Por Sami Shah
Oh, musulmanes, están tan locos. ¿Pero qué tan locos? Es lo que todos se preguntan estos días.
Al mismo tiempo que el EEIL/ISIL/IS/JodidosLocosDesgraciados siguen con su marcha a través de Irak/Levante/Babilonia/Asiria, y que locos entusiastas de todo el mundo se inspiran gracias a llamadas a las armas en Youtube y empiezan a cortar cabezas por libre, las cosas van a empeorar para el musulmán medio.
Pero Sami, veo que preguntas qué es un «musulmán medio». ¿Es un «musulmán medio» un hombre en pasamontañas con un Kalashnikov y una bolsa llena de cabezas? ¿O es mi encantador vecino con tres niños y una mujer simpática? ¿Cómo les identificamos o clasificamos? ¿Cómo los vencemos en batalla? ¿Cómo evitamos que se conviertan en un megakaiju (monstruo) único?
No puedo dar todas las respuestas, pero puedo ayudar con algunas de sus preguntas. Por tanto, sin más dilación (y con tanta promoción descarada y desvergonzada), déjenme presentar un extracto de mi libro I, MIGRANT, que responde a todas sus preguntas.
Los tipos de musulmán
(mejor si se lee en la voz del locutor británico David Attenborough)
El musulmán bueno:
Mis padres son el ejemplo perfecto y evidente de este tipo de creyente. Ellos creen fervientemente en Alá, en el Corán y en el Profeta Mahoma. Los dos rezan cinco veces al día, dan a los pobres, han realizado el Hajj y finalizan cada oración invocando la gracia de Alá. Tanto mi madre como mi padre se saben de memoria algunos pasajes del Corán, especialmente los que ayudan a buscar cosas corrientes perdidas, y generalmente ven orgullo en ser musulmán. Mamá no lleva un hijab y papá no lleva barba. Ni creen que occidente fue creado por Satán ni que debería ser vencido por ocasionar pérdidas humanas a través de actos criminales suicidas aleatorios y creativos.
Piensan, sin embargo, que Estados Unidos odia a los musulmanes, que su apoyo a Israel es evidencia de ello, así como las posteriores invasiones de Afganistán e Irak. Estas son sus opiniones y, en general, no son más tóxicas o perjudiciales para el medio ambiente que la creencia de mi madre de que todos los hombres son intrínsecamente vagos y la creencia de mi padre de que todas las mujeres dan pésimos consejos.
Si fueras a escoger aleatoriamente a cien musulmanes de todo el mundo, es muy probable todos ellos serían como mis padres. El Islam es una parte de su vida, pero no se interpone.
El musulmán malo:
Juzgado negativamente por el resto de los musulmanes, es el segundo tipo más común. Son musulmanes de nacimiento y de nombre. Puede que lleguen incluso muy lejos para apreciar la santidad del Corán, de Alá y de su Profeta, pero todo termina ahí. Realmente no tienen paciencia para practicar rituales y en general se muestran reacios a identificarse públicamente como musulmanes.
Algunos de ellos beben a pesar de la prohibición. Pero ninguno comerá nunca cerdo. El cerdo es la última frontera para el musulmán. Seguramente, observarán animados una tira de panceta si encuentran una, quizás incluso se detengan a considerar unas costillas tras verlas en un show televisivo, pero de media el lugar más seguro para un cerdo es un país musulmán. Para el alcohol, sin embargo, existe una amplia variedad de justificaciones. Puede que digan que «El Corán solo ilegaliza un tipo específico de alcohol», señalando la prohibición literal que hay contra el vino fermentado. O quizás argumenten que «el Islam tiene que ver con la moderación», justo antes de perderse en un charco de vodka y vómito.
En un diagrama de Venn sobre las creencias compartidas entre los musulmanes buenos y los malos, la única coincidencia sería que ellos también piensan que Estados Unidos odia a los musulmanes, que su apoyo a Israel es evidencia de ello, así como las posteriores invasiones de Afganistán e Irak.
El musulmán terrible:
Ocupando actualmente todas las plazas para funcionarios públicos en cualquier país musulmán que observes, otro nombre para esta variedad de musulmán es «Bastardo Hipócrita».
Se diferencian del Musulmán Malo en eso. Mientras pecan y consienten toda prohibición, se presentan a sí mismos como emblema de la virtud islámica. Normalmente se les reconoce por el modo público y agresivo en el que expresan su amor al Islam. Los hombres llevan barbas largas y devotas con las que manifiestan tanto su compromiso como su masculinidad; tienen la frente permanentemente dañada como evidencia de llevar una vida postrados en una alfombra para rezar. Las mujeres visten el hijab – no ajustado, pues es costumbre, con varios centímetros sobre un peinado inmenso que desafía las reglas tanto de la física como del estilo.
Siempre tendrán en las manos un rosario en constante rotación entre los dedos. Cada oración es leída por los dos géneros y se espera que se lleve el hijab. Su compromiso a la farsa les puede llevar incluso a evitar el alcohol y a ser unos/as maridos/mujeres completamente enamorados/as y fiel/es. Pero coloca una rupia delante de ellos y servirán una ronda de panceta y jamón mientras se unen a un Kafir (infiel) y prestan juramento a Satán.
También se les puede agrupar entre los que creen que Estados Unidos odia a los musulmanes, que su apoyo a Israel es evidencia de ello, así como las posteriores invasiones de Afganistán e Irak. La única diferencia es que la mayoría de ellos parecen estar dispuestos a acurrucarse junto a su enemigo si el precio es correcto. Sin embargo, esto no es verdad. No si el precio es correcto, sino si hay un precio.
El musulmán aterrador:
Acostumbra a hablar mucho sobre «Jihad». El Imán de una mezquita es un buen ejemplo. En apariencia no se diferencia mucho del «Musulmán Terrible», solo por un mayor compromiso en el estilo de vida. Los hombres no llevarán solo una barba deportiva, aunque también se afeitan el labio superior. El look estiloso radica en la creencia de que el Profeta llevaba la misma barba, aunque no hay evidencia que lo demuestre. Tampoco hay ninguna prueba de que su pijama acabara unos centímetros más alla de los tobillos, pero es también una opción sartorial entre este lote.
Ahora debería ofrecer alguna aclaración sobre la introducción a esta clase de musulmán. El Musulmán Aterrador quizás diga mucho «jihad» y hable sobre pelear contra occidente y sobre cómo la Ummah islámica necesita alzarse en rebelión, pero es muy probable que nunca veas a uno cerca del frente.
Por cierto, ser clasificado de Aterrador proviene solo de los occidentales, que ven algo de terrorífico en su apariencia. Para los otros musulmanes, este tipo tiende a ser a lo sumo molesto y ridículo en el mejor de los casos. Les toleramos porque de media son útiles a la hora de enseñarles a los niños el Corán (siempre y cuando supervises que la educación se ciñe a la memorización del árabe y no incluye ningún tipo de retórica de formación de opiniones de o abusos ocasionales). Sus opiniones van desde conspiraciones poco probables – en las que sectas islámicas distintas a las que pertenecen están trazando su perdición – a la creencia de que Estados Unidos odia a los musulmanes, que su apoyo a Israel es evidencia de ello, así como las posteriores invasiones de Afganistán e Irak. Un ejemplo de Musulmán Aterrador es el país de Arabia Saudí.
Musulmán realmente loco:
Creen que Estados Unidos odia a los musulmanes, que su apoyo a Israel es evidencia de ello, así como las posteriores invasiones de Afganistán e Irak. La única diferencia es que quieren hacer algo al respecto. Y ello incluye matar a occidentales, a partidarios activos de occidente, a partidarios pasivos de occidente, a todo aquel que tenga algo que ver con activos, pasivos y occidentales y finalmente matar a todo el mundo. Ejemplos de musulmanes realmente locos son Osama Bin Laden, Ayman Al Zwahiri, toda Al Qaeda, los Talibanes…
Sami Shah es un cómico, ilustrador, diseñador gráfico y columnista que vive en el oeste de Australia. Su trabajo se ha descrito en el New York Times, Comedy Central, NPR’s The World y en la revista Laughspin, y ha actuado en la BBC Asian Network y en TEDx Melbourne. Sami es el autor de I, MIGRANT: A Comedian's Journey From Karachi to the Outback.