Este artículo y un reporte de radio de Dalia Mortada para The World in Words originalmente apareció en PRI.org el 14 de enero del 2015 y es republicado como parte de un acuerdo para compartir contenidos.
Sevval Kilic mide alrededor de 1. 80. Su cabello, en varios tonos de castaño, cuelga hasta la mitad de su espalda, y sus ojos, delineados por largas pestañas, se parecen a almendras perfectamente dibujadas.
Ella tiene una de las más grandes sonrisas que jamás he visto, y es contagiosa. Parece mucho más joven de sus 40 años, y le gusta recordar los viejos días cuando ganaba buen dinero.
“En mi tiempo”, recuerda, “yo compraba. Yo compraba como loca… zapatos, sólo zapatos….» ella interrumpe el relato para reír. Eso fue en los 1990, cuando Sevval vivía en un barrio famoso por sus burdeles ilegales. Tenía 19 cuando se mudó.
Ahora, la tranquila calle en el centro de Estambul luce como lo hacía en los 1990. Pero los sonidos que invaden la calle son completamente diferentes.
Una señora que limpia sus ventanas en el tercer piso toma un descanso para charlar con un vecino que le grita hola desde la calle. No está, cómo alguna vez lo fue, llena de chicos eligiendo su aventura sexual para la noche. No hay silbidos provenientes de las ventanas como hace un par de décadas, como el que Sevval usaba para atraer clientes: “Psh psh, psh psh, este es el camino”, explica Sevval, “o sfoot sfoot.” Sólo un pequeño y sutil sonido para atraer la atención de los chicos.
En Turquía, la prostitución es legal con una licencia y los burdeles estatales tienen un severo proceso de registro. Pero Sevval y sus colegas no están calificadas: el estado no aprobó, y aún no aprueba, a las mujeres transgénero ni a los hombres homosexuales. Sevval no había completado su transición para convertirse en mujer cuándo se registró en su burdel.
De hecho, ella llegó sólo con su ropa masculina. Una de las mujeres más experimentadas la apoyó. «Ella cuidó de mí como una verdadera madre. Me lavaba, me alimentaba, me vestía, me enseñó todo acerca del trabajo, sobre la discreción», comenta. La discreción incluía usar un lenguaje secreto, o como lo llamarían los lingüistas, un argot, conocido como lubunca.
Sevval y sus colegas usan lubunca cuando hablan sobre su trabajo en frente de los clientes o los policías. Usa frases y gramática del turco, pero ciertas palabras se reemplazan. Las palabras que Sevval usó fueron relacionadas a su trabajo. Hay términos para cabello y maquillaje, posiciones sexuales y diferentes tipos de clientes. «Digamos que hay un cliente rico y una chica grita: ¡es un cliente de 100 doláres!. Eso se conoce como bir but baari, explica Sevval.
Bir es la palabra turca para «uno» y «but» significa muslo o cuarto trasero, como un gran corte de carne. «Bari» es como decir «al fin». Estas son todas palabras turcas, pero la forma en que se combinan significa algo que nunca entendería a menos que sepa lubunca.
Otras palabras de esta jerga vienen de diferentes idiomas. «Algunos de los elementos centrales del lubunca vienen de otros idiomas de las minorías que no han sido muy usados en algún tiempo», explica Nicholas Kontovas. Kontovas es un lingüista socio-histórico que ha estudiado los orígenes del lubunca. Él explica que la mayoría de las palabras provienen del romaní, el lenguaje de la etnia roma, o gitanos, que viven en Turquía.
Hay palabras del griego, kurdo y también del búlgaro. Kontovas explica que los individuos de esas comunidades han sido, en mayor o menor escala, segregados por la sociedad turca, así que tienden a vivir en los mismos barrios de la ciudad. Por eso el lubunca tiene un matiz extranjero.
Kontovas dice que las palabras del lubunca están íntimamente ligadas con estos barrios y con lugares de reunión dentro de ellos. La palabra turca para el baño estilo otomano, por ejemplo, es hamam. En lubunca, es tato que deriva de la palabra romaní para templado. «El hecho de que haya una palabra para hamam es muy revelador. Las variedades del lenguaje gay que fueron usadas anteriormente, al menos lo que está registrado, fueron usadas predominantemente en los hamams, que es donde la prostitución masculina ocurrió durante el imperio Otomano», dice Kontovas.
Por supuesto, el lubunca ha evolucionado. Los términos para los órganos sexuales y las posiciones se han vuelto muy creativos, y no son apropiados para publicarse. Los términos para coquetear son también muy astutos. Badem alikmak, equivale a echar un ojo. Badem, significa almendra, es una obvia referencia a la forma del ojo», describe Kontovas. “Hay otra cosa que es genial, que es badem sekeri, y significa «dulce de almendra», y es agradable a la vista», añade.