El poema de una mujer a los refugiados sirios — incluyendo a su primo, quien murió cruzando el Mediterráneo

Este artículo, escrito por Jared Goyette y Steven Davy para The World, apareció originalmente en PRI.org el 19 de noviembre de 2015 y se republica aquí como parte de un acuerdo para compartir contenidos.

Zena Agha, de 23 años, es una estudiante de la Universidad de Harvard y poetisa oral que relata la crisis de refugiados de una manera que muchos de sus compañeros no pueden.

Justo un año antes del día en que grababa este vídeo (el 16 de noviembre) descubrió que su primo Amjad, quien vivía en Damasco, había fallecido en el naufragio de un barco de inmigrantes que iba de Turquía a Grecia.

Amjad estaba en sus pensamientos cuando escribió esta composición, «El mar es grande», la cual declamó en el foro de PRI sobre la crisis de refugiados en la escuela Kennedy de Harvard.

«Creo que es importante organizar este acontecimiento y hablar ahora porque parece que los hilos que nos mantienen unidos empiezan a rasgarse», dice Agha. «Preveo malos tiempos, sobre todo por el vínculo entre París y los refugiados y por el hecho de que se culpa a los más vulnerables de la sociedad, sin querer o por lo que se está haciendo, y están respondiendo sin voz».

Espera que el poema haga que los que lo escuchen piensen más en la crisis de refugiados, cómo les atañe, y quizás los empuje a actuar.

«Si puedo provocar eso en la gente, hacerles pensar en su vulnerabilidad [la de los refugiados], y de hecho ayudarles a tomar ese paso, ese salto, hacia lo desconocido y lejos de todo lo que conocen», dice. «Si puedo crear un puente empático para ellos, a través del poema, crearé con éxito una historia realmente poderosa».

Su familia paterna, de etnia palestina, se instaló en Damasco después de 1967. Su padre se fue a impartir clases en Argelia, y emigró a Londres en los años 70 con 200 francos franceses en el bolsillo. «Se fue para fundar una compañía marítima que se centrara en vender bienes a Medio Oriente. Sus dos hermanos y hermana se quedaron en Siria. Fue durante su visita a la familia cuando Agha, quien había crecido en Londres, conoció a su primo Amjad.

Su padre le contó que Amjad había intentado cruzar el Mediterráneo. Se derrumbó cuando descubrió que Amjad, como muchos otros, no lo había conseguido.

«El año pasado, lloré en la ducha durante mucho tiempo. Y este año respiré hondo después de escribir último fragmento [del poema] y pensé «Esta es mi acción por él, y por todos los demás, me ha impresionado mientras escribía, mientras lo recitaba. Me da mucha pena pero también fuerzas, ya que sin su lucha yo no sería quien soy. Y sin su historia no tendría la posibilidad de intentarlo y de compartirla. Y es un recuerdo diario de que tengo ese privilegio y de que debo utilizarlo.

Él es uno de muchos. Tiene nombre y rostro, no como otros cientos y miles, pero eso no mejora las cosas, por lo que está en mi memoria, como todos los demás, así como el pensamiento de que yo misma podría ser fácilmente una de ellos. No existen diferencias de sangre o de genes entre nosotros y si fuera a hablar de la injusticia que supone, me volvería loca, por lo que en lugar de pensar en ello, lo escribo y lo recito»».

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