Pakistán: Los medios en silencio mientras cientos protestaban por la mordaza del gobierno al grupo Bol News

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Foto tuiteada por ‏@SumairMirzaPak. Cientos de manifestantes frente al Club de Prensa Karachi, exigiendo que #BOLkoBolnayDo (Dejen hablar a Bol).

El gobierno de Pakistán ha impuesto una orden mordaza a la empresa que administra Bol, un nuevo y bien financiado medio paquistaní que ha brindado participación en la propiedad a los periodistas. Emitida por el Ministerio de Información, la mordaza pone en riesgo a los dos mil empleados de Bol, cuyo lanzamiento estaba pautado dentro de apenas unas semanas.

En respuesta, los empleados y las organizaciones periodísticas han organizado protestas de gran escala en los alrededores del Club de Prensa Karachi, aunque gran parte de la vibrante industria de medios audiovisuales de Pakistán, ampliamente independiente pero feroz, se ha mantenido en silencio sobre la movilización.

La protesta sin cobertura de los medios.

La directiva del Ministerio de Información paquistaní llegó un día después de que los agentes federales arrestaran al director general de Bol Shoaib Shiekh, quien además encabeza Axact, una empresa de tecnología que investigan por una supuesta estafa multimillonaria mediante la venta en línea de títulos universitarios falsos. Sheikh fue arrestado 10 días después de que el New York Times publicara una exposición detallada sobre la empresa de Karachi que desencadenó la investigación.

Bol había prometido transformar la industria de medios de Pakistán brindando a los periodistas participación de la propiedad de la empresa mediante una «Liga de accionistas». Una declaración publicada en el sitio web de Bol afirmaba: «La Liga de Accionistas de Bol abrirá seguramente un nuevo capítulo en la historia de Pakistán que ‘revolucionará’ la industria de medios en todo el sentido de la palabra».

La mayor parte del personal de alta jerarquía de Bol renunció cinco días antes de emitirse la orden mordaza, entre ellos Kamran Khan, presidente y editor en jefe del grupo Bol quien tiene acciones de la empresa. Khan tuiteó:

Los cargos contra Axact están lejos de ser probados en el juzgado, pero mi conciencia no me deja seguir. He decidido distanciarme de Bol de inmediato.

Se intensifican las protestas tras la mordaza

Amir Jahangir, ejecutivo de medios y cofundador de los premios Agahi de periodismo paquistaní, ha cuestionado la orden mordaza contra Bol:

¿Cómo puede el gobierno de Nawaz poner un alto a Bol cuando no ha hecho nada? Bol y Axact son entidades legales separadas.

Amir Zia, un reconocido periodista de Bol y uno de los pocos líderes organizacionales que se negaron a renunciar, ha llevado con valentía a los manifestantes a las puertas del Club de Prensa Karachi.

La notificación del gobierno demuestra que están silenciando a Bol sin contar con pruebas ni procedimientos judiciales. Una vergüenza, Sharif.

El gobierno de Sharif trabaja a instancias de los magnates de medios para doblegar a Bol. Buscando controlar la narrativa nacional, amordaza a la prensa.

Más de 2000 empleados de Bol perderán sus trabajos porque el gobierno de Sharif se mueve rápido para detener sus transmisiones.

En Twitter, la etiqueta #BolKoBolnayDo se volvió tendencia y fue usada más de 6000 veces en 4 horas. Bol significa literalmente «hablar», y la etiqueta se traduce como «Dejen hablar a Bol».

Este usuario expresa su decepción con el primer ministro Sharif y la autoridad reguladora de medios PEMRA:

No hay cobertura de la protesta contra la decisión del gobierno de suspender a BOL. Nawaz Sharif y PEMRA dan vergüenza.

Otro usuario de Twitter expresó su frustración por la orden del gobierno, catalogándola de inconstitucional:

¿De cuál libertad de expresión hablamos en Pakistán? PEMRA, hay que releer el artículo 19 de la Constitución.

Muchos se han mostrado sorprendidos por la pronta respuesta del gobierno de Pakistán, que no es conocido por ser eficaz. Hasta el New York Times ha destacado lo rápido que se mueven la investigación, los tribunales, los arrestos y las órdenes sobre Axact.

Me ha impresionado la seriedad con la que Pakistán ha investigado el escándalo de Axact, en lugar de ponerse a la defensiva.

¿Silencio de los medios?

La mayoría de los casi treinta canales de noticias de Pakistán pertenecen a empresas familiares competidoras o seths, como se las conoce localmente en Pakistán. Estos canales manejados por magnates de los medios tienen antecedentes de haber censurado noticias sobre sus competidores o de haberles brindado una cobertura tendenciosa.

El grupo de medios Express, que está ligado al Pakistan Tribune y el New York Times internacional, reprodujo un burlón vídeo animado de unas ratas que saltaban de un barco que se hundía. En las cabezas de las ratas, colocaron con photoshop las caras de los reconocidos periodistas de Bol que habían anunciado su renuncia tras la investigación sobre Axact.

Aunque el modelo de Bol era inspirador para muchos dentro de la industria, las finanzas de la empresa siempre han estado rodeadas de misterio. No quedaba claro cómo Bol podía costear los lucrativos salarios y beneficios que ofrecía a sus empleados. Husain Haqqani, un experiodista, político, diplomático y ahora académico paquistaní tuitea:

Lección para los amigos periodistas de la saga de Bol y Axact: cuando les pagan mucho más de lo que ofrece el mercado, casi siempre se trata de dinero turbio.

«El artículo que nadie publicará»

Wajahat Khan, periodista paquistaní, se unió a Bol como vicepresidente hace tres meses y renunció hace unos días después de la investigación del New York Times. En otro giro interesante, la orden de mordaza llegó tres días después de que el blog paquistaní Pak Tea House publicara un artículo de Khan titulado «El artículo que nadie publicará».

En la historia, Wajahat relata sus 12 años de experiencia trabajando para siete distintas empresas de la industria de medios independiente, privada y temperamental de Pakistán a la que igualó a «una adicción buena y constante»:

Sometimes, I got fired. Other times, I left on principle or got recruited by a bigger gun. But every time, there was a toxic cocktail of the same-old-same-old – office politics, curbed editorial freedom, delayed pay-cheques, pandering to sponsors, corporate, political and security bosses who made their presence felt but weren’t technically in control, not enough re-investment in our internal systems and structures to sustain the counter-culture and public service ethos of what journalism must strive to become instead of the ratings-driven, family-owned, suits-and-boots dominated chop shop, a mogul-military mouthpiece, that it is in most newsrooms today around the country.

But like an abused, dependent spouse, I kept coming back to my tormentor. I was in denial. Sometimes, I led myself into believing I didn’t have a choice, and carried on. Other times, I tried to break loose with a fellowship, or a foreign gig, or print work, but those got old, fast. With all due self-respect, as the “revolving door” of the media industry is a scary machine, you learnt to take on the world, except your own, because of that dependency. It was like a good, consistent drug deal: There was nowhere else to go, and I was hooked on the product. We all work like that. We all do.

Unas veces me despidieron. Otras veces me fui por principios o porque me contrató un pez más gordo. Pero en todas las oportunidades hubo un cóctel tóxico de muy, pero muy viejas políticas de oficina, frenos a la libertad editorial, sueldos demorados, complacencia a los patrocinadores, jefes corporativos, políticos y de seguridad que hacían sentir su presencia pero técnicamente no tenían el control, y una reinversión insuficiente en los sistemas y estructuras internas para sostener la contracultura y la ética de servicio público que debe buscar el periodismo en lugar de la carnicería dominada por los trajes y corbatas, familiar e impulsada por el rating, portavoces de un magnate militar, que es lo que caracteriza hoy a la mayoría de las salas de redacción de todo el mundo.

Sin embargo, cual esposa dependiente y abusada, volvía a mi verdugo. Estaba en negación. A veces, me convencía de que no tenía opción, y seguía. Otras veces, trataba de distanciarme mediante relaciones, conciertos extranjeros o trabajos de impresión, pero pasaban de moda, muy rápido. Con el debido autorrespeto, como la «puerta giratoria» de la industria de medios es una máquina aterradora, aprendías a adueñarte del mundo, excepto del tuyo, por esa dependencia. Era como una adicción buena y constante: no tenía adónde más ir y me encontraba atrapado por esa droga. Todos trabajamos así. Todos.

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