Después de 10 años navegando por aguas «sin ánimo de lucro» en busca de un modelo de negocio, la red internacional de medios ciudadanos Global Voices anunció ayer que ha descifrado el código que asegurará el futuro de la organización.
En una conferencia de prensa realizada por medio de Google Hangout desde su casa de Cambridge, Massachusetts, el director ejecutivo de Global Voices, Ivan Sigal, dijo que en el tercer trimestre de este año, Global Voices comenzó a desarrollar una serie de empresas comerciales que según los consejeros económicos de la organización, darán beneficios en el espacio de dos años.
Según Sigal, la idea surgió durante la Cumbre de Medios Ciudadanos de Global Voices, la reunión bianual de la comunidad de Global Voices y su red, celebrada el pasado enero en Cebú (Filipinas).
«Estábamos sentados en una gran sala, después de otra gran comida, ocupados en un nuevo ejercicio de formación de equipos, cuando miré a través de la sala y vi a un chico aburrido haciendo un impresionante dragón de origami. Unas filas delante de mí había un chico dibujando un esquema digno de Leonardo da Vinci en el reverso de un sobre de papel manila»
«En otros lugares de la sala había una mujer escribiendo código informático, otra tamborileando con los dedos complejos ritmos polifónicos en su rodilla, y otra persona tallando un hueso rescatado de la pata crujiente que habíamos comido para convertirlo en lo que parecía un instrumento de precisión. Y en ese lugar y momento se me ocurrió: esta gente no quiere hablar sobre medios ciudadanos, ¡quieren hacer cosas!».
Al día siguiente, a petición de Sigal, el personal principal de Global Voices se deshizo del programa original de la cumbre. Compraron toda la sección de materiales para trabajos de artesanía del Ayala Center de la Librería Nacional y saquearon los mercados y ferreterías de la avenida Gorordo, una de las principales vías de Cebú. Y convirtieron el salón de baile del hotel Harolds en un hackerspace gigante.
Durante las siguientes 48 horas, la comunidad de Global Voices trabajó. «Casi no dormimos ni comimos –relataba con entusiasmo un miembro de la comunidad, que según sus palabras, sobrevivió durante dos días enteros con una simple ensaimada–. Estábamos muy ocupados innovando».
Los resultados de este trabajo fueron desde una tela de microfibra hecha con corteza de mangostino, un bicitaxi autodirigido, a una criptomoneda comprensible para el común de los mortales, un fondo de cobertura hecho con una cobertura de verdad, y un yate de lujo hecho totalmente de cerillas en el que un grupo de autores de Global Voices navegaron hacia la Isla Malapascua después de la cumbre.
Hubo varias soluciones para los enojosos problemas a los que se enfrentan los miembros de la comunidad, como el servicio alternativo de pagos virtuales desarrollado por ciudadanos de los estados parias de PayPal, Líbano y Nigeria, o la vacuna antirresaca que un editor regional describió como «un auténtico proyecto colaborativo». Otra innovación biomédica que surgió de los dos días de sesión fue una cepa portátil de marihuana capaz de provocar una apoplejía a los perros policías aduaneros y hacer que sufran convulsiones en un ataque epiléptico de distracción.
«Llamarlo explosión de creatividad sería el eufemismo del milenio –dijo la editoria de noticias Lauren Finch– . ¿Quién hubiera dicho que había tanto talento en esta comunidad? Algunas de estas personas escasamente pueden escribir un reportaje, pero están llenas de grandes ideas».
Una de las creaciones más dramáticas fue un rascacielos futurista con ascensor que, según la directora general Georgia Popplewell, «tuvimos que pagar un montón de dinero para que lo demolieran, y todavía están sacando trocitos de la moqueta del salón del hotel».
«Pensándolo bien, deberíamos haber frenado a esa chica en cuanto vimos que empezaba a mezclar cemento» añadió Popplewell.
Eddie Avila, que dirige la sección Rising Voices de la organización, lamentaba visiblemente molesto que el personal principal no hubiera explotado esta rica vena de creatividad antes. «Pensar que desperdiciamos diez años y cinco cumbres pensando en inclusión digital y derechos humanos –dijo Avila–, cuando podríamos haberlos metido en una sala con unos cuantos tornillos y tuercas y un puñado de limpiapipas».
Global Voices ya cubre una parte de sus costes con encargos, servicios de traducción y orientación, pero Sigal dijo que estos ingresos se quedarán en nada comparándolos con las ganancias procedentes de las nuevas líneas de negocio que han surgido en la sesión de la cumbre. Fuentes cercanas al fotoperiodista de Pennsylvania informan que se le ha visto en varios bares de Cambridge quejándose de tener que escribir propuestas y arrastrarse ante los donantes (Sigal niega estas informaciones).
Preguntado durante la conferencia de prensa si el plan podía quedar en un simple brindis al sol, Sigal replicó, «¿Y qué tienen de malo los brindis? La verdad es que a mí me gustan bastante».
No obstante, se rumorea que los nuevos planes de Global Voices han atraído el interés de varios círculos, incluyendo la famosa firma de capital de riesgo Kleiner Perkins, que retiró su oferta tras conocer la práctica paridad de género de Global Voices.
«A los inversores les seduce el hecho de que tengamos gente en casi todos los países del mundo, una fuerza de trabajo ya lista» dijo la editora general Sahar Habib Ghazi.
Se dice que algunos autores de Global Voices han abandonado sus computadoras para dedicarse a negociar con comerciantes y constructores en sus zonas de residencia. Otros están puliendo sus conocimientos de producción ajustada, nanotecnología, legislación sobre patentes, agricultura orgánica, certificación de comercio justo, y al menos una persona está haciendo un curso de gestión de talleres clandestinos, «por si acaso llegamos a eso» dijo Sigal.
Por cómo suenan las cosas, los nuevos proyecto han sido recibidos, en su mayor parte, con los brazos abiertos.
«Lo estoy pasando como nunca –ha dicho un traductor que se encarga de visitar minas en su país en busca de fuentes de materias primas–. Paso mucho tiempo al aire libre y la curvatura que tengo en la columna vertebral por estar inclinado ante el ordenador 18 horas al día se va enderezando gradualmente. También he tenido que aprender a manejar un rifle de asalto, porque la mayor parte de estas minas están controladas por rebeldes armados».
Pero sigue habiendo cierta preocupación entre algunos sectores de la comunidad sobre la forma de encajar estas actividades comerciales con el estatus de organización sin ánimo de lucro y nuestra ética de medio ciudadano. «Y aún no hemos oído nada sobre cómo se compartirán los beneficios», dijo la autora que construyó el rascacielos futurista.
«Todavía estamos trabajando en esos detalles –dijo Sigal–, pero deberíamos tenerlo todo organizado y caminando para el primer trimestre de 2016».
El primero de los nuevos emprendimientos, según el barbudo colega del Berkman Center, es Global Voices Play, una línea de juguetes que apunta a las siguientes Navidades. «Nuestro primer producto es una serie de figuras de acción inspiradas en dictadores vivos. Ya se está fabricando el muñeco de Assad y trabajamos en un Putin ecuestre con pelo de caballo real (el de Putin, no solo el del caballo)».
También «nos haremos grandes en la hostelería» con Global Voices Stay, lo que según Sigal, se traducirá en varios complejos de lujo, una cadena de hoteles boutique y pod, y un hotel de «estancias cortas» en asociación con nuestra tercera compañía, Global Vices, un proveedor de entretenimiento adulto ético».
Para más información sobre las futuras actividades comerciales de Global Voices, consulte felizdiadelosinocentes2015.globalvoices.org.