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Intenta ser una periodista en Kirguistán. Los hombres que son tus fuentes te buscarán seducir. Siempre.

Categorías: Asia Central y Cáucaso, Kirguistán, Derechos humanos, Juventud, Medios ciudadanos, Mujer y género, Periodismo y medios
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Bishkek Feminist Collective SQ, organización ganadora de una beca de Rising Voices, es una de varias agrupaciones civiles que abordan temas de género en Kirguistán. Foto por Bishkek Feminist Collective SQ. El cartel dice: «Necesito feminismo porque la gente debería respetar mis espacios personales. No necesito consejos o instrucción de nadie».

Las batallas de género continúan siendo tema central en la vida política y sociedad en Kirguistán. Aunque en el país las mujeres ocupan posiciones públicas [1] mucho más que en sus naciones vecinas, siguen habiendo fuertes obstáculos como el acoso y actitudes estereotípicas que no permiten a dichas mujeres ejercer su trabajo correctamente. A continuación presentamos un emocional testimonio escrito [2] por la periodista kirguisa Asel Kalybekoa para el blog Inside the Cocoon [3] de EurasiaNet.org. Su título original es Periódico Bishek: Quiero una entrevista, no una cita romántica [2]:

When I knock on the door of yet another Kyrgyz politician, civil servant or businessman, I have many questions. That’s my job as a journalist. But the most nerve-racking question is not in my notebook: Will he hit on me?

The first time I interviewed an official in Bishkek, he tried to hold my hand while we were alone in his office. I left, humiliated, thinking this would never happen again. I was wrong.

The idea that women are no more than pieces of meat is deeply engrained here. Indeed, until recently, Kyrgyz law called sheep rustling a more serious crime [4] than bride kidnapping.

Women are taught to blame themselves. A study [5] of 8,000 Kyrgyz women released in January found that 6 percent believe a woman deserves to be beaten if she burns dinner, 23 percent if she leaves the house without telling her husband. Last summer, a female member of parliament lobbied to ban girls under age 22 from traveling abroad. She said she wished to “preserve the gene pool [6].”

At first, I thought the advances were my fault, that I had dressed or acted inappropriately. I changed my makeup and started wearing glasses to look older. But they haven’t stopped. Men regularly call me after interviews, suggesting we have a coffee to “get to know each other better.” Professionally, it is challenging to tell a member of parliament or a minister that I’m not interested while leaving the door open for future interviews.

Cuando toco a la puerta de algún político, burócrata o empresario kirguiso considero muchas preguntas ya que ese es mi trabajo como periodista. Sin embargo, la pregunta más relevante no está en mi libreta sino en mi mente: ¿tratará de coquetear y seducirme?

La primera vez que intenté entrevistar a un oficial de Kirguistán intentó tomar mi mano cuando estuvimos a solas. Me sentí humillada pero pensé que no volvería a suceder. Estaba equivocada.

En este lugar la idea de que las mujeres no somos más que un pedazo de carne está muy cimentada. Hasta hace poco, la ley en Kirguistán castigaba de forma más severa a alguien que se robaba una oveja que a un hombre que secuestraba a una mujer para forzarla a casarse.

A las mujeres se les educa para culparse a si mismas. Un estudio [5] hecho a 8,000 mujeres kirguisas publicado en enero muestra que 6% de las mujeres creen que merecen ser golpeabas si queman la cena, 23% de ellas si salen de la casa sin avisar a su marido. El verano pasado, una mujer miembro del parlamento promovió que se prohibiera a mujeres menores de 22 años viajar al extranjero. Alegó que al hacerlo se ayudaría a «preservar la raza [6]«.

Inicialmente pensé que yo estaba provocando estas conductas inapropiadas al vestir o actuar de cierta manera. Cambié mi maquillaje y empecé a usar lentes para verme mayor pero eso no funcionó. Después de mis entrevistas es común que hombres me llamen para invitarme a un café y «conocernos mejor». Profesionalmente, esto presenta un reto ya que tengo que decirles a miembros del parlamento o Ministros que no me interesan pero sin cerrar la puerta a futuras entrevistas.

Kalybekova añade [3] que una queja común entre las mujeres jóvenes de Kirguistán es el acoso que reciben por parte de hombres casados a través de redes sociales como Facebook:

The flirting is not limited to phone calls or passes behind closed doors. Recently, I met a prominent, Western-educated politician. What started with an offer to give me a ride home turned into a series of texts and Facebook messages about how he is thinking about me and wants to see me. I know his daughter well; she’s a year younger than I. I told him, but he didn’t stop.

I thought I was alone. But friends share similar experiences. One, who is now 28, used to work as a secretary in a government agency, where she says she was constantly propositioned for sex. She never dared to raise her frustration with her superiors. “No one would take it seriously. I am a woman, and that means that I will always be the one to blame.” She quit. Her treatment discouraged her from pursuing a career. She is now a stay-at-home mom.

A family friend, Aizhan, 48, who is a successful chief-accountant at a large private company in Bishkek, told me she has had to fight sexual harassment throughout her long career. “I was often told that if I want to succeed, I had to be ‘friendly’ with my bosses and business partners. Of course, friendship is the last thing they want,” Aizhan told me.

The most appalling thing is that these sleazy men expect us to like it. Why else would I come to their office? Young, single, what else could I want? By some Kyrgyz standards, because I’m in my mid-20s and not married, I must be loose.

When I walk through the halls of power in Kyrgyzstan, I am a target. I want my sources to see me as a journalist, a professional, not a sex object. I want them to talk to me about business and politics, not about how good looking I am. Because they are affecting the way I see myself. After each proposition, I tell myself it is not my fault. But the more I say it, the less I believe myself and the less confidence I have doing my job.

El flirteo no se limita a llamadas telefónicas o propuestas a puerta cerrada. Recientemente conocí a un político prominente, educado en occidente. Lo que inició como un ofrecimiento de darme un aventón a mi casa, se volvió una serie de mensajes de texto y por Facebook en los que me decía que pensaba en mí y quería verme. Conozco a su hija bien y es sólo un año más joven que yo. Se lo mencioné pero no dejó de buscarme.

Pensé que estaba sola pero mis amigas me han compartido experiencias similares. Una de ellas que tiene 28 años trabajaba como secretaria en una oficina de gobierno, en donde constantemente la acosaban sexualmente. Nunca se atrevió a denunciar esto y mostrar su frustración ante sus jefes. «Nadie lo tomaría en serio. Soy una mujer y eso significa que siempre tendré la culpa». Terminó por renunciar y el trato que recibió desincentivó su carrera profesioanl. Ahora es ama de casa.

Aizhan es una amiga de mi familia, de 48 años de edad. Actualmente es la contadora principal de una importante compañía privada en Bishkek. Me comentó que a lo largo de su carrera siempre ha tenido que combatir contra el acoso sexual. «En múltiples ocasiones me dijeron que si quería tener éxito tendría que ser ‘amistosa’ con mis jefes y sus socios. Claro que una amistad era lo último que querían», me comentó Aizhan.

Lo más asombroso es que estos hombres libidinosos esperan que sus actitudes nos gusten. ¿Por qué otra razón iría a sus oficinas? Jóven, soltera, ¿qué más querría? En base a los estándares de Kirguistán, como estoy en mis veintes y soy soltera, seguramente soy fácil.

Cuando visito los núcleos de poder en Kirguistán, soy un blanco. Quisiera que mis fuentes me vieran como una periodista profesional y no un objeto sexual. Quiero que me hablen de negocios y política, no de lo bien que me veo. Porque ellos afectan la manera en que me veo a mi misma, después de cada propuesta me tengo que decir que no es mi culpa. Sin embargo entre más lo digo, menos lo creo y pierdo confianza para hacer mi trabajo.

El blog de Kalybekova hizo eco en muchas otras personas que pasaron por experiencias similares al trabajar en distintas partes de la región. Dena Sholk, quien pasó tiempo como investigadora en Kirguistán escribió:

Tengo completa empatía por este artículo de @EurasiaNet. He tenido experiencias similares durante mi investigación en Kirguistán.

Recientes historias de Global Voices que se enfocan en las batallas de género incluyen esta pieza [10] escrita por Aliaskar Adylov que describe un incidente en que una multitud atacó a un grupo de mujeres activistas al confundirlas con misioneras cristianas, así como esta otra [11] por Mahina Shodizoda, sobre el recuento en tuits de una mujer que fue secuestrada para casarse.