La liberación de Daca y el encubrimiento de la historia de Pakistán

Map of India, Pakistan and Bangladesh. Image from Flickr by dawpa2000. CC BY 2.0

Mapa de India, Pakistán y Bangladesh. Imagen de Flickr por dawpa2000. CC BY 2.0.

Imagínese abogando por la absolución de los autores intelectuales detrás del ataque en la escuela pública del Ejército de Peshawar. Imagine que a esos asesinos se les ha otorgado medallas de honor del más alto nivel y son celebrados como héroes —valientes soldados que mataron por el bien de su país. Ahora imagine que no es sólo una persona sino toda una nación unida para justificar tal acto brutal.

No puedo ni quiero imaginar un mundo como ese ni para mí ni para nadie más. Desafortunadamente, la verdad es que soy parte de ese mundo, comunidad y nación que se encuentra orgullosa y defiende firmemente crímenes de guerra cometidos contra sus propios conciudadanos. ¿Rcuerda la «caída de Daca«, el 16 de diciembre de 1971?

Estamos sedientos de sangre, somos amantes secretos de la guerra. Justificamos las guerras, la violencia y las atrocidades para nuestra propia conveniencia. Si esta premisa no es cierta y si aún resulta inimaginable respaldar a un mundo donde a los asesinos y saqueadores se les permite caminar libremente, entonces ¿por qué nos mantenemos callados por décadas sobre nuestros hermanos bengalíes que demandan justicia?

Cuando veo mis fuentes de noticias el 16 de diciembre veo que están llenas de dolor por los niños que perdieron sus preciadas vidas en el ataque de la escuela pública del Ejército hace un año. Todos están siendo bastante amables con las familias de las víctimas y compartiendo su pesar en el aniversario de la muerte de sus hijos. Los mensajes y canciones especiales, cortesía del Servicio Interno de Relaciones Públicas (ISPR), la rama de relaciones públicas del ejército paquistaní, están siendo compartidos para mostrar que la nación entera se encuentra unida contra el terrorismo. El mensaje del día es que ninguna clase de terrorismo será tolerado.

«El sistema educativo de Pakistán es una cortina de humo diseñada para alterar el curso de la historia para la generación venidera. No menciona una sola palabra sobre las atrocidades y crímenes de guerra cometidos por las fuerzas armadas del país en  Bangladesh (antes Pakistán Oriental) en 1971.»

El cálido video musical del ISPR, «Mujhe Dusham Key Bachon ko Parhan hai«(“Quiero vengarme y educar a los hijos de mis enemigos”) es uno de aquellos «bellos» intentos. La idea de enviar libros en vez de balas a los hijos de nuestros enemigos hace que mi corazón se derrita por un lado, pero por el otro, mi mente aún se plantea preguntas. ¿No deberíamos hacer un examen de conciencia antes de enviar libros que están llenos de odio? La ironía es que el enemigo al que se refiere la canción no es de otras tierras, sino de la nuestra —creada y alimentada por nuestras propias instalaciones educativas religiosas o madrasas.

Educación que promueve la ignorancia

El sistema educativo de Pakistán es una cortina de humo diseñada para alterar el curso de la historia para la generación venidera. No menciona una sola palabra sobre las atrocidades y crímenes de guerra cometidos por las fuerzas armadas del país en Bangladesh (antes Pakistán Oriental) en 1971. Nuestro currículo cita a los “Mukti Bahini”, apoyados por indios, como los responsables. La milicia de Al-BadrAl Shams y Razakar es referida como “voluntarios armados” de Jamat-e-Islami que apoyan a las fuerzas armadas de Pakistán Occidental.

La otra cara de la historia, en la cual estos “voluntarios” supuestamente actuaron como el escuadrón de la muerte del ejército paquistaní para terminar con la élite intelectual de izquierda está convenientemente ausente de los libros de texto. Los mismos libros también citan la “falta de recursos” como una de las principales razones para la pérdida de la provincia oriental de Pakistán y no resaltan el hecho que fue en realidad la represión económica y cultural de los bengalíes por parte de la élite gobernante punyabí lo que llevó a la separación.

Un ejemplo de tal represión cultural fue la prohibición impuesta en 1967 sobre interpretar las obras del gran poeta bengalí, Rabindranath Tagore en Radio Pakistan. Tagore fue el primer no europeo en ganar el Premio Nobel de Literatura en 1913.

Estas percepciones son evidentes no sólo en nuestros libros de texto sino también en nuestras opiniones políticas y sociales. Los paquistaníes, por ejemplo, han expresado gran preocupación y han considerado que el juicio del ex Al-Badr, líder Mujahid, como “profundamente viciado”. Una y otra vez, los paquistaníes se han opuesto a juicios contra los líderes de Jamat-e-Islami por crímenes de guerra cometidos y probados.

Si siembras mentiras cosechas violencia

Los libros de texto de las escuelas y universidades de Pakistán están llenos de discursos de odio y mentiras convenientes. El relato oficial encubre crímenes de guerra y respalda a la yihad como un acto noble en la historia religiosa. La Comisión Nacional de Justicia y Paz ha descubierto flagrantes prejuicios religiosos en los libros de texto usados en estudios de inglés, urdu y paquistaní y en clases de estudios sociales.

El Asesinato de la Historia: Una crítica a los libros de texto de Historia usados en Pakistán, de K.K. Aziz es un revelador libro que plantea preguntas pertinentes sobre el sistema educativo y cuestiona las teorías de conspiración que se enseñan. Publicado en 1985, es una fuente de información sólida para aquellos interesados en examinar la división entre evidencia histórica y la información presentada en los libros de texto. En uno de los capítulos, Aziz cuestiona la falsa descripción de la guerra de 1971, según la cual las fuerzas armadas paquistaníes son homenajeadas por establecer nuevos récords de valentía, y las fuerzas indias son descritas como las derrotadas. Cuando era niña me resultaba confuso y siempre me pregunté qué pasó realmente.

Además del libro de Aziz, hay museos de guerras llenos de evidencia histórica y periódicos internacionales, libros y diarios con fotos y videos que prueban que lo que la milicia paquistaní hizo en 1971 en Bangladesh no fue valiente, sino horrendo.

“…Y los estudiantes en la universidad
Duermen tranquilamente en la noche
Los soldados llegaron y les dispararon en sus camas
Y el terror se apoderó del dormitorio, levantando gritos de temor
Y siluetas silenciosas y congeladas y almohadas empapadas de rojo…

Bangladesh, Bangladesh
Bangladesh, Bangladesh
Cuando el sol se oculta hacia el oeste
Mueren un millón de personas de Bangladesh”

De «Canción de Bangladesh» por Joan Báez, quien se presentó en vivo en el Concierto de Bangladesh en el Madison Square Garden en la ciudad de Nueva York, el domingo, 1ro de agosto, de 1971, frente a 40,000 personas.

Han transcurrido 44 años desde que se cometieron los crímenes, desde que el Ejército paquistaní violó a mujeres bangladesíes y asesinó a los niños y jóvenes del país. En el 2002, uno de los gobernantes militares, Pervez Musharraf, manifestó pesar por el daño hecho, y fue el primero en ofrecer una disculpa velada.

A inicios de diciembre, sin embargo, Pakistán repentinamente se retractó de esa postura, y categóricamente negó que se hubieran cometido crímenes de guerra en 1971. La declaración sobrevino después que uno de los líderes de Jamat-e-Islami fuera ejecutado en Bangladesh por aquellos crímenes, en noviembre.

Al emitir esta negación, ¿está Pakistán enviando un claro mensaje de apoyo a los asesinos, e indicando que las botas militares son aún más fuertes que las fuerzas democráticas?. En ese entonces, nadie se atrevió a cuestionar al Ejército, y parece que nadie les cuestionará sus fallas ahora. Los 195 criminales de guerra paquistaníes entregados en 1974 bajo el acuerdo tripartito supuestamente serían llevados a juicio bajo la ley paquistaní, pero fueron —y siguen estando— protegidos.

Mis pensamientos están con las familias que perdieron a sus hijos el año pasado en Peshawar, pero tampoco puedo dejar de pensar en las familias bangladesíes, quienes sufrieron en manos del Ejército paquistaní. Aquellas familias conocían a sus enemigos y quieren justicia para sus seres queridos, y su dolor también debe resurgir cada año, así como ocurre, y continuará ocurriendo, en el caso de las familias de las víctimas del colegio público del ejército.

Sólo me pregunto cuánto tiempo tendrán que soportar ambos lados tal combinación de dolor y pérdida y sentido de injusticia.

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