las convicciones de quienes lo integran». ¿Cuánto hay de Casa Cuba en el proyecto Cuba Posible?

LG: Roberto Veiga y yo tenemos un compromiso moral y político con la figura del padre Carlos Manuel de Céspedes, y con su principal legado, que es esa bella metáfora llamada Casa Cuba. Él nos recalcaba siempre que solo el encuentro, el diálogo y el consenso entre la pluralidad nacional logrará conducir al país con estabilidad hacia el futuro. El padre Carlos Manuel simpatizaba, públicamente y en privado, con las conquistas históricas que trajo al país el “evento 1959”, referidas a derechos sociales y culturales, y a la soberanía nacional. Sin embargo, estaba convencido de que era necesario buscar las vías adecuadas para lograr un Estado de matriz integrador, como elemento indispensable para salvaguardar todo lo anterior.

En tal sentido, Cuba Posible optará por promover posturas políticas que no codifiquen el futuro de Cuba sobre las nociones de “caos interno”, “derrota del régimen” o “venganza contra la familia Castro-Ruz”. Buscaremos potenciar, a toda costa, los caminos que apuestan por la despolarización, la búsqueda de consensos y el acuerdo nacional. Se trata de ayudar a construir un país sin nuevos vencidos.

GV: ¿Cómo piensa Cuba Posible que se podría lograr un Estado de matriz integrador?

LG: En-rumbar al país por esos senderos es una impostergable e inmensa labor política, social y cultural, que en el futuro próximo tendrá que ser asumida sin dilaciones, y está relacionada con la transformación estatal de que hablaba en la respuesta anterior. Roberto Veiga y yo hemos hablado mucho de ello, cuando hacemos referencia al llamado “nacionalismo” (que algunos catalogan como revolucionario, o como radical, o como popular, o como reformista) como nuevo marco de concertación nacional. Ahí están también las proyecciones de otros intelectuales cubanos que han hecho propuestas también en esta línea. Son los casos de Julio César Guanche, Rafael Hernández, Carlos Alzugaray, Arturo López-Levy, Aurelio Alonso, Mayra Espina, Juan Valdés Paz, Julio Antonio Fernández-Estrada, entre otros.

Asumir que Cuba Posible “logrará” un Estado integrador en Cuba es algo desmesurado y petulante. Simplemente pensamos que esa opción es la mejor para Cuba, y trabajaremos en darle voz a aquellos actores dispuestos a participar en la construcción de la Casa Cuba. Es importante, para que ello sea una realidad, la creación de actitudes para dialogar e interactuar con “el otro”. Ese sería nuestro modesto aporte. Al Gobierno cubano le toca crear los marcos legales adecuados y permitir el acceso al espacio público para reconstruir el consenso político nacional. Solo así se podrá defender la soberanía nacional frente a poderes externos. 

GV: ¿Cómo valoras el contexto cubano actual en cuanto a posibilidades de diálogo y consenso entre la pluralidad nacional?

LG: Si lo miramos con la perspectiva de 10 años, pues el contexto es realmente mucho mejor, aunque está lejos de ser ideal. La más alta dirección política del país ha llamado, reiteradamente, al debate y a desplegar un “nuevo periodismo”. Este tema ha marcado un punto importante en la agenda política del presidente Raúl Castro y es un dato cualitativo de gran relevancia. Hoy se debate y se discrepa en Cuba muchísimo más que hace una década atrás, y el Gobierno cubano ha participado en la concreción de este nuevo estado de cosas. Sin embargo, en mi opinión, estos llamamientos del Gobierno se estrellan contra un muro que debe ser transformado. Porque en el contexto cubano no se trata de modificar “un modelo de prensa”, sino de transformar “un modelo de Estado”.

Ese “modelo de Estado” consagra constitucionalmente una ideología y la proyecta sobre toda la nación, y pone a todo su aparato institucional en función de su reproducción, como si de una iglesia y sus fieles se tratase. El gran desafío político de Raúl Castro, de su relevo político y de la sociedad civil cubana, es el de trabajar por transformar ese estado de cosas sin destruir lo logrado, e iniciando un movimiento hacia la conquista de nuevos horizontes. Ni siquiera se trata de que en lo personal nos guste más o menos el tipo de Estado que tenemos en Cuba actualmente, o una ideología específica, creo que la realidad es mucho más dramática y cruel: en la práctica ese modelo ha quedado obsoleto para ejercer la hegemonía en la Cuba del siglo XXI. Ese “modelo de Estado”, con su consecuente “modelo de prensa”, ha desconectado al Gobierno del país real, y ha castrado la posibilidad de existencia de un espacio público abierto como mecanismo de concertación nacional.

El desafío, que es de índole estrictamente político, consiste en reconocer, de una vez por todas, el pluralismo político de la nación, y construir unos marcos legales e institucionales donde esos cubanos, con pensamiento(s) diferente(s), puedan trabajar por el cumplimiento de las metas históricas de la nación. A saber: defensa irrestricta de la soberanía nacional ante poderes externos; plena garantía de los derechos sociales, económicos, culturales y políticos; economía mixta con control estatal de los sectores estratégicos; y rechazo a una “restauración borbónica” que traiga de regreso una república blanca y de élites.

GV: ¿Crees que el incremento del acceso a Internet desde la Isla, aún en condiciones precarias, ha favorecido el diálogo y la concertación entre actores sociales diversos?

LG: Es importante afirmar que en todas las orillas del espectro político nacional existen cubanos dispuestos al encuentro, al diálogo y a la concertación, y que el ciberespacio ha ayudado mucho a crear sinergías positivas de entendimiento y despolarización en la sociedad cubana trasnacional. Si algo ha tipificado los últimos 10 años, es un corrimiento “al centro” en un conjunto importante de actores sociales y políticos, dentro y fuera de la Isla. Ello ha sido positivo, y ha favorecido el surgimiento de plataformas e iniciativas de comunicación de inestimable valor. Estos actores de la sociedad civil cubana han tenido un mérito histórico, que debería ser recogido como un hermoso testimonio para las futuras generaciones de cubanos: lograron articular, con medios precarios, un genuino debate sobre los principales desafíos de la nación cubana en el siglo XXI.

GV: ¿Cómo se inserta una propuesta comunicativa como Cuba Posible en un escenario internacional adverso donde predomina una intencionalidad expresa de desconocimiento del sistema político cubano y de sus principales líderes?

LG: Este “contexto comunicacional” sobre el que me preguntas no opera “al vacío”, pues ahí está intacto el fuerte componente de agresividad externa contra Cuba y la comprensible actitud del Gobierno cubano de encerrarse sobre sí mismo, y de tildar de “enemigo” o “no confiable” al que sostiene posiciones críticas a la línea oficial. Esta “agresividad externa” no es una retórica vacía del gobierno cubano: es real, factual, palpable. La “transición cubana” está codificada en las leyes norteamericanas, y de aplicarse, retrotraería al país a un estado de subordinación inaceptable para un cubano patriota. Invito a leer, para morir de espanto, el Informe Final de la “Comisión de Asistencia para una Cuba Libre”, elaborada bajo la Administración de Bush hijo. Hay sectores que piensan, y trabajan, para hacer operativas políticas que lleven al caos interno. Son actitudes irresponsables y moralmente reprobables, pues poseen un componente conflictual inaceptable.

Cuba Posible, consciente de que se mueve sobre un campo de minas, tratará de dar vida al criterio de “lealtad” del que tanto hemos hablado Roberto Veiga y yo. Se trataría de comenzar a ser “leales” a un conjunto de principios y metodologías desvinculados de la guerra aniquiladora que ha sido el signo distintivo de los sectores de poder mejor empoderados en los escenarios cubanos. De tener, hacia los que creemos que son nuestros adversarios, una sana “tensión democrática”. Y asumir dicha actitud incluso cuando nuestros adversarios se relacionen con nosotros de manera hipertrofiada. Sabemos que no será fácil, pero darle la espalda al país, en el actual contexto, no es una opción válida. Asumiremos el desafío y que Dios haga el resto.

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