- Global Voices en Español - https://es.globalvoices.org -

Sahand Sahebdivani y el fenómeno de contar historias en Amsterdam

Categorías: Irán, Países Bajos, Arte y cultura, Etnicidad y raza, Medios ciudadanos, Migración e inmigración, Mujer y género
Sahand [1]

Sahand Sahebdivani y su madre, Parwin Akhbari, comparten escenario en Antwerp, Bélgica. Foto: Facebook (uso con permiso).

Esta es la primera parte de un entrevista en dos partes con Sahand Sahebdivani.

Dentro del espíritu de intercambio cultural y mezcla de culturas, el Mezrab [2] se creó para reunir a la gente en torno a la música y contar historias. Localizado en Amsterdam, el Mezrab es un espacio donde la gente viene a compartir historias, música, ritmos y mucho más. Hoy en día, se conoce también como lugar de conciertos, improvisaciones, teatro y representa un lugar muy querido para los amantes de la cultura en este país. Tras muchos años de noches de contar historias maravillosas, no hace mucho se creo una escuela en este centro cultural donde enseñar este mismo arte. No obstante, la idea del Mezrab evolucionó paralelamente a la de su fundador, Sahand Sahebdivani [3], y la de su familia. Identidad, resilencia y un poco de jinns [4] (demonios en el folclore árabe y musulmán) — forman parte de la historia del Mezrab.

Para conocer un poco más del Mezrab, Global Voices conversó con Sahand, quien nos habló del origen del centro y su propios comienzos. Hablamos con él de las mezcla de culturas, el papel de la mujer en las historias tradicionales de Irán y la historia del Mezrab, que empezó como una pequeña tradición familiar en Ámsterdam, para terminar convirtiéndose en unos de los espacios culturales más famosos del país en la actualidad.

Basically [the Mezrab] starts with two key ingredients: I grew up with my parents having all these talents, that they weren’t using. They were highly educated but when they came here [to the Netherlands], all they could do was wash and cook, which they did, without complaining. This is a life they reconciled with. But at the same time at home, they were these amazing, cultured people. Always involved with cooking, reciting poetry, singing.

When I was about 20 I started inviting people to my house, to eat together […]. It became such a success that we opened a place where this could also happen. To be fair, when I was ten my dad opened a similar place, a cultural center in Amsterdam. It was called Khaneye Aftab (“The House of Sunlight”), and this place was close to the Mezrab. I remember I saw my first Persian storytellers there. They would come from France. A lot of cool things happened there. My dad would cook, there was video tape music, poetry, but it didn’t work because it was only for Iranians. Everything that happened was in Persian. So, non Persians wouldn’t feel at home there. […]

[So, we thought of] another place like this, but open for all cultures. We opened this place that was about 20 square meters. I remember it would strongly appeal to people from South Europe, Spain, Italy, Latin America. Not so much from the Middle East as you would expect, but a lot of Latin Americans, Spaniards, Italians, Portuguese… Few Kurdish people… In 5 years we did storytelling, but mostly we had music as a way to connect people. We did a lot of jam sessions. For me, that place was my conservatory. I never studied formal music, so playing there every week was very important. I learned in the field how to make music. That was the birth of the Mezrab.

El Mezrab comenzó básicamente con dos ingredientes claves: crecí con unos padres que tenían muchos talentos, pero que nos los usaban cuando llegaron aquí (los Países Bajos). Todo lo que podían hacer era lavar y cocinar -pese a su buena educación- y aunque lo hicieron sin quejarse, aceptándolo como su nueva forma de vida, en casa continuaron siendo esas personas increíbles y cultas que se involucraban con la cocina, el canto y la poesía.

Con 20 años, comencé a invitar gente para comer juntos en casa […]. Fue tal el éxito que tuvimos que abrir un sitio para poder continuar haciéndolo. No obstante, hay que decir que cuando tenía diez años mi padre ya había inaugurado un sitio parecido, un centro cultural en Amsterdam que se llamaba Khaneye Aftab (“La Casa del Sol”), muy cerca del Mezrab. Recuerdo que fue en ese sitio donde presencié por primera vez la historias persas que venían de Francia, además de otras muchas cosas más que sucedían allí. Mi padre cocinaba, había una cinta de vídeo con poesía… Sin embargo, no funcionó, porque todo era en persa y para los que no eran de allí, no se podían sentir como en casa.

[Asi que pensamos] En otro lugar parecido, pero que estuviera abierto a todas las culturas y nos instalamos en un lugar de apenas 20 metros cuadrados. Recuerdo lo mucho que le atraía el sitio a la gente del Sur de Europa, España, Italia y latinoamericanos, no tanto del Medio Oriente como cabría esperar, pero si a un montón de latinoamericanos, españoles, italianos, portugueses, algunos kurdos…durante 5 años contamos historias, pero sobre todo la forma de conectar con la gente era a través de la música. Este lugar se convirtió en mi conservatorio y, aunque nunca estudié música de manera oficial, era muy importante para mí tocar todas las semanas allí, en donde aprendí a cómo componer música sobre la marcha. Y así nació el Mezrab.

Según avanzaba el proyecto, Sahand se formó a si mismo como narrador de historias y fue consciente de la necesidad de encontrar un escenario mayor para esta forma de arte. Así, el Mezrab empezó a conocerse como un lugar donde los narradores podían ir y contar historias de diferentes tradiciones, reales o inventadas y tanto en inglés como holandés. La presencia online del Mezrab también comenzó a desarrollarse y su evolución está presente en YouTube [5].

Tanto el Mezrab Café [6] como sus fans [7] comparten vídeos de las actuaciones. Las grabaciones son una muestra de lo que es el fenómeno. Por ejemplo, un video de hace ocho años nos muestra una sesión de jazz que tuvo lugar en una habitación de 20 metros cuadrados, en donde la madre de Parvin, Sahand, acompañaba a los músicos.

Algunos de los  vídeos de este periodo están disponibles en YouTube a través de MezrabCafe [8]:

Contar historias es algo más que transmitir viejas historias de una generación a otra, supone también recuperar antiguas narraciones, como por ejemplo las historias que destacaban el papel de las mujeres en las epopeyas antiguas. De este modo, el Mezrab abraza las ideas y los movimientos no solo relacionados con la comunicación intercultural, si no también con la igualdad. Estas historias aunque provienen de lugares lejanos y antiguos todavía resuenan entre los ideales de nuestro tiempo. El Mezrab se ha convertido en un lugar de diálogo entre el pasado y el presente.

There is a bit of an idealist me when I tell a story. For sure this is true. But I think the wrong approach would be to find stories and then to put my idealism in the stories. What appeals to me is that a lot of these stories already have these ideas. Much more than we would expect. We come from countries—I’m thinking of the Middle East, or maybe when we look at India—where women have an inferior role to men.

What I could do is that I could find these stories of oppression and change them to suit my ideals, but I don’t think the good way of going about it, specially if the stories already themselves have so much empowering stories about women. So, for instance the story of Rostan and Tahmineh [9]. This is a story that as a kid my father would tell me as an example of strength of a woman. […] At the end there are so many examples of strong fierce women. My idealism is more to point that out than to try to invent those details in the story.

It’s very beautiful to see that these strong women exist in these stories, and it’s also in a way, quite gratifying to know that the current regimes, that want to keep women down, are ones who have to change the stories, to fit their narrative.

Cuando cuento una historia, hay un poco del idealista que llevo dentro, no cabe duda. Pero creo que no sería correcto buscar historias a las que añadir después mi toque de idealismo. Lo que me atrae precisamente, es que entre esas historias hay un montón que ya lo tienen, mucho más de lo que se podría esperar. Venimos de países, pienso en el Medio Oriente o quizás la India, donde el papel de las mujeres se considera inferior al de los hombres.

Podría buscar estas historias de opresión y cambiarlas para que se ajusten a mis ideales pero no creo que sería correcto, especialmente cuando esas historias, en si mismas, son tan poderosas para las mujeres. Por ejemplo, la historia de Rostan y Tahmineh [9] que me contó mi padre cuando era pequeño como un ejemplo de la fortaleza de las mujeres. […] Al final hay muchas historias de mujeres fuertes y luchadoras. Mi idealismo es sobre todo destacar estas historias, más que inventarme los detalles de las mismas.

Es muy bonito ver que existen esas historias de mujeres tan fuertes y, de alguna manera, es gratificante saber que esos regímenes que en la actualidad quieren limitar el papel de las mujeres, son los mismos que también quieren cambiarlas para adaptar sus historias.

Finally the same thing goes for nationalism, because Iranians, they can be incredibly nationalistic, horribly nationalistic, and if you’re very nationalistic one of your points of pride is this Shahnameh [10] [the epic poem written by the Persian poet Ferdowsi]. Now, the most important heroes of the Shahnameh they were all mixed of Iranian and the blood of the enemy. Almost non of them were “pure blood” Iranians. They all had a grandparent or a mother that was from the so-called “enemy side,” and, in a way it can serve as an antidote, this book, this old collection of stories. That for me is very inspiring.

Por último, esto mismo podría aplicarse a los nacionalismos, porque los iraníes pueden ser increíblemente nacionalistas, terriblemente nacionalistas y si eres muy nacionalista estarás muy orgulloso de Shahnameh [11] [el poema épico del poeta persa Ferdowsi]. Sin embargo, los héroes iranies más destacados del Shahnameh mezclaban su sangre con la del enemigo; casi ninguno era un iraní como diríamos «puro de sangre». Todos tenían abuelos o madres que pertenecían al bando del llamado «enemigo», lo que de alguna manera puede servir como antídoto, este libro, esta vieja colección de historias. Eso es muy inspirador para mí.

En la segunda parte de esta entrevista, Sahand comenta en profundidad los encuentros entre la gente, la mezcla de culturas y el poder de las narraciones tanto en el ámbito de Internet, como fuera de este.