El pasado y el presente de la historia colombiana: Entrevistas con William Ospina

El escritor colombiano William Ospina. Captura de imagen del programa Contravía, disponible en YouTube.

¿Cuáles pueden ser las claves para entender la historia de Colombia y de la región latinoamericana? Quizás la Historia y sus interpretaciones puedan tener respuestas. Para ello, el escritor colombiano William Ospina visita y recrea escenarios de las primeras épocas en las que se escribió la historia de la región como la conocemos hoy, y hace comparaciones necesarias con la realidad contemporánea. El escritor colombiano comparte muchas de estas reflexiones en entrevistas disponibles en línea, de las que exponemos algunos extractos. 

En una de ellas, la vlogger Lorena Rivas conversa con Ospina sobre las similitudes del pasado con el presente. Rivas ve en el consumo de recursos naturales que viene con los ritmos de las corporaciones una repetición de la historia de la Conquista de las Américas. Rivas pregunta a Ospina si estos conflictos entre la preservación de la naturaleza y el espíritu de transformación vinieron con la cultura occidental, pero que Ospina ve de modo más complejo. Según el autor, en encuentro entre Europa y América es más de lo que se cuenta: 

Sería caricatural pretender que a la Conquista solo llegaron los enfermos, los locos, los demonios… Algo de eso hubo sin duda, pero igual, con la misma elocuencia, alguien menos exasperado podría decir que llegaron los paladines, los valientes y a veces los santos y eso también sería verdad… Sería más justo decir que a la conquista llegó la condición humana. 

Ospina también explica las consecuencias propias de los encuentros entre dos mundos distintos y los desenlaces propios de la falta de entendimiento mutuo: 

[El encuentro con las Américas] fue en su tiempo un hecho inédito […] nunca había ocurrido que dos mitades del mundo que no habían tenido el menor contacto por milenios se encontraran y que el ser humano se viera frente a frente con otras mitologías, con otras arquitecturas, con otras estéticas, con otras lenguas, con otras memorias… 

Del mismo modo, Ospina reflexiona sobre las lecciones que deja la Historia y sobre los retos que continúan haciendo la vida cotidiana de los países del continente:

Yo creo que no hemos aprendido todo lo que teníamos que aprender […] Yo creo que el conflicto prosigue. De alguna manera se podría decir que estamos en plena conquista de América, y que no hemos aprendido todavía las lecciones de esa conquista. Yo escribo estos libros [con el propósito] de aprender algo […]  Si la humanidad podría encontrar otros caminos para relacionarse con otras culturas y con la naturaleza, porque todavía no hemos aprendido ninguna de las dos cosas.  

Ospina, conocido también por el polémico ensayo «¿Dónde está la franja amarilla?«, basa su trabajo en los orígenes y los retos de Colombia como país y como sociedad en la historia y en la contemporaneidad. Estas reflexiones tomaron la forma de ficción en el año 2005 con la novela «Ursúa», parte de una trilogía que busca reconstruir la conquista del Amazonas. Sobre Ursúa, el escritor conversó en detalle en el programa Contravía, disponible en YouTube. En estas obras, Ospina busca recrear la historia que estudia desde hace años, la de un típico conquistador español, que pasa a la historia como vencedor a pesar de su fracaso. Sin embargo, uno de los puntos centrales de estas historias es el de la Colombia que se desvaneció con el paso de la historia y de la Colonización, un país que, según el autor, los colombianos «han olvidado»:

[En] la misma geografía [hay] una gran cantidad de elementos que ahora no podemos encontrar. Por ejemplo, los bosques inmensos, descomunales, que fueron todos talados, destruidos por tantas razones distintas […] En alguna página se hace una enumeración de los pueblos que encontró Jorge Robledo por el Cañón del Cauca, y son casi 40 naciones distintas, con sus distintas costumbres, sus indumentarias, sus tradiciones, y por todas las regiones del país era igual… 

Y sobre las historias que sobrevivieron sobre los pueblos originarios, el escritor agrega:

A uno le asombra que se siga hablando de la barbarie y del salvajismo de pueblos que tenían el refinamiento y la delicadeza para hacer un arte con el oro como el que uno puede ver en el museo del oro. El diseño exquisito de los nariño, el diseño de los tumacos, de los zenúes, de los taironas. La cantidad de objetos distintos, la reproducción de la naturaleza, la manera como hacen saltamontes, como hacen pájaros […] Era una suma de culturas riquísima en su interpretación del mundo, y el hecho de que no hubiera llegado a tener una gran arquitectura, porque el clima no era para hacer grandes fortalezas de piedra, permitió que cundiera, digámoslo así, la calumnia, de que eran pueblos bárbaros, cuando ya la antropología moderna nos ha revelado cuán refinado y cuán exquisito es el tejido de sus artesanías y de sus mitos, y sus símbolos. 

 

La historia contemporánea y los conflictos de Colombia

Ospina opina también acerca de las historias y las voces de las víctimas, que suelen estar ausentes de los relatos más expandidos. Según el escritor, esta falta de visibilidad se ve reflejada en la falta de nombres, algo que borra la individualidad y la importancia de muchos. En el caso colombiano, en el que el escritor ve el pasado y el presente fundirse, el drama de los desplazados y las víctimas de los conflictos internos en Colombia que han cobrado la vida de más de 200.000 personas desde su comienzo al final de los años 50 mantienen vivo este drama y hacen difícil la construcción de un proyecto colectivo de país: 

Las víctimas aquí siempre son […] insignificantes. No tienen nombre propio, como ocurrió también en la historia, que los indios y los negros dejaron de tener nombre propio. […]  El genérico reemplazaba la individualidad, y ahí estaba contenida la semilla de un drama. El drama de un pueblo que es mayoritariamente mestizo, mayoritariamente mulato, y que sigue considerando lo indio y lo negro como taras y como insultos. [Sin embargo] el orgullo de ser indígenas, y el orgullo de ser africanos, yo creo que ha ido creciendo, pues buena parte de lo mejor que tiene Colombia es lo que procede de esa riqueza étnica. Y alguna vez a mi me parecía que siquiera de una manera caricatural […] uno podría decir que un colombiano […] piensa como europeo, habla como indígena y baila como africano.

Y en cuanto a la situación contemporánea del país, el autor resalta:

Colombia es una extraña figura de la geometría con el centro afuera […] No nos sentíamos en el centro del mundo y eso es una ilusión necesaria. […]  Pero ahora la modernidad y el siglo XX nos han arrojado a la comprobación terrible de que estamos en el centro del mundo, pero no es un centro amable […] Los grandes dramas de la época atraviesan a Colombia por todas partes, de una manera central. […] La crisis espiritual que produce la drogadicción, el problema del tráfico de drogas, el problema del tráfico de armas, el problema de los inmigrantes la pregunta por el desarrollo, la pregunta por la naturaleza y por el futuro de la naturaleza. Todos los grandes temas de la época moderna, son temas centrales para la sociedad colombiana  […] ya no estamos al margen de nada. […] Ya somos una sociedad que afecta al mundo, no lo ve como un espectáculo desde fuera […] quizás por eso las soluciones deberían empezar a salir desde adentro. 

Las respuestas que se leen bajo los videos no son pocas ni carecen de polémica. Se critica en mucho a Ospina por su posición política, simpatizante con la izquierda y el gobierno del fallecido ex-presidente de Venezuela, Hugo Chávez. También se le acusa de usar crónicas de la época de la Conquista como mucho más que una referencia, y de leer de modo negativo la historia de Colombia. Sin embargo, las ideas exploradas logran la reflexión de muchos sobre las identidades en conflicto de muchos, incluso más allá de las fronteras de Colombia, como se ve en el comentario de la mexicana María José Laso de la Vega Olivares:

Trabajando la primera novela de Ospina logré dilucidar en ella sugerencias sobre la identidad y la memoria del ser colombiano y, más ampliamente, del ser americano. He escuchado algunas entrevistas y después también de leer «La franja amarilla» me doy cuenta de que no estaba errada en lo absoluto. Soy mexicana y, sin embargo, he entendido por medio de la narrativa de Ospina esta urgencia de apostarnos, los ciudadanos americanos, como los verdaderos agentes de cambio de nuestras sociedades.

Una reflexión seguida por Alejandro Triviño, que se pregunta por la tendencia a ver lo foráneo como superior y el proceso profundo que ha sido para Colombia y América Latina la construcción de la identidad:

porque tan solo olvidamos lo que fuimos ?? porque vemos a los extranjeros mas altos que nosotros mismo, porque fueron estos los que conquistaron no solo nuestro país… si no nuestra identidad. «ser como otros para ser si mismo» (filosofía) la construcción de nuestra propia filosofía [latinoamericana].

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