Las dos mitades de una vida: «Nunca me hubiera atrevido a ser en Bolivia lo que soy en España»

Diana

«Voy a tener media vida en España y solo tengo palabras bonitas para hablar de eso, lo mismo que de Bolivia.» Fotografía personal de Diana. Publicada con permiso.

Éste es el tercero de las encuentros que continúa la serie de entrevistas que exploran las experiencias de latinoamericanos que dejan su país de origen en busca de oportunidades nuevas que pueden leerse aquí. La entrevista fue publicada originalmente en el blog de Ana y en el anexo de este blog dedicado a entrevistas. En esta oportunidad, Ana conversa con Diana Dorado Cañellas, una joven boliviana que dejó su país hace doce años. Para Diana, la experiencia ha supuesto una vida en dos mitades, en las que las rupturas de convenciones y las expansiones de pensamiento ocupan un lugar importante. 

Diana Dorado es una sonrisa grande y un puñado de palabras bonitas. Cuando le toca hablar de Bolivia, su país de origen, escoge hacerlo mezclando ambas características. Para explicar cómo es Santa Cruz de la Sierra, una de las ciudades más pobladas de Bolivia, no hace falta guión. Basta recordar el clima, la comida y la gente.

Sobre todo la gente. Esto, para Diana, es un punto clave para las personas que dejan su país de origen:  

Aunque al principio lo pasas mal, acabas descubriendo que eso no dura mucho. Voy a tener media vida en España y solo tengo palabras bonitas para hablar de eso, lo mismo que de Bolivia. Y ahora que sucede al contrario y la gente de aquí se plantea emigrar [a Bolivia], podría recomendarlo. Vas a estar bien, porque la gente te va a tratar bien.

Diana llegó a España con quince años y pocas ganas. Las diferencias que encontró fueron muchas. Y lo primero fue el clima:

Uno viene del calor diario, y de la viveza que las buenas temperaturas dan y se encuentra en un ambiente más frío, más solitario. Al principio no tienes ganas de quedarte, no quieres estar aquí, lo que deseas es regresar a Latinoamérica, pero luego ya no. Luego a uno se olvida de eso y empieza a estar bien. […] Aquel año, el primero, hice la vendimia con la idea de volverme a Bolivia con ese dinero; pero cuando lo tuve se me ocurrieron otras mil maneras de aprovecharlo en España.

Para ella, que apenas alcanza los veintiocho, su vida son dos mitades. Lleva casi lo mismo aquí en España que allá en Bolivia; pero ya no se plantea volver. Las costumbres se desarrollan y los contrastes crecen. Diana dice ser feliz en España, a gusto con la mayoría de su familia que vive cerca de ella. También sostiene que las libertades que vienen con la seguridad son muchas. Vivir lejos de la violencia urbana que domina muchas de las calles de Bolivia es una ventaja: «No echo de menos no poder andar sola por la calle llegada la madrugada».

Aunque, cuenta Diana, allá la vida que le tocó vivir era muy «tranquilita». Del instituto a casa y de ésta vuelta al instituto:

Y los domingos a la iglesia, aunque eso era por voluntad propia, porque mi madre nunca nos ha inculcado ninguna religión, es solo que yo solía ser así. El salir allí era dar una vuelta siempre con mis hermanos y mi cuñada, porque sola no me dejaban. Sin embargo, cuando me vine a España cambió radicalmente la cosa.

Al llegar, recuerda Diana, «empiezas a pensar más las cosas, te cuestionas en mayor medida todo y empiezas a tener más claro cuáles son tus ideales»:
 
Claro que también influye la edad, pero siempre he pensado que si me hubiese quedado allá no hubiera tenido tanta libertad de pensamiento. Acá ves las cosas diferentes. Por ejemplo, con la sexualidad. Allá nunca me hubiera atrevido a admitirme a mí misma que soy lesbiana. Ni siquiera hubiera tenido valor a planteármelo… Hubiese optado por la cobardía. Pero acá te dan la oportunidad de ser libre, de saber a ciencia cierta que no estás haciendo nada malo.

Y así, prosigue:

Allá es impensable andar sola de madrugada, o te acompaña un hombre o te quedas en casa. Aquí te dan la oportunidad de ser libre. 

 

Sin embargo, con sus encuentros y desencuentros, Diana es una enamorada de Latinoamérica, y de sus complejidades:

Me encanta de principio a fin, también con su gran diversidad, lo que sin embargo para algunas personas es motivo de racismo. En Latinoamérica puedes encontrar mucha discriminación entre ellos mismos, algo que nunca entenderé. En Europa es distinto, hay más racismo pero no esa lucha interna que sufre Latinoamérica.

En cuanto a las noticias, Diana se percibe ahora algo desligada de su tierra. La conexión con el día a día de Bolivia viene gracias a su familia y a portales digitales como El Deber o el canal Unitel, en Facebook. El testimonio de Diana está lleno de pedazos de historias de España y de Bolivia; y de la visión de ambos países desde el exterior. En la experiencia de esta latinoamericana se funden las identidades y se continúa la evolución. En su experiencia, allá y aquí son parte del mismo mosaico, y no siempre hacen referencia a los mismos puntos: 

Llevo ya doce años fuera de Bolivia, y aunque puede parecer poca cosa para mí es la mitad de mi vida. Sin embargo me llena de orgullo y satisfacción decir que soy boliviana. Aunque creo que desde fuera lo único que se conozca de Bolivia sea La Paz, Sucre siempre queda relegado. Me gusta también que la ciudad más alta del mundo esté en mi país, como el salar más importante que lo tenemos también nosotros, y como otro montón de cosas en Bolivia declaradas Patrimonio de la Humanidad. Todo eso y el Majadito, claro. No se me olvida la comida de allá.

 

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