El aceite de palma – cómo llegó a convertirse en un problema y qué podemos hacer al respecto

Oil palm fruits in Jambi, Indonesia. Photo by Iddy Farmer for Center for International Forestry Research (CIFOR). CC-BY-NC-SA 2.0

Fruta de la palma en Jambi, Indonesia. Foto de Iddy Farmer para el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR en sus siglas en inglés). CC-BY-NC-SA 2.0

Este post de Michael Kodas se publicó originalmente en Ensia.com, una revista que resalta soluciones medioambientales internacionales en marcha, y se republica acá mediante un acuerdo para compartir contenidos.

El pasado agosto, desde la ventana de un avión a gran altura sobre la isla indonesia de Sumatra, conté casi una docena de columnas de humo alzándose desde las extensas junglas y plantaciones. Algunas de ellas con casi un kilómetro de amplitud, parecían pilares sosteniendo el cielo. Esa semana, la Agencia Indonesia para la Gestión de Desastres detectó 143 nuevos fuegos incontrolados en la provincia de Riau, la región bajo mi vuelo. Todos los incendios estaban casi con toda seguridad relacionados con la deforestación para la industria maderera y la agricultura — principalmente para el cultivo de palma.

El aceite de palma — que aparece en una vertiginosa cantidad de productos cosméticos y alimenticios, y sirve de materia prima para biocombustible — plantea muchos inconvenientes medioambientales. Es el mayor causante de deforestación en Indonesia, con la consecuente destrucción de hábitat y contribución al cambio climático. Los estanques de aguas residuales de las refinerías de aceite de palma sueltan inmensas cantidades de metano, un gas de efecto invernadero 34 veces más potente que el dióxido de carbono.

Las soluciones a los problemas medioambientales planteados por la producción de palma son complejas, en parte por la ubicuidad del aceite de palma, pero también porque las alternativas carecen de muchos de los beneficios de este versátil aceite. Pero ello no quiere decir que no existan.

Ardiendo por debajo

Unos días después de mi llegada a Riau, en Sumatra, mientras marchaba hacia la jungla para ver uno de los incendios, dirigí la mirada hacía donde mis pisadas se hundían unas 12 pulgadas (30 cm) en la turba y vi humo salir de las huellas.

Es aquí, en la turba ardiendo bajo los bosques, donde se puede comprobar el mayor impacto de la producción de palma sobre el clima. Cuando los bosques son despejados para hacer sitio a las plantaciones de palma, el área es generalmente quemada, y la mayoría de los enormes incendios de Riau arden sobre turba – pantanosas capas de vegetación parcialmente descompuesta que se extienden hasta 18 metros por debajo de la mayoría de los bosques de la provincia.

Fires associated with clearing land for oil palm plantations in the Indonesian province of Riau release massive amounts of carbon into the atmosphere and spread health-harming haze across the landscape. Photo by Aulia Erlangga for Center for International Forestry Research.

Fuegos asociados con el despeje de tierra para las plantaciones de aceite de palma en la provincia indonesia de Riau, emiten enormes cantidades de carbono hacia la atmósfera y propagan una neblina dañina para la salud a lo largo del paisaje. Foto de Aulia Erlangga para el Centro para la Investigación Forestal Internacional.

Las turberas contienen hasta 28 veces más carbono que las selvas sobre suelos minerales. La turba es tan rica en carbono que si ardiera suficiente tiempo, pongamos que durante un millón de años, la presión, el tiempo y el calor la convertirían en carbón. Una simple hectárea de selva turbera puede emitir 6.000 toneladas métricas de dióxido de carbono en el momento de ser transformada en una plantación. Los investigadores calcularon que, en 2012, casi el 70 por ciento del carbono emitido durante la transformación de selvas tropicales en plantaciones de palma en Sumatra provino de las turberas, lo que supone un 75 por ciento de incremento con respecto a sus emisiones durante los años 90, y un indicativo de que la palma se está expandiendo cada vez más en forma de turba.

Y no se trata solo de CO2: en 2013, el entonces presidente del país, Susilo Bambang Yudhoyono, se disculpó ante Singapur y Malasia por la nube marrón causada por los incendios de Sumatra, que dispararon los niveles de contaminación del aire en los países limítrofes, llenando hospitales con decenas de miles de pacientes afectados por el humo y forzando a las autoridades a cerrar escuelas. Aviones indonesios sembraron las nubes con 100 toneladas de sal, con la intención de atraer la lluvia y apagar los fuegos llameantes sobre la turba.

Cuando el fuego prendió de nuevo seis meses después, más de 9.000 tuiteos bombardearon la oficina del presidente. Durante un viaje de emergencia a Riau, afirmó que estaba “avergonzado” por los incendios. Cerca de 50.000 sumatrinos tuvieron que recibir tratamiento por el efecto del humo en sus pulmones, ojos y piel. Aviones sembraron de nuevo las nubes.

El fuego obligó a miles de indonesios a abandonar sus hogares y destruyó el hábitat de animales en peligro de extinción como elefantes, rinocerontes, tigres y orangutanes. Un informe de las Naciones Unidas advirtió que, para 2020, los orangutanes salvajes podrían haber desaparecido fuera de las áreas protegidas. Y al nivel actual de destrucción del hábitat, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN en sus siglas en inglés) estimó que el elefante de Sumatra podría extinguirse en los próximos 30 años.

“Se deberían tomar medidas inmediatas y efectivas sobre el terreno para proteger al elefante de Sumatra de la extinción,” urgió un informe de la IUCN en 2013. “Especialmente en Riau.”

Poniéndose serios

En el pasado, Indonesia y el resto del mundo apenas se preocuparon del impacto de la industria del aceite de palma en la destrucción de los bosques indonesios y el calentamiento global, pero más recientemente parecen haberse puesto serios.

Victims of habitat destruction driven in part by palm oil production, Sumatran elephants are now considered critically endangered by the International Union for Conservation of Nature. Photo by Vincent Poulissen (Flickr/Creative Commons).

Víctimas de la destrucción del hábitat, causada en parte por la producción de aceite de palma, los elefantes de Sumatra están ahora considerados en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Foto de Vincent Poulissen (Flickr/Creative Commons).

En 2010, Noruega prometió 1 billón de dólares a Indonesia para mantener sus bosques intactos, y al año siguiente Yudhoyono aseguró que, antes de 2020, con ayuda internacional, el país reduciría sus emisiones de gas invernadero en un 41 por ciento con respecto a su tendencia hasta ahora. El pasado agosto, Singapur empezó a multar con hasta 2 millones de dólares a las empresas locales o extranjeras que contribuyeran a la neblina causada por los incendios. Al mes siguiente, Indonesia, después de años de rehuir la cuestión, se convirtió en el último de los 10 miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático en ratificar un tratado para reducir el humo que se ha convertido en motivo de tensión permanente con sus vecinos del Sureste Asiático. Poco después, en la Cumbre sobre el Clima de las Naciones Unidas en Nueva York, 150 empresas — incluyendo McDonald's, Nestlé, y Procter and Gamble — se comprometieron a reducir la deforestación mundial a la mitad, para 2020, y erradicarla por completo antes de 2030.

En 2013 el mundo consumió 55 millones de toneladas métricas de aceite de palma, casi cuatro veces más que hace 20 años.

Después, a los pocos días de tomar posesión de su cargo el pasado octubre, el nuevo presidente de Indonesia, Joko Widodo, propuso fundir los ministerios de Medio Ambiente y de Asuntos Forestales. Esa reforma podría ayudar al país a cumplir sus ambiciosos objetivos de protección forestal y reducción de emisiones, en caso de que el Ministerio de Medio Ambiente, que negocia con la ONU y determina cómo va el país a cumplir sus objetivos de emisiones, consiga alguna autoridad sobre los bosques y turberas del país. Por otro lado, también podría ocurrir que el poderoso y territorial Ministerio de Asuntos Forestales usurpara parte de la autoridad del Ministerio de Medio Ambiente.

“La fusión de las autoridades de explotación y conservación en un solo cuerpo no garantiza que se tomen decisiones equilibradas,” afirmó Longgena Ginting, presidente de Greenpeace Indonesia, en declaraciones a Jakarta Post.

Auge del aceite de palma

En última instancia, sin embargo, las leyes, los tratados, las agencias del gobierno y los incentivos tendrán escaso impacto sin cambios fundamentales en la producción y consumo de aceite de palma. Y, desafortunadamente, hay pocas alternativas viables a la palma.

“Hay beneficios del aceite de palma que no se pueden ignorar,” me comentó Alan Townsend, decano de la Escuela Nicholas de Medio Ambiente de la Universidad Duke, antes de mi viaje a Indonesia. “La palma es uno de los cultivos más productivos del planeta, con la habilidad de crecer en una gran variedad de lugares. Añádele a eso unos amplios márgenes de beneficio, una increíble variedad de usos para el aceite de palma y la ausencia de sustitutos económicamente competitivos, y en seguida puedes ver por qué la industria ha crecido tan rápido.”

En 2013, el mundo consumió 55 millones de toneladas métricas de aceite de palma, casi cuatro veces más que hace 20 años. Indonesia y Malasia satisficieron el 85 por ciento de la demanda del aceite alimenticio más popular del mundo. En 1985, Indonesia tenía menos de 4.000 km cuadrados de plantaciones para aceite de palma. 20 años después, cubren 33.796 km cuadrados, y el gobierno indonesio calcula que, para 2025, las plantaciones van a cubrir al menos 160.000 km cuadrados.

Un mes antes de mi llegada a Riau, una investigación publicada en Nature Climate Change informaba que, en 2012, Indonesia casi había doblado la deforestación de Brasil, un país que hasta hace poco estaba destruyendo sus bosques más rápido que cualquier otra nación.

El crecimiento exponencial de las plantaciones para aceite de palma es en gran medida una consecuencia involuntaria de las políticas económicas, alimentarias y energéticas en el resto del mundo.

“En la actualidad no hay grandes alternativas al aceite de palma.” — Rhett Butler

En 2006, el etiquetado de alimentos en Estados Unidos, bajo el mandato de la Administración de Alimentos y Medicamentos, comenzó a indicar las “grasas trans”, porque incrementan el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Ello llevó a un rápido aumento del uso de aceites tropicales que no constituían grasas trans, particularmente el de palma. El televisivo Dr. Oz promovió los beneficios del aceite de palma para el corazón y el cerebro, ayudando a incrementar en seis veces su consumo en los Estados Unidos desde el 2000.

En Europa, los esfuerzos por evitar alimentos genéticamente modificados impulsaron el aceite de palma, tan abundante que todavía no ha llamado la atención de los ingenieros genéticos. En China e India, el apetito de las crecientes clases medias por aceites de alta calidad solo puede ser actualmente satisfecho con el de palma.

El auge también está motivado por lo que conducimos. El creciente interés en biocombustibles está sustituyendo el daño medioambiental asociado con el crudo por la devastación que los productos basados en la palma infligen en las selvas tropicales y el clima.

Algunas de las consecuencias de la producción de aceite de palma, incluyendo deforestación y destrucción del hábitat, han llevado a boicots por parte de los consumidores. Pero este tipo de acciones incrementa la demanda de cultivos aún más destructivos para los bosques y el clima.

“En la actualidad no hay grandes alternativas al aceite de palma,” afirma Rhett Butler, el fundador de Mongabay, una página web de investigación científica y periodismo sobre selvas tropicales. “Si el objetivo es suplir la creciente demanda de aceites comestibles, el aceite de palma proporciona la mayor cantidad de aceite por espacio de tierra. Si uno empezara a cultivar en su lugar coco o colza, se requeriría un área mayor de terreno para producir la misma cantidad de aceite.”

Prometedora alternativa

A medida que crece la demanda de alternativas, sin embargo, eso podría cambiar. De hecho, una de las alternativas más prometedoras al aceite de palma no requiere en absoluto de tierra.

La versatilidad de las microalgas hace que sean un buen competidor de la palma para la producción de aceite.

Solazyme, una empresa de California, usa microalgas para producir biodiesel que ya ha sido utilizado por aviones de United Airlines y barcos de la marina estadounidense. De ahí se ha expandido a aceites para jabones, cosméticos y comida, con un mayor margen de beneficios que los combustibles. El año pasado, la empresa de productos de consumo Unilever anunció planes para usar 3 millones de galones (más de 11 millones de litros) de aceite de alga de Solazyme en lugar de palma para reducir su impacto medioambiental.

Microalgae cultivated by California-based Solazyme show promise as a source of palm oil substitutes. Photo courtesy of Solazyme.

Microalgas cultivadas por la empresa californiana Solazyme podrían ser la fuente para sustituir el aceite de palma. Foto cortesía de Solazyme.

“Piensa en cerveza,” dice Jill Kauffman Johnson, la directora de sostenibilidad de la compañia, al describir los tanques en los que Solazyme cultiva sus algas. “Una fábrica en Illinois es de hecho una antigua fábrica de [cerveza] Pabst Blue Ribbon.”

“Podemos hacer un aceite sano para el corazón alto en ácidos oleicos. Al día siguiente, pones una cepa diferente y puedes producir una alternativa sostenible al aceite de palma o de pulpa de palma,” afirma. “Tiene el menor nivel de grasas polisaturadas de cualquiera de los aceites comerciales, sin grasas trans, y crece en unos pocos días, y no durante varios meses en el campo.”

La versatilidad de las algas hace que sean un buen competidor de la palma para la producción de aceite.

“Nuestro objetivo es tratar de ayudar a aliviar la presión sobre los trópicos ecuatoriales,” afirma Kauffman Johnson. Dado que las algas de Solazyme crecen donde quiera que la compañía establezca sus tanques, Solazyme puede localizar sus fábricas donde crea más conveniente para los clientes, socios y materias primas, acortando así las cadenas de abastecimiento. Materias celulósicas como el pasto varilla también reducen el impacto medioambiental. La compañía acaba de abrir una planta de 100.000 toneladas métricas en Brasil que usa caña de azúcar.

“Nuestra tecnología es capaz de crecer muy rápidamente,” asegura Kauffman Johnson.

Sin embargo, los gustos del consumidor y la economía agrícola son algo más lentos a la hora de aceptar los aceites basados en algas, así que probablemente llevará años antes de que estos aceites sustituyan algo más que unas pocas gotas en la inundación de aceite de palma.

Mejorando el aceite de palma

Una mejor solución inmediata, dice Butler, es limpiar la industria del aceite de palma.

“Establecer políticas y guías de buena conducta que eviten la transformación de bosques es algo en lo que las compañías pueden quedarse atrás,” afirma. “Ha habido una oleada de compromisos de cero-deforestación por parte de compradores y productores en meses recientes.”

Philip Taylor, un científico del Instituto de Investigación Alpino y Ártico de la Universidad de Colorado que trabaja con Townsend y ha estudiado extensamente los trópicos, asegura que la mayoría de plantaciones de palma no rinde todo lo que podría.

Incentivar la transferencia de conocimiento para la mejora de la productividad entre los productores de palma podría hacer que cada hectárea de la plantación fuera lo más productiva posible.

“Hay una gran brecha entre lo que se consigue y lo que es posible,” afirma. “Ahora mismo el rendimiento medio en Malasia e Indonesia es de 18 toneladas y media de racimos de fruta fresca por hectárea. En lugares en los que se han puesto en práctica las mejores técnicas de gestión, ya están consiguiendo 30 toneladas por hectárea.”

La productividad de la fruta de la palma, señala Taylor, se ha mantenido estancada desde 1975, mientras que, en el mismo periodo, la productividad de la soja se ha incrementando casi en un 100 por ciento.

“Parte de ello se basa en el conocimiento,” comenta. “Las semillas correctas en los lugares indicados, el fertilizante correcto en el momento exacto.”

Incentivar la transferencia de conocimiento para incrementar la productividad entre los productores de palma podría hacer que cada hectárea de la plantación fuera lo más productiva posible. Sin embargo, la Unión de Científicos Preocupados, en su informe «Recetas para el éxito», indica que el incremento de ganancias que acompaña la mejora de la producción podría estimular la expansión de las plantaciones. Añadido a esto, investigadores del Reino Unido y de Singapur indicaron en un reciente ensayo en la publicación científica Science que mayor rendimiento y cosechas de palma más adaptadas a crecer en condiciones adversas podría llevar a que más terrenos de África y América Latina se dedicaran a la palma — los cuales todavía no se han visto afectados por la explosiva plantación de palma del Sureste Asiático. Por lo tanto, la mejora de las cosechas debe ir acompañada de una protección más estricta de los bosques. Indonesia prohibió la deforestación en 2011, pero la norma está plagada de agujeros. La Mesa Redonda sobre Aceite de Palma Sostenible empezó hace 10 años a certificar el aceite de palma que cumplía los estándares medioambientales, pero muchos de sus miembros continuaron talando bosques. Las promesas del pasado verano de detener la destrucción de bosques por parte del gobierno, los productores de palma y las compañías que usan el aceite muestran que la tendencia se está reforzando.

“Tienes que tener una moratoria sobre deforestación,” dice Taylor, quien señala que los recientes compromisos de empresas como Wilmar y Golden Agri de acabar con la deforestación suponen un paso significativo en la dirección correcta. “Estas compañías poseen un gran porcentaje de la industria de palma,” afirma.

Si las más de 1.000 refinerías de aceite de palma del mundo convirtieran su metano en electricidad, el impacto de su actividad sobre el clima se reduciría hasta 34 veces.

En el otro extremo de la cadena de producción, Taylor señala hacia oportunidades a más corto plazo para reducir el peaje medioambiental del aceite de palma. El informe de Taylor y Townsend demuestra que el metano liberado por las refinerías de aceite de palma suponen más de un tercio del impacto total de la industria de palma sobre el clima, y un simple estanque de aguas residuales de una refinería de palma libera al año el equivalente a 22.000 coches de gases contribuyentes al calentamiento global. Ese metano podría usarse para hacer electricidad, simplemente cubriendo el estanque y colocando un generador de biogas junto a él. Si las más de 1.000 refinerías de aceite de palma del mundo convirtieran su metano en electricidad, el impacto de su actividad sobre el clima se reduciría hasta 34 veces. Sin embargo, sólo el 5 por ciento de las instalaciones lo hacen.

En Indonesia, las trituradoras y refinerías de palma ya generan su propia electricidad quemando los residuos sólidos de la fruta. Están generalmente lejos de la red eléctrica, y carecen de políticas e infraestructuras para proveer de electricidad a la misma. Pero podrían enviar energía a los pueblos cercanos.

“Es algo que New Britain Palm y Musim Mas están haciendo,” afirma Taylor.

La iniciativa indonesia por el aceite de palma sostenible requiere que la industria empiece a desarrollar la captura de biogas, lo que debería acelerar que más empresas adopten esta tecnología.

Los cientos de vehículos involucrados en la cadena de suministro de palma del país podrían funcionar con gas natural licuado – un combustible que está experimentando un rápido desarrollo en otros lugares de Asia. En la provincia de Riau, no pasé ni una carretera en ningún momento que no estuviese llena de camiones amarillos cargados con los racimos escarlatas de la fruta de la palma. Todos esos vehículos podrían funcionar a partir de una combustible barato y ya disponible que proporcionaría un beneficio adicional a las procesadoras de palma y mitigaría su impacto climático.

“Va a ocurrir en los próximos dos años,” dice Taylor.

Pero los próximos años también van a traer un hambre cada vez más voraz por el aceite de palma. Uno de los productores, Asian Plantations, calcula que la demanda global de aceites comestibles se va a más que cuadriplicar para 2050. La palma va a suplir casi el 60 por ciento de esa demanda.

Así que quizás el desarrollo más importante en la búsqueda de alternativas al aceite de palma sea el sentido de urgencia.

Michael Kodas es director asociado en el Centro para Periodismo Medioambiental de la Universidad de Colorado en Boulder, así como un premiado reportero gráfico, escritor y editor gráfico. Encuéntrale en Twitter @MichaelKodas o en su página web MichaelKodas.com.

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