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Con la liberación de Eugene de Kock, Sudáfrica enfrenta al apartheid

Categorías: África Subsahariana, Sudáfrica, Etnicidad y raza, Historia, Medios ciudadanos, Política

Apodado «Prime Evil», Eugene de Kock [1] fue el comandante de una unidad de contra insurgencia de la policía sudafricana que secuestró, torturó y asesinó a numerosos activistas antiapartheid durante la era del apartheid. Recientemente se le concedió libertad condicional luego de cumplir 20 años de prisión de su sentencia de 212 años.

Pierre de Vos reacciona a esta liberación [2] con el argumento de que es el momento de enfrentarse al demonio del apartheid, no solo de De Kock, quien lo defendió:

What De Kock did was monstrous – far more monstrous than anything an ordinary beneficiary of apartheid did. Whether he deserves to be granted parole is, therefore, at the very least, debatable. But singling out De Kock as particularly evil is also comforting for those of us who benefited from apartheid and continue to do so because of its lingering effects.

It’s an archetypal example of “Othering”. We pinpoint one wrongdoer (the torturer in the attic) in order to obscure our own complicity in upholding and benefiting from the system in whose name De Kock committed his crimes.

Supporting the prosecution and conviction of De Kock and his continued incarceration, and insisting on depicting him as uniquely evil, allow us to avoid having to confront the fact that the system itself was evil through and through.

It helps us white South Africans who lived through apartheid (or whose parents did) to retain the idea that we were, for the most part, “decent” people – lawyers, accountants, government clerks, railway workers, doctors, school teachers, insurance brokers – who read and discussed the merits of good books and movies with friends, who went to the opera and the symphony concert, who swooned over the yodelling Briels, who cried when that dog was killed in that children’s movie, who treated our servants with condescending kindness. In our own minds we would never, ever deliberately endorse cruelty and violence towards others.

Yet, we benefited from the system whose very raison d’être was to oppress and exploit others and to uphold and defend the sham superiority of whites and what is ironically termed “Western civilisation” – the same “civilisation” that produced Hitler, Stalin, Vietnam and Iraq, and embraced and benefited from slavery and colonial oppression.

No solo lo que De Kock hizo fue mucho más monstruoso que cualquier cosa que un ordinario beneficiario del apartheid hizo. Si merece que le concedan la libertad condicional es por lo menos debatible. Pero individualizar a De Kock como particularmente malo también es reconfortante para aquellos de nosotros que se beneficiaron del apartheid y siguen haciéndolo por sus efectos prolongados.

Es un efecto arquetípico de “Otredad”. Podemos individualizar a un malhechor (el torturador en el ático) con el fin de ocultar nuestra propia complicidad en la defensa y beneficiar al sistema en cuyo nombre De Kock cometió sus crímenes.

Apoyando el enjuiciamiento y condena de De Kock y su encarcelamiento e insistiendo en pintarlo como el único demonio nos evita tener que enfrentar el hecho de que el sistema mismo fue endemoniado hasta la médula.

Nos ayuda a los sudafricanos blancos que vivimos el apartheid (o que sus padres vivieron) a retener la idea de que erámos, en su mayoría, personas «decentes» – abogados, contadores, empleados gubernamentales, trabajadores de ferrocarriles, doctores, maestros de escuela, corredores de seguros – que leen y discuten sobre los méritos de los buenos libros y películas con los amigos, que fueron a la ópera y al concierto sinfónico, quien se desmayó con los Briels, quien gritó cuando ese perro fue asesinado en esa película infantil, quien trató a nuestros sirvientes con bondad y cortesía. En nuestras mentes nunca, nunca apoyaríamos la crueldad y la violencia hacia los demás.

Sin embargo nos hemos beneficiado del sistema cuya verdadera razón de ser fue oprimir y explotar a los demás y respetar y defender la falsa superioridad de los blancos y lo que se denomina irónicamente «Civilización occidental» – la misma «civilización» que produjo a Hitler, Stalin, Vietnam e Irak y estrechó en sus brazos y se benefició de la esclavitud y la opresión colonial.