Bailó con Gardel y cantó el primer jingle en Venezuela. Adiós a Cecilia Martínez

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Cecilia Martínez. Foto: Archivo Radio Caracas Televisión.

En abril de 1935 la súper estrella del tango pisa tierra venezolana. Carlos Gardel estaba en la que sería su última gira y Caracas figuraba en su itinerario. La expectativa era inmensa, y una ciudad casi aldeana, de no más de 200 mil habitantes, se avalancha casi en su totalidad a recibirlo en la estación del tren que lo traía desde el puerto.

Pero entre las pocas personas que tendrían un contacto privilegiado con el ídolo del tango fue una joven de 19 años quien ya se hacía un nombre en los medios de comunicación del país: Cecilia Martínez. Décadas después, en infinidad de entrevistas y conversaciones, recordaría ser de las afortunadas que “echó un pie” (como coloquialmente los venezolanos le dicen a bailar) con el “Zorzal Criollo”.

Esta aventura que despertó la sana envidia de cientos de muchachas de su época, no es la única historia singular de Cecilia, la “eterna pionera”. Esa senda tiene punto de partida en los albores de la década de 1930 cuando Venezuela da sus primeros pasos en la radiodifusión.

El canto es uno de sus fuertes y de ello se enteran los productores de una emisora cercana a su hogar. Lo que primero fue una afición se torna en serio y Cecilia se convierte en uno de los talentos de la estación, lo cual choca con la muralla de la tradición y los prejuicios una nación aún con modos decimonónicos y bajo una férrea dictadura.

Los creativos de la radioemisora no tienen más que recurrir al patriarca y casi “rogar” que deje a la niña de sus ojos, quien apenas sale de la adolescencia para que se sume al staff. “Por la Patria se lo pidieron a mi papá, y por la Patria pude comenzar”, contaría la propia Cecilia en un documental producido por Shirley Varnagy y Adriana Ron Pedrique para la Universidad Católica Andrés Bello.

La insistencia se transformaría en historia cuando a la joven le encomiendan el primer “jingle” (canción publicitaria) realizada en Venezuela. Hablamos de una radio primitiva, romántica; ni de cerca con la tecnología de hoy. Nada de cintas magnetofónicas ni modo alguno para grabar los contenidos. Todo en vivo y directo. “Yo debía ir varias veces al día a la emisora y subir una escalera muy larga para llegar al estudio y cantar el jingle del producto”, relató en múltiples oportunidades la protagonista sobre uno de los capítulos más emblemáticos de su carrera.

El comercial era de un jabón de tocador. Un elemento intrascendente de la cotidianidad del ser humano. No así, la letra de la canción, y menos entre una sociedad tradicional y conservadora: «Suspirando está en el baño Ana María de la Luz, porque ella quiere bañarse, con John Laud. Y su madre no concibe, que Ana María de la Luz, quiera meterse en el baño… con John Laud. Mamita, mamita, encárgame un ataúd, si tú no me dejas, bañarme con John Laud».

Las autoridades del régimen imperante no recibieron con mucho agrado lo que quiso pasar por un travieso “doble sentido”. Duró poco la cuña al aire y las leyendas urbanas cuentan que el propio presidente General Juan Vicente Gómez lo mandó a prohibir por inmoral. Cecilia Martínez no solo sería pionera en Venezuela con los jingles, sino quizás una de las primeras personas en sufrir los rigores de la censura en los medios radioeléctricos. Era un revés, no el final de una vida dedicada a la comunicación.

La caraqueña nacida el 24 de noviembre de 1913 siguió adelante. Su trabajo en la radio se llenó de nuevos retos donde destacaron radionovelas y diversidad de espacios de entretenimiento hasta que a finales de 1952 la pantalla chica irrumpe en el país. Cecilia vuelve a ser pionera, esta vez como locutora de televisión. Allí lograría rápida popularidad con un espacio de concursos, patrocinado por una reconocida marca de neumáticos donde el momento cumbre era cuando el moderador hacía la pregunta: “¿Cecilia, cuánto tiene el pote?”, para indicar el dinero acumulado para repartir. En lo adelante ella sería “la del pote” y en las calles la harían cariñosas bromas sobre esta frase.

Para sus allegados será también una mujer que rompe moldes. No solo por trabajar en una era donde las féminas estaban reservadas solo para el hogar y los hijos, sino también por desechar añejos esquemas y mostrarse independiente y adelantada a su tiempo. Llegó a divorciarse muy joven y ya en edad madura se unió a un hombre a quien le llevaba veinte años. Todos estos aspectos la hacían también, sin querer, una pionera feminista en su país.

Los últimos años de su vida los dedicó a ofrecer charlas a los más jóvenes y recurrentes encuentros con la prensa para relatar un siglo de existencia. Nunca dejó de contar con la admiración y el reconocimiento de sus connacionales hasta el día de su muerte el pasado 24 de septiembre, a dos meses de cumplir 102 años.

Su buen humor, su picardía, sus ocurrencias, su formidable talento, pero, por sobre todas las cosas, su carisma y don de gente, quedarán como su gran legado.

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