No todos los brasileños que critican las protestas defienden al gobierno de Brasil

Many demonstrators posed for photos with the police on Sunday. Photo: DCM

Esa vez no hubo gas lacrimógeno o balas de goma: muchos manifestantes posaron para fotos junto a la policía en las protestas contra el gobierno, en marzo del 2015. Foto: DCM

Ante la creciente insatisfacción con la gestión de la presidente de izquierdas Dilma Rousseff, están teniendo lugar en varias ciudades de Brasil una serie de protestas en contra del gobierno. La más reciente manifestación tendrá lugar el domingo, 12 de abril. En marzo, miles de brasileños vestidos de amarillo y verde y portando la bandera de Brasil, salieron a las calles en protesta. Algunos manifestantes exigían la impugnación de Rousseff, mientras que una minoría pedía una intervención militar. Muchos portaban pancartas y cantaban consignas en contra del comunismo («¡Nuestra bandera nunca será roja!») y la mayoría condenaba la corrupción.

Las manifestaciones en las calles han provocado una guerra en los medios sociales. Al sentirse excluidos de las manifestaciones, algunos izquierdistas empezaron inmediatamente a moverse por Internet. «¡Un festival fascista!», comentó un usuario de Facebook. Otros usuarios comentaron que no se veía ni negros ni indígenas en las protestas, y la tacharon de «protesta de la élite», aunque muchos de los izquierdistas provienen también de las clases altas.

Los que asistieron o apoyaron a la manifestación argumentaron que había personas de diversas clases sociales y con distintas demandas. Resaltaron que era una protesta del «pueblo brasileño» – aunque un activista de un movimiento sin techo haya sido expulsado de la protesta en Copacabana bajo gritos de «¡Vete a Cuba!».

Pero en el medio de las riñas por Internet, algunos buscaban una tercera vía: brasileños que se identifican con la izquierda, pero que no se suman a las discusiones sobre el tema de las divisiones de clase social o raza, ni apoyan el gobierno de Roussef. 

Taking a selfie. Photo: Mídia Ninja, Flickr / CC-BY-NC

Haciendo un selfie. Foto: Mídia Ninja, Flickr / CC-BY-NC

El Partido de los Trabajadores en Brasil (PT), que ha estado en el poder desde el 2002, tuvo su génesis en la clase obrera, como muchos otros partidos y organizaciones de izquierda en América Latina. Su base eran los campesinos, la gente de los suburbios y los sindicatos de trabajadores – su fundador, Luiz Inácio «Lula» da Silva, presidente de Brasil entre 2002 y 2010, fue él mismo un líder sindical.

Pero luego de llegar al poder, el partido fue perdiendo su toque populista. Se forjaran alianzas con políticos conservadores y se hicieron concesiones en su agenda histórica en el nombre de la «gobernabilidad». Luiza Erundina, legisladora y una de los fundadores del Partido de los Trabajadores, dijo en una reciente entrevista a la revista Carta Capital que el partido se ha «divorciado» de su base popular:

O PT deixou de ser um partido de massas, dedicado à formação política das classes populares, dos trabalhadores, dos sindicatos, das periferias. O foco da militância se deslocou. Eles saíram do chão da fábrica, das periferias, dos movimentos sociais e campesinos. Eles entraram para os espaços da política formal. Com isso, o partido perdeu a novidade que carregava. O PT se divorciou de suas bases. Não diria que isso foi intencional, uma ação planejada. A própria dinâmica do jogo político levou a esse distanciamento, a esse divórcio com as bases. De repente, as lideranças populares e sindicais estavam nos espaços institucionais, sem aquela mesma liberdade, criatividade e ativismo que representava o PT. E não havia outro partido que pudesse se aproximar e ser isso que um dia foi o PT.

El Partido de los Trabajadores ha dejado de ser un partido de masas, dedicado a la formación política de las clases bajas, los trabajadores, los sindicatos y los suburbios. Su enfoque ha cambiado. Sus activistas se han ido de las fábricas, de los movimientos sociales y campesinos y entraron en los espacios de la política formal. Esto llevó al partido a perder su naturaleza original y a divorciarse de su base. Yo no diría que esto fue una acción intencional o calculada. Ha sido la propia dinámica del juego político que llevó a este distanciamiento, a este divorcio. De repente, los líderes comunitarios y sindicales estaban en los espacios institucionales, sin la misma libertad, creatividad y activismo que son la marca del Partido de los Trabajadores. Y no había otro partido capaz de convertirse en lo que en su día, ha sido el  PT.

Esa base viene desde hace años, sintiéndose en su gran mayoría, sin representación en la esfera política formal. Entre sus demandas, se encuentran la reforma agraria y la regulación de los medios – demandas estas que han estado presente desde la fundación del partido – y, más recientemente, la legalización del aborto y los derechos civiles de la población LGBT, que ambos gobiernos tanto de Rousseff como de Lula, no lograron abordar.

Ahora, este grupo se está haciendo escuchar. A continuación se enseña lo que dicen algunos de ellos: blogueros, activistas y periodistas.

Eliane Brum, veterana periodista brasileña, columnista del periódico El País Brasil, dice que el partido necesita preocuparse más por las masas que no salen a protestar en las calles, que por las que lo hacen. Los que protestan, argumenta, son los activistas y los movimientos olvidados por el gobierno:

O maior risco para o PT, para além do governo e do atual mandato, talvez não seja a multidão que ocupou as ruas do Brasil, mas a que não estava lá. São os que não estavam nem no dia 13 de março, quando movimentos como CUT, UNE e MST organizaram uma manifestação que, apesar de críticas a medidas de ajuste fiscal tomadas pelo governo, defendia a presidente Dilma Rousseff. Nem estavam no já histórico domingo, 15 de março, quando centenas de milhares de pessoas aderiram aos protestos, em várias capitais e cidades do país, em manifestações contra Dilma Rousseff articuladas nas redes sociais da internet, com bandeiras que defendiam o fim da corrupção, o impeachment da presidente e até uma aterradora, ainda que minoritária, defesa da volta da ditadura. São os que já não sairiam de casa em dia nenhum empunhando uma bandeira do PT, mas que também não atenderiam ao chamado das forças de 15 de março, os que apontam que o partido perdeu a capacidade de representar um projeto de esquerda – e gente de esquerda. É essa herança do PT que o Brasil, muito mais do que o partido, precisará compreender. E é com ela que teremos de lidar durante muito mais tempo do que o desse mandato.

Tal vez el mayor riesgo para el PT, más allá del gobierno y del actual mandato, no sean las masas que salieron a las calles de Brasil a protestar, si no las masas que no estaban allí. Ellos son los que no salieron a protestar el 13 de marzo, cuando movimientos sociales como la CUT (Central Única de los Trabajadores), UNE (Unión Nacional de Estudiantes) y el MST (Movimiento de Reforma Agraria) organizaron una manifestación donde, pese a sus críticas a las austeras medidas aplicadas recientemente por el gobierno, defendían a la presidenta Dilma Rousseff. No participaron en el ya histórico domingo 15 de marzo, cuando cientos de miles de personas se reunieron en muchas ciudades brasileñas en protestas organizadas a través de las redes sociales en contra de Dilma Rousseff, para pedir el fin de la corrupción, la impugnación de la presidenta e incluso la aterradora demanda, aunque secundaria, del regreso de la dictadura militar. Ellos son los que no saldrían a las calles llevando la bandera del Partido de los Trabajadores, pero tampoco participarían de las protestas del 15 de marzo, son los que dicen que el partido ha perdido su capacidad de representar a la plataforma de la izquierda – – y la gente de izquierdas. Este es un legado del Partido de los Trabajadores que el Brasil, mucho más que el propio partido, tendrá que entender. Este es el legado que vamos a tener que hacer frente por un período mucho más largo que este mandato.

Fábio ZC discutió en su página de Facebook la impugnación de Rousseff demandada por la mayoría de los manifestantes el 15 de marzo:

1-) Não é golpe. Golpe é destituir um presidente sem o devido processo legal. O impeachment está previsto na constituição e é um dispositivo legítimo.

2-) Ser legítimo não o torna menos suscetível a ser usado como manobra política, pois é isso que ele é: um ato político. A palavra de um jurista não tem muito valor aqui pois se o congresso quiser, ele cassa um presidente sem provas ou mantém alguém com provas de crime. Basicamente todos os presidentes desde Vargas possuem motivos para serem impedidos, só não o foram por razões políticas.

[…]

4-) Não acho que a Dilma sofrerá o impeachment. […]

5-) Porém, se acontecer, não derramarei uma lágrima e não moverei um dedo para defender essa presidência. Tampouco adiantará o que restou do PT e seus militantes chamarem as «ruas» pois quem abandonou as ruas há décadas, não conseguirá mobilizar agora. E nem todo mundo que não se importa com o governo ou com o PT é coxinha.

6-) Ao abandonar as ruas e optar pela luta institucional, o governo escolheu um caminho. E quando esse caminho falha, não adianta choramingar. Quem dorme com cobra na cama eventualmente será mordido.

7-) Vivemos uma nova época, uma nova safra de militantes fora do alcance da institucionalidade, com novas formas de pensar. E isso incomoda. Os movimentos sociais não vão se importar por um governo que nunca se importou com eles.

1- ) No es un golpe de Estado. Un golpe de Estado es para derrocar a un presidente sin el debido proceso judicial. La impugnación esta prevista en la Constitución y es un proceso legítimo.

2- ) Ser legítimo no significa que no se lo pueda utilizar como herramienta política, porque esto es lo que es: un acto político. La palabra de un jurista en ese contexto no vale mucho, pues si el Congreso quiere, puede derrocar a un presidente sin pruebas o puede mantenerlo aun cuando haya pruebas en su contra. Básicamente, todos los presidentes desde Vargas han dado motivos para una impugnación y sólo no fueron depuestos por razones políticas.

4- ) No creo que Dilma sea impugnada. […]

5- ) Pero, si sucede, no voy a derramar una sola lágrima o mover un solo dedo para defender su presidencia. Tampoco va a funcionar, si lo que queda del Partido de los Trabajadores y de sus activistas, intentan llamar la gente a la acción, pues los que han abandonado las calles durante décadas no serán capaces de ahora, movilizar a nadie. Y ni todos los que no apoyan el gobierno o el Partido de los Trabajadores, son conservadores.

6- ) Al abandonar las calles y elegir la lucha institucional, el gobierno optó por un camino. Y cuando esta ruta falla, llorar no ayuda. El que duerme con serpientes en su cama, un día será mordido.

7- ) Estamos viviendo nuevos tiempos, hay una nueva generación de activistas que está más allá del alcance de las instituciones, con nuevas formas de pensar. Y esto molesta. Los movimientos sociales no harán caso a un gobierno que nunca se preocupó por ellos.

Demonstrators wearing the Brazilian flag's colors on Sunday

Los manifestantes, el domingo, llevaban los colores de la bandera brasileña. Foto de Mídia Ninja, Flickr / CC-BY-NC

Bruno Torturra, periodista y activista de los medios con más de 20.000 seguidores en Facebook, observó que las protestas tenían un tono más neoliberal que conservador, y cree que los izquierdistas deberían prestar atención a eso:

E enquanto a esquerda se preocupa mais com a demografia branca da turba canarinha, insistindo no erro da desqualificação, algumas lamas correm livres debaixo dos nossos pés.

Não é o golpismo que ganha força. É a agenda liberal. Privatizações, o livre mercado, o dólar, a análise do sucesso nacional baseada em índices econômicos são fatores que, no mundo real, melhor traduzem e aplacam os berros surdos na Paulista. E serão as promessas e plataformas políticas que vão ornar bonitinho com as fotos de ontem. Olho vivo.

Mientras la izquierda se preocupa por la supuesta demografía «blanca» en las protestas de domingo, insistiendo en descalificarla como elitista, mucha basura corre bajo nuestros pies.

No es el apoyo a un golpe de estado que gana fuerza. Es la agenda liberal. Las privatizaciones, el mercado libre, el dólar norteamericano, el análisis de éxito de un país basado en los índices económicos son los factores que, en el mundo real, mejor traducen y pueden calmar los gritos en la avenida Paulista (São Paulo). Y esas son las promesas y las plataformas que bellamente adornaran las fotos de ayer. ¡Ojo!

Giuseppe Cocco, politólogo y analista, habla de la necesidad de la izquierda de posicionarse en el nuevo panorama político:

 O PT conseguiu fazer como na Argentina e na Venezuela, entregar à direita a hegemonia sobre a justa indignação. Houve sim uma verdadeira e massiva mobilização social, mas com um viés conservador. Para as forças de transformação democrática (ou seja, para a esquerda como resultado dessa prática e não como condição metafísica), o desafio é hoje como conseguir ficar dentro dessa justa indignação (claro, não das manifestações da direita!). Não é simples! 

El Partido de los Trabajadores logró hacer lo mismo que se hizo en Venezuela y Argentina: entregar la hegemonía de la indignación honesta a la derecha. De hecho, hubo una movilización social masiva, pero con un sesgo conservador. Para las fuerzas transformadoras de la democracia (es decir, la izquierda como consecuencia de esta práctica y no como condición metafísica), el desafío hoy es cómo quedarse dentro de esta indignación honesta (por supuesto, ¡no en las manifestaciones de la derecha!). ¡No es simple!

Gustavo Gindre, periodista, bloguero y miembro del colectivo de defensa de los medios democráticos, Intervozes, argumentó esta semana tras la aprobación de una ley que torna las relaciones laborales en Brasil más flexibles, que la izquierda ahora simplemente defiende el mantenimiento del statu quo:

A pauta da esquerda é não perder. Enquanto a da direita é mudar.
Assim, a Constituição Federal, que, quando de sua aprovação, foi duramente criticada pela esquerda (alguém lembra do Centrao?), hoje é vista como um bastião de direitos. A CLT, que já foi uma imposição do Estado Novo, hoje é a nossa garantia de direitos. Num mundo em constante mutação, perdemos a pauta das mudanças e a entregamos de bandeja para a direita. Urge retomar a hegemonia do conceito de mudança. Urge ressignificar a mudança.

La agenda de la izquierda es mantenerse en el poder. Mientras la agenda de la derecha es el cambio. De esta manera, nuestra Constitución Federal, que cuando se aprobó [en 1988] fue muy criticada por la izquierda, es considerada ahora como un baluarte de los derechos. La Consolidación de las Leyes del Trabajo (CLT) en Brasil, que originalmente fue una imposición del Estado Novo [el régimen en 1930], es ahora nuestra garantía de derechos. En un mundo en constante transformación, hemos perdido la vanguardia del cambio y lo hemos entregado en bandeja de plata, a la derecha. Es crucial retomar la hegemonía del concepto de cambio. Necesitamos dotar el cambio de un nuevo significado.

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