Ali Abdulemam: «No he perdido mi identidad. Soy bahreiní»

Abdulemam (center) walks in a protest march with Nabeel Rajab (left) and Abdulhadi Al-Khawaja. Photo by Mohamed CJ via Wikimedia (CC BY-SA 3.0)

Ali Abdulemam (centro) camina en una marcha de protesta con Nabeel Rajab (izquierda) y Abdulhadi Al-Khawaja en febrero de 2011. Foto de Mohamed CJ vía Wikimedia (CC BY-SA 3.0)

Este texto fue publicado originalmente por Index on Censorship.

Ali Abdulemam es un bloguero bahreiní y fundador de Bahrain Online, un sitio web de noticias y foro prodemocracia. En agosto de 2010, Abdulemam fue detenido y encarcelado por las autoridades de Bahréin, acusado de «difundir información falsa». Fue puesto en libertad en febrero de 2011 y posteriormente pasó a la clandestinidad tras una ofensiva por parte del gobierno contra los manifestantes prodemocracia. Juzgado y condenado a 15 años de prisión en rebeldía, Abdulemam huyó del país en 2013 y obtuvo asilo político en el Reino Unido, donde ahora tiene asilo político. Actualmente trabaja con Bahrain Watch y el Centro Bahreiní de Derechos Humanos. También es miembro de la comunidad de Global Voices.

El 31 de enero de 2015, Bahréin revocó la ciudadanía de Abdulemam junto con otros 71 ciudadanos de Bahréin, muchos de los cuales son periodistas o blogueros. Esto es en contravención del artículo 15 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que garantiza a toda persona el derecho a una nacionalidad y establece que «nadie podrá ser privado arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de nacionalidad». Esta es la reflexión de Abdulemam sobre la pérdida de su ciudadanía.

Cuando me registré por primera vez en Facebook en 2005, escribí en mi biografía «identidad perdida». No era una expectativa de lo que iba a sucederme 10 años más tarde, sino una forma de expresar mis pensamientos con respecto a la «identidad”, y cómo funciona en todo a mi alrededor, cómo me afecta, afecta a mi forma de pensar, la manera en que veo a otras personas, la manera en que yo defino las cosas, en este siglo que podemos llamar la «Era de la Identidad».

Me enteré de la noticia sobre el despojo de mi nacionalidad mientras estaba hablando por teléfono con un amigo. Apareció un mensaje en WhatsApp, que decía: “Urgente. 72 ciudadanías revocadas”. Le dije: «Creo que mi ciudadanía ha sido revocada», y se rio de mí.Mientras le oía reírse, abrí el enlace para ver los nombres y avancé hasta el nº 49, y allí estaba mi nombre, Ali Hasan Abdulla Abdulemam. Se lo confirmé. «Creo que el tuyo también está ahí», le dije y avancé hasta el nº 70. Dejó de reírse cuando le dije: «También está tu nombre».

Lo primero que hice fue tuitear: “Cuando me desperté esta mañana era bahreiní, y cuando me despierte mañana seré bahreiní”. Me mantendré fiel a mi identidad. No quiero abandonarla. Ahora, tengo mi propia definición de «identidad» que amo y la parte principal de esta identidad no está «perdida». Es “BAHREINÍ”. El gobierno no puede concederla o quitarla, no pueden apartarme de mis raíces, no aceptaré no ser reconocido por el mundo. Seguiré diciéndome a mí mismo, a mis hijos y a mis amigos que soy del país que creó la revolución de Lulu (Lulu hace referencia al levantamiento de 2011, que lleva el nombre de la rotonda de la Perla o de Lulu, donde se llevaron a cabo las manifestaciones públicas).

“¿Qué significa ser bahreiní?” Esta es una pregunta con respuestas diferentes dependiendo del momento en que se desee una respuesta. Llegué a conocer el verdadero significado de esta pregunta cuando por primera vez salí de la cárcel a finales de febrero 2011 a las tres de la mañana y me fui directamente a la plaza de Lulu, donde los manifestantes estaban durmiendo en paz y libertad. Sentí la dignidad y olí mi «identidad» real, que casi perdí dentro de la cárcel, cuando me torturaron y amenazaron. Sentí que estaban atacando mi identidad, no atacándome a mí personalmente. Aquellos agentes que me encarcelaron y torturaron, no me conocían, no me habían visto antes. Su problema era que yo era diferente a ellos. Querían que yo fuera como ellos.

Ahora soy apátrida. No sé cómo voy a poder visitar a mi anciana madre, mis hermanos, hermanas y mis amigos. Hay tantos lugares que amo en Bahréin que no puedo imaginarme morir antes de visitarlos de nuevo: esa playa en la que jugaba cuando era niño, esa pared sin pintar con el graffiti que dice: “el parlamento es la solución” de la década de 1990. Todavía quiero hacerme un selfie allí. Echo de menos ir al café Spalion donde mis amigos todavía se reúnen para compartir historias y hablar sobre cultura, política y religión, y volver a pedirle a Abbas la camarera «un té bastardo». El lugar más importante que quiero visitar y pasar tanto tiempo como pueda es el cementerio donde mi padre ha descansado en paz durante los últimos seis años. No he estado allí hace casi cinco años. Mi padre es la primera persona que me enseñó lo que significaba ser bahreiní.

Hay un proverbio que mi padre me decía cuando yo era niño: “Los que reniegan de sus raíces no tienen ninguna”. Eso es lo que quiero decirle a mi hijo de nueve años. Voy a señalar con su dedo a la hermosa y pequeña isla en el Golfo y decirle: “Tu padre es de este lugar y este es el lugar al que pertenecemos”. Me niego a reconocer este decreto del rey, voy a seguir escribiendo que soy bahreiní en cualquier impreso de solicitud. No voy a aceptar ser ‘Identidad Perdida’ de nuevo. Tengo una identidad y estoy orgulloso de ella.

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