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Ante los yihadistas, Voltaire y su lucha contra el fanatismo son más actuales que nunca

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Tunisie Ansar al Charia califat [1]

Túnez: manifestación de islamistas de la Ansar al-Charia en la Kasbah – En la pancarta que sostiene el hombre mayor, se lee: «El califato es la prosperidad, la democracia es la ocupación». Foto de Chedly Ben Ibrahim, 17/12/2013; derechos de autor, Demotix

Sarra Abrougui es tunecina y está estudiando un doctorado en literatura comparada en la Universidad de Estrasburgo

Hace ya cinco años que comencé mi trabajo de investigación sobre la concepción volteriana de la religión y su relación con el fanatismo; hoy, y ante el aumento del integrismo religioso, me doy cuenta del valor de su discurso sobre la tolerancia y creo firmemente que su lección de humanidad es muy actual.

En el siglo XVIII, Voltaire [2] condenó todo tipo de fanatismo religioso apoyado por la Iglesia católica, que en ese momento era la primera fuerza política y religiosa. Este filósofo luchó por separar la religión de la política y preparó el terreno para los valores laicos. Con su defensa de Calas [3], Sirven [4], el caballero de La Barre [5] y muchos otros, instauró la idea de tolerancia con T mayúscula.

Statue du Chevalier de La Barre, à Montmartre (Paris) Photo helicongus sur panoramio, CC BY-ND 3.0 [6]

Estatua del caballero de La Barre, en Montmartre (París). Foto de helicongus disponible en Panoramio, CC BY-ND 3.0

Me gustaría detenerme un momento en esta concepción de la tolerancia de Voltaire. En 1764, fecha en la que se publicó el Diccionario filosófico [7], Voltaire propuso una definición muy simple en el artículo «Tolerancia», definiéndola como «el atributo de la Humanidad». Es, así, una característica propia del hombre, la característica que nos hace humanos.

Cuando leí por primera vez «Oración a Dios», el capítulo 23 de su Tratado sobre la tolerancia [8], escrito tras el caso Calas, tenía 17 años y no entendí gran cosa porque en ese momento en Túnez no se hablaba mucho de religión. Ben Ali estaba en el poder y no permitía elegir porque exigía no «ser demasiado musulmán». Es decir, se prohibía la libertad de culto: las oraciones en las mezquitas no estaban muy bien vistas y las mujeres no podían llevar velo. En esa época no se hacían demasiadas preguntas porque parecía que, aún con opresión, vivíamos como un pueblo homogéneo pese a las diferencias.

El 14 de enero de 2011, este pueblo conmocionó al mundo con la expulsión del dictador del poder y, más tarde, las revoluciones se encadenaron en el mundo árabe-musulmán bajo el nombre de Primavera árabe. El pueblo salió a la calle para reclamar justicia, libertad y dignidad y para poner fin a la dictadura, pero, desafortunadamente, se encontraron con un monstruo más aterrador y más destructivo: el fanatismo religioso. Esto es lo que llevó a algunos a preferir la dictadura política a la dictadura religiosa. Incluso he escuchado a tunecinos en Túnez deseando el regreso de Ben Ali, tal es el miedo que les da el fanatismo o el «terrorismo», por usar un término más moderno.  

Desde estas revoluciones, el fanatismo ha ganado terreno progresivamente y se ha convertido en un verdadero peligro para nuestra sociedad. Voltaire condenó el fanatismo religioso en el siglo XVIII porque era consciente de que es un veneno que amenaza a toda la Humanidad, que no permite que el hombre progrese. En su artículo «Fanatismo» del Diccionario filosófico, afirmaba que «el fanatismo es a la superstición lo que el delirio a la fiebre, lo que el furor a la cólera. El que tiene éxtasis, visiones, el que toma los sueños por realidades y sus imaginaciones por profecías, es un fanático entusiasta de grandes esperanzas; puede incluso matar por amor a Dios.».

Atelier de Nicolas de Largillière, portrait de Voltaire (détail) Musée Carnavalet Workshop of Nicolas de Largillière [domaine public], via Wikimedia Commons [9]

Obra de Nicolas de Largillière, retrato de Voltaire (detalle) Museo Carnavalet [dominio público], vía Wikimedia Commons

Así es como Voltaire describe el fanatismo: un hombre que mata bajo el pretexto de amor a Dios sin saber qué es la verdadera religión. Hace tres siglos, Voltaire luchó por la tolerancia. Lo que pasa actualmente en el mundo nos hace pensar que todos los hombres tienen que pelear como lo hizo Voltaire para liberar al hombre del oscurantismo religioso y el odio que nos impide ser hermanos.

Hoy en día, el aumento del integrismo atemoriza e inquieta al mundo entero y son muchos los ejemplos que lo representan, sólo nombraré algunos rápidamente. Son hechos que, sin duda, disgustarían al defensor de la tolerancia por excelencia.

Lo que pasa hoy en Túnez, por ejemplo, es algo nuevo para ese pueblo que, cuando gritó «¡Fuera Ben Ali!» el 14 de febrero de 2011, no tenía ninguna intención religiosa, solo pretendía reclamar derechos como los de la libertad de pensamiento, de expresión o el derecho a manifestarse, entre otros, que hoy los fanáticos rechazan y descalifican llamándolo «Haram». En efecto, desde la revolución de 2011, el país se enfrenta a un auge de grupos yihadistas. Unos cuarenta soldados, policías y gendarmes han muerto en ataques terroristas desde la caída del régimen de Ben Ali. El último se produjo la noche del miércoles 16 de julio en el monte Chaambi [10], Hencir el-Tella, en el cual mataron a catorce soldados tunecinos. Desde la revolución, Túnez representa el primer objetivo de los terroristas ya que, en muchos videos subidos a Internet y las redes sociales, Ansar al-Charia promete conquistar el país y castigar a la población, a la cual consideran «infiel» porque ha adoptado un islamismo totalmente opuesto al de esta agrupación. El 17 de agosto de 2014, Kamel Zarrouk, número 2 de Ansar al-Charia, predijo [11]en un audio subido a Youtube la destrucción de Túnez, denunciando los principios de la democracia y la laicidad que se oponen a los del islam.

Son numerosos los ejemplos de integrismo que han amenazado a Túnez, sobre todo desde la llegada del partido islámico Ennahda [12]al poder, sospechoso de estar tras estos actos terroristas o, al menos, de cubrir estos crímenes.

El rechazo a las diferencias

El ejemplo más grande de fanatismo es el del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS). Reconocidos por su crueldad forjada a base de ahorcamientos e injusticia con todos aquellos a los que consideran infieles y que no adoptan las mismas convicciones religiosas e ideológicas, los miembros de este grupo maltratan a los cristianos y arrancan las cruces de las iglesias. Perseguidos y amenazados de muerte en Mossoul por el ISIS [13], estos cristianos, que eran más de 35.000, se ven obligados a abandonar la ciudad.

Además, las casas de estas personas fueron marcadas con el signo ن, que simboliza «nazareno»: un término con connotación peyorativa usado por los yihadistas para designar a los cristianos. Nada detiene a estos fanáticos, porque no aceptan ninguna diferencia religiosa o ideológica. Todo lo que sea diferente a ellos debe ser rechazado, incluso masacrado y lapidado. Estos hombres, como lo demostró Voltaire tres siglos atrás, se creen los representantes de Dios en la tierra.     

La religión de la exclusión de las mujeres

Su religión se basa esencialmente en la idea de la muerte y la exclusión. Estos fanáticos excluyen a los que no se parecen a ellos, excluyen y masacran a los que no se someten. A título de ejemplo: Roua Dhiyeb, una dentista siria que fue ejecutada [14] por los miembros yihadistas del grupo ISIS tras un crimen que consistió en el simple hecho de no respetar las órdenes del califa Abou Baker Baghdedi que exigen que las mujeres solo curen a mujeres. ¿Cuántas más serán víctimas de esta política de exclusión y muerte? No debemos olvidar la imagen denigrante que estos islamistas dan de la mujer, hoy en día ese fanatismo es una verdadera amenaza para sus derechos. En el siglo XVIII, Voltaire era consciente de esta realidad y defendió al género femenino expresando la indignación que le producía la tradición religiosa que desprecia a la mujer al considerarla como la causa principal del pecado original (la misma imagen que se puede observar entre los yihadistas), y rechazando la superioridad masculina en su ensayo «Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos [15]», de 1768.

Rechazo al arte

Estos fanáticos han instaurado una cultura de oscurantismo y terror y amenazan al arte. Recordemos los actos de barbarie y violencia de un grupo de salafistas en una exposición en el palacio Abdellia [16], en La Marsa (Túnez), el 10 de junio de 2012. Destruyeron las obras de arte mientras gritaban eslóganes contra los artistas, tratándolos de infieles porque estas obras, según ellos, atentaban contra Dios y contra el profeta del Islam.

Una amenaza a la libertad de información

Representan una verdadera amenaza a la libertad de información y de la prensa: el estado islámico difundió el 19 de agosto un video en Facebook de la ejecución de James Foley [17], un periodista estadounidense detenido en Siria desde 2012. Esta ejecución tiene una doble función: es a la vez un chantaje con los rehenes para detener los golpes de Estados Unidos y una advertencia a occidente, al que los yihadistas consideran infiel.

Oscurantismo: rechazo a las ciencias

Su fe se opone firmemente a las ciencias, al saber y a las críticas. Esto puede observarse, por ejemplo, en Raqqa, Siria, en donde han prohibido enseñar química [18] con el pretexto de que esta materia no conoce la omnipotencia de Dios.

Rechazo a la filosofía

En cuanto a la enseñanza de la filosofía [18], se ha prohibido por la misma idea. En efecto, los fanáticos siempre han considerado a la filosofía como una verdadera amenaza que pone en peligro al orden general: recordemos el caso de Sócrates, que fue ejecutado solo porque había adoptado una religión diferente a la de la ciudad griega. Sobre todo, no debemos olvidar que la filosofía es, como afirma Voltaire en el mismo artículo «Fanatismo», el único «remedio para esta enfermedad epidémica».

El espíritu filosófico concebido por Voltaire sostiene la inexistencia de la verdad absoluta y conserva una religión basada esencialmente en la idea de la razón y del corazón. Estos extremistas tienen, hoy y desde siempre, una ley propia que no debe discutirse ni rechazarse porque, quien haga lo contrario, será considerado infiel.

«Las leyes todavía son más impotentes contra estos accesos de rabia; es como si leyeran un decreto del consejo a un fanático. Los fanáticos están convencidos de que el Espíritu Santo, que los inspira, es superior a las leyes, y que el entusiasmo es la única ley que debe dirigirles. ¿Qué se puede responder al hombre que dice que prefiere obedecer a Dios que a los hombres, y que, por consiguiente, está seguro de merecer el cielo degollándoos?». La descripción de Voltaire del fanático de antes se aplica al de hoy.

El primer intelectual comprometido de la historia de Francia destacó en todos los géneros literarios: teatro, cuento, novela, tratados, panfletos y verso. Todos estos géneros fueron puestos al servicio de una sola y única lucha: la que se hace contra «la infame [19]» (el fanatismo encarnado por la Iglesia y el clero). Su lucha habla por él hoy y para siempre. En la inmensa obra que nos ha dejado, Voltaire no dejaba de burlarse de los dogmas de la religión y se ensañaba con el fanatismo, la superstición y las injusticias. 

Al condenar al fanatismo, Voltaire instauró otro, «un fanatismo de la tolerancia». Si estuviera vivo y viera lo que pasa actualmente, escribiría todavía más obras maestras sobre la tolerancia y el fanatismo. Se debería dar clases sobre Voltaire en las escuelas, hay que educar a todos los niños para que aprendan a querer las enseñanzas de este autor, a fin que los fanáticos dejen de existir. El discurso de este filósofo es un remedio eficaz contra este veneno que amenaza al mundo y a la humanidad. Hoy el fanatismo triunfa y nos falta Voltaire.