Las redes sociales le pasan factura a la clase privilegiada en México

Dos capturas de pantalla del video pubilcado en YouTube.

Dos capturas de pantalla del video publicado en YouTube.

Hace algunos meses, en Global Voices nos referimos a los «mirrey«, término usado para nombrar un estilo de vida particular y fácilmente identificable en México:

El estilo de vida “mirrey” probablemente pueda ser comparado al de las celebridades de la cultura popular del mundo occidental, basados en el glamour, el consumismo, el exceso (o una aspiración desmedida hacia ellos) y el despotismo. Se trata quizás de una apología al clasismo, profundamente arraigado en el país […].

En una nueva muestra de esta característica clasista existente en la sociedad mexicana, han surgido ahora las llamadas ladies y los gentlemans, que Óscar Granados define:

Son una clase privilegiada en México. Su poder es inmensurable. Golpean a policías, clausuran restaurantes y agreden a las personas que no son de su misma clase. En su mayoría son hijos de políticos, personajes del espectáculo, incluso hasta legisladores que se creen diferentes por su posición social.

En un caso ocurrido en la Ciudad de México, en la zona de Polanco, una de las más exclusivas de la capital mexicana, un agente de la policía detuvo a dos mujeres luego de un accidente de tránsito en el que estuvieron involucradas. La reacción de ambas fue violenta y agresiva, y con vulgares palabras subidas de tono le hicieron saber que estaban por encima de él entre golpes y amenazas, tal como se ve en este video de YouTube:

El incidente se hizo conocido en poco tiempo, y la etiqueta #LadyPolanco ganó notoriedad en Twitter, para referirse a este caso concreto y a otros similares:

Otro caso ocurrido unos meses antes involucra a Andrea Benítez, hija del entonces Procurador de la Defensa del Consumidor (Profeco), Humberto Benítez Treviño, que acudió a un restaurante sin haber hecho reserva previa:

De acuerdo a la propietaria del restaurante Gabriela López, la joven aguardó su turno durante media hora, tiempo en donde hizo patente su descontento por tener que esperar como cualquier “hijo de vecino” al apersonarse en el local sin reservación previa.
Tras rehusar una mesa en el interior del restaurante […] comenzó a amenazar a los empleados del Bristot y a “charolear” con que su papá era el Procurador General del Consumidor.
[…]
Dos horas después, efectivamente llegaron tres inspectores del Profeco al lugar y colocaron tres sellos de clausura por supuestas “irregularidades” en el sistema de reservaciones de mesas […].

Enterado del asunto, el entonces procurador se disculpó por la actitud de su hija:

A través de un comunicado reproducido por el diario Reforma, Benítez, […] dio “una sincera disculpa a quien haya resultado afectado por el inapropiado comportamiento” de su hija.
Agregó que Andrea exageró la situación y los inspectores de la Profeco sobrereaccionaron por tratarse de ella.
Señaló que se encuentra convaleciente de una operación pero que cuando se enteró de la situación ordenó que se suspendiera el operativo.

El asunto terminó con la renuncia de Benítez al puesto de titular de la Profeco. La etiqueta #LadyProfeco no tardó en aparecer, y a pesar de ser un incidente ocurrido en 2013, sigue estando vigente en Twitter:

Lamentablemente no se trata de casos circunscritos a México. En el Perú también se han presentado casos de abuso similares, aunque no necesariamente involucran a hijos o parientes de funcionarios públicos.

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