Soy un refugiado sirio en Turquía, pero he decidido volver a casa

Sheriff and author John Lubbock in Istanbul. PHOTO: John Lubbock

Sheriff y el autor [de este artículo], John Lubbock, en Estambul. Foto: John Lubbock.

Pasé la mayor parte del año pasado en Estambul, trabajando como periodista freelance y haciendo películas. Allí conocí a muchos refugiados sirios, incluido Sheriff, a quien pregunté por una dirección un día en Istikal Street. Se tomó un té con mis amigos y conmigo y quedé impresionado por su idealismo y esperanza, especialmente teniendo en cuenta su difícil situación. Tras ese primer encuentro, Sheriff y yo nos vimos con frecuencia para hacer intercambios [lingüísticos] de árabe e inglés y hablar sobre la política de Medio Oriente.

Los sirios tienen permiso para trabajar y estudiar en Turquía, aunque el gobierno mantiene una postura indecisa sobre ellos porque, como Sheriff, muchos son miembros de la etnia kurda. Turquía es el país con mayor número de kurdos del mundo, y Estambul, la ciudad con más kurdos del mundo. Las tensiones aumentan a medida que lo hace la preocupación de Turquía por la formación de un estado independiente kurdo en el norte de Siria e Irak.

Ahora que estoy de vuelta en Londres, y que los informativos se llenan de historias de gente ahogándose en el Mediterráneo, pienso a menudo en los refugiados que conocí en Estambul. Todos eran jóvenes, talentosos en diversos modos, e increíblemente valientes. Para gente así, Siria no ofrece nada, excepto muerte y pobreza.

Sheriff ha elegido volver a Siria porque nosotros, en Europa, no hemos sido capaces de ofrecerle seguridad, y él quiere ayudar a cuidar de su familia. Podemos hacerlo mejor de lo que lo estamos haciendo. Deberíamos ofrecerle a él y a su familia un pasaje seguro a Europa, en lugar de condenarlos a una peligrosa vida en Siria. Se lo debemos al mundo, debemos extender la generosidad que nos ha dado a aquellos menos afortunados. Le debemos a esa gente, como seres humanos, un pasaje seguro como refugiados, y ayudar a estabilizar la situación en sus países, de forma que un día puedan volver.
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Mi nombre es Mihemed Sheriff Musa, pero puedes llamarme simplemente Sheriff. Nací en Amouda, en la región kurda de Siria, a mitad de los años 80. Por aquel entonces, se cometían muchas injusticias en nombre del régimen de Assad, que masacró a miembros de la Hermandad musulmana en Hama y Alepo.

Había mucha discriminación racial contra los kurdos; ni siquiera se nos permitía hablar en nuestra lengua materna, a muchos se les denegó la nacionalidad y los partidos políticos kurdos fueron prohibidos y sus miembros arrestados.

Mi familia era pobre, mi padre era epiléptico. Finalmente, murió y mis dos tíos se encargaron de criarnos. Tengo dos hermanas y un hermano, pero mi hermano y una de mis hermanas son discapacitados, así que yo tenía que trabajar para ayudar a mi familia.

Uno de mis tíos trabajaba para el partido kurdo que había sido prohibido, el Hevgirtina Gel (Unión de la Gente). El eslogan del Hevgirtina Gel es: «el derecho a la autodeterminación para los kurdos en Siria». En la actualidad, el partido se ha unido a otros grupos políticos para formar una coalición llamada PDK-S.

A Amouda, al norte de Siria, donde yo crecí, se la conoce como la ciudad de la política y la cultura, la poesía y la locura. Nuestra cultura y política son como gemelas, porque la injusticia política que sufrimos es a causa de nuestra identidad cultural como kurdos.

Cuando la guerra civil siria empezó en 2011, yo era estudiante de segundo año en la Universidad de Damasco. Estudiaba Traducción de inglés a árabe.

Me uní a la Revolución Siria desde los primeros actos y manifestaciones, así que no podía volver a la universidad porque el régimen me buscaba. Volví a Amouda mientras la guerra destruía lentamente toda Siria.

No quería que los niños de mi zona perdieran la oportunidad de tener una educación, así que empecé a dar clases gratis a los estudiantes de instituto para ayudarles en sus exámenes.

En 2013 participé en una huelga de hambre para protestar por el arresto de activistas políticos locales por el partido político kurdo, el PYD, que estaban consolidando el control sobre la región de Rojava. El 27 de julio de 2013 la milicia del PYD, el YPG, atacó nuestra protesta pacífica y mató a seis civiles, hirió a más de 30 y detuvo a más de 90. Irrumpieron en mi casa tres veces… afortunadamente yo no estaba. Así que me fui a Turquía.

Para mí, ha sido muy difícil vivir en Turquía porque mi familia está lejos. No puedo traerlos a vivir conmigo porque aquí todo es muy caro. En Estambul trabajo como profesor de inglés en un colegio sirio. A veces, doy clases de Inglés gratis para ayudar a los sirios a encontrar mejores puestos de trabajo. Y también toco el saz-baglama y canto con mi grupo, Freedom Lovers [Amantes de la Libertad].

Quiero volver a Amouda porque cada planta crece en su propia tierra. Me gustaría ir a Europa algún día, pero no puedo abandonar a mi familia en casa. Quiero construir una generación educada que crea en la libertad, la paz, la justicia y el respeto a los demás, sin importar la religión, las inclinaciones políticas o la etnia: una generación que rechace el racismo y ame la belleza de la vida.

Quiero crear centros donde se impartan clases gratuitas y pasatiempos para niños y estudiantes para ayudarles a seguir viviendo su niñez lejos de la guerra y la violencia.

Tengo tantos sueños y ambiciones: libertad para todos, paz y justicia para los niños y la gente de Siria. Algún día, me gustaría poder estudiar Ciencias Políticas en una universidad de Gran Bretaña, algo que siempre ha sido un rayo de paz y esperanza para muchos kurdos.

Ojalá pueda ver una Kurdistán libre antes de morir. Quizá un día, si puedo terminar mis estudios, podré contribuir a la creación de un estado pacífico e independiente para mi gente.

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