Cómo Putin ha conquistado las redes sociales rusas en estos tres últimos años

Vladimir Putin at a press conference on December 18, 2014. Kremlin press service, public domain.

Vladimir Putin en una conferencia de prensa, el 18 de diciembre de 2014. Servicio de prensa del Kremlin (foto de dominio público).

Cuando visito Estados Unidos, a menudo me preguntan cómo de mal se vive en la Rusia de Putin. Sabiendo que trabajo en un canal de televisión independiente (www.tvrain.ru), la gente que me hace esta pregunta probablemente espera historias horribles sobre la pesadilla diaria que sufro bajo la presión de un régimen totalitario.

Responder a esto puede ser complicado porque tengo que desengañar tales expectativas, ya que no soy capaz de retratar mi vida en Rusia en un modo tan simplista, en términos de blanco o negro.

Algunos aspectos de la vida en Rusia son extrañamente difíciles de explicar a alguien que nunca haya vivido aquí. Hay una brecha enorme -un cañón de hipocresía- entre lo oficial y lo real, y se supone que tienes que saber lo que no puedes decir en voz alta. (El film de Andrey Zvyagintsev, «Leviathan», trata ampliamente este fenómeno)

Por ejemplo, no se puede decir que en Rusia no hay medios independientes; yo trabajo en un canal de televisión independiente. Pero el Diablo está en los detalles, y en este caso, estamos infinitamente mejor armados. Lo que ha ocurrido en Rusia, sería como si la Fox News tomara las ondas radiofónicas en los Estados Unidos, echando a patadas a MSNBC de la televisión por cable y reduciendo a los liberales a emisiones a través de Internet desde un pequeño apartamento privado en Brooklyn.

Esta farsa se da igualmente en las elecciones (donde la competencia es fingida), en los tribunales (donde la justicia es una mentira) y en las manifestaciones (donde la participación es obligatoria).

Durante muchos años, Internet fue la última muestra de honestidad de Rusia. Pero esto ya no es así. Durante los últimos tres años, un ejército de medios de comunicación desplegado por el Kremlin ha atacado a lo que una vez fue un baluarte para la gente que buscaba una «Rusia sin Putin».

Así es cómo ocurrió.

Antes de las elecciones parlamentarias de 2011, cuya falsedad hizo que cientos de miles de personas salieran a la calle para protestar, el Kremlin se despreocupaba totalmente del significado político que podían tener los medios sociales e Internet. El maestro de marionetas de política interior, un hombre llamado Vladislav Surkov, se contentaba simplemente con pagar dinero en efectivo a los mejores blogueros para que de vez en cuando publicaran en LiveJournal historias ya preparadas.

Cuando comenzaron las protestas de invierno en diciembre de 2011, los nuevos medios sociales, concretamente Twitter y Facebook, estaban bajo el control absoluto de los oponentes políticos de Putin, quienes las conocían bien y, como era de esperar, construyeron vastas redes para organizar manifestaciones contra las elecciones fraudulentas.

Después de dos concentraciones multitudinarias en Moscú en contra de los resultados de las elecciones parlamentarias, Surkov tuvo que dejar su trabajo en el Kremlin como consecuencia de su evidente fracaso a la hora de controlar Internet. Su sustituto fue Vyacheslav Volodin, un hombre menos cerebral conocido por su estilo de gestión burdo pero efectivo.

De Volodin se dice que no tiene mucha idea sobre el mundo digital, pero se rodea y deja aconsejar por otros con mayor conocimiento. En 2012, Volodin ascendió a algunos de estos consejeros con conocimientos de Internet a una unidad especial dentro del Departamento de Política Interna del Kremlin. Puso a cargo del equipo a Timur Prokopenko, un joven treintañero que había trabajado para movimientos juveniles pro-Kremlin.

Al principio, el equipo de medios sociales del Kremlin se limitaba a copiar todo lo que la oposición rusa hiciera en Internet. Si los rivales de Putin lo criticaban con etiquetas (hashtags), la gente de Putin respondía instantáneamente con etiquetas cuyo blanco era Alexey Navalny, el líder más destacado de la oposición. Cuando este método de represalia se hizo demasiado obvio y primitivo, el equipo del Kremlin optó por otras tácticas.

Trataron de espamear los medios sociales con «cuentas bot«, aunque redes como Twitter fueron rápidas en reconocerlas e intervenir. El equipo del Kremlin se dirigió entonces a los activistas regionales, fuera de Moscú y San Petersburgo, a quienes habían ignorado considerablemente en el pasado. Ahora contrataban a esta gente para que sirvieran como «bots» humanos. Imagina: hombres y mujeres jóvenes de toda Rusia contratados para no hacer nada más que promocionar temas de tendencia en Twitter y trolear los medios liberales en Facebook.

Mi contacto en Twitter me indicaba que no tienen poder para intervenir contra esas cuentas, ya que en efecto es gente real la que las maneja. El Kremlin había encontrado la alternativa para el ejército bot: un ejército trol.

Naturalmente, tirar de las reservas regionales de activistas pro-Kremlin no fue suficiente. Lo que comenzó con docenas de boy-scouts reconvertidos, creció hasta los centenares, pero tocaron techo. Cuando eso ocurrió, el equipo de Putin se acercó a los publicistas rusos. Según mis fuentes, actualmente hay diez agencias diferentes de publicidad que trabajan para el Kremlin. Se trata de contratos secretos y las agencias son cautas para no perder a otros clientes que son ajenos a la política.

Las agencias compiten ferozmente entre ellas por extensiones de contratos y acuerdos más suculentos, haciendo que la industria de la propaganda online en Rusia resulte bastante lucrativa y sorprendéntemente efectiva. Es como la «mano invisible» de Adam Smith, pero al contrario.

Combinados, todos estos esfuerzos son capaces de desplegar un ejército de miles de trolls. En algunas zonas, como en la periferia de San Petersburgo, la empresa es tan grande que hay edificios de oficinas enteros para esta gente.

Parece un chiste, pero miles de blogueros contratados «van a trabajar» a diario y escriben sobre la grandeza de Vladimir Putin y el declive de Occidente. Están en Facebook, Twitter, portales nuevos, y donde quiera que el Kremlin se sienta amenazado y superado. Nuevas instrucciones llegan a diario por email, especificando lo que hay que decir y dónde decirlo, todo con el fin de reforzar la presidencia de Putin en medio de la guerra y la crisis económica.

Tristemente, esto está funcionando. La gente difícilmente cree el alcance que tiene la invasión internauta del Kremlin y ve poco creíble que el gobierno pueda ser capaz de una manipulación tan sofisticada y bien dirigida. Sin embargo, eso es exactamente lo que el equipo de medios sociales de Putin ha conseguido.

Por supuesto, conquistar Internet ha sido mucho más fácil después de la drástica reducción de medios independientes en Rusia —un fenómeno conocido como la “f#cking chain” («cadena j#dida»). La absorción de los medios de comunicación que ha llevado a cabo el Kremlin ha alcanzado finalmente a la gente que no ve la televisión nacional. El círculo ahora es completo.

El sistema funciona así: los trolls inundan una sección de comentarios con quejas guionizadas contra Occidente o contra la oposición liberal; los medios nacionales informan entonces sobre estos comentarios como «indignación de los blogueros», avivando así más conversaciones en la red y construyendo lo que se convierte en una mezcla natural/artificial. De este modo, el equipo de Putin es capaz de imponer su agenda incluso en el guetto liberal del Internet ruso.

Ante el éxito de este modelo en Rusia, el Kremlin está ahora realizando grandes inversiones para «exportarlo» a medios sociales populares en Europa y Estados Unidos.

Si vives en Occidente, ten cuidado.

Los puntos de vista y opiniones expresados en este artículo son exclusivos de su autor original. Estos puntos de vista y opiniones no necesariamente representan a los de Global Voices o RuNet Echo.

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