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Dentro del Gran Hermano: Cómo Rusia creó la ‘Web Roja’

Categorías: Europa Central y del Este, Rusia, Censura, Derechos humanos, Gobernabilidad, Historia, Medios ciudadanos, Tecnología, RuNet Echo
Image edited by Kevin Rothrock.

Imagen editada por Kevin Rothrock.

En Rusia, Internet se está volviendo cada vez más regulado. Este aumento del control, junto con la creciente importancia que los sitios webs están adquiriendo en la sociedad rusa, constituyen el tema de The Red Web [1] (La Web Roja), el nuevo libro de Andei Soldatov e Irina Borogan. Después de haber estado informando ampliamente durante décadas sobre tecnología y sobre el aparato de seguridad estatal ruso, Soldatov y Borogan investigan en este libro los orígenes de la censura de Internet, tan notoria en estos días. The Red Web se centra en «dos grandes fuerzas (la vigilancia y el control por un lado, y la libertad por el otro) y lo que pasa cuando éstas dos chocan».

En un reportaje especial realizado por Darya Luganskaya para RuNet Echo, Soldatov resume los descubrimientos del libro, cuenta por qué cree que Edward Snowden debería ser más transparente con respecto a las circunstancias de su estancia en Rusia, y explica por qué una educación en ingeniería al estilo soviético no propicia el pensamiento crítico en lo que a ética se refiere.

Andrei Soldatov. May 28, 2014. Screenshot: Utrikesdepartementet / YouTube. [2]

Andrei Soldatov. 28 de mayo de 2014. Captura de pantalla: Utrikesdepartementet / YouTube.

Darya Luganskaya (DL): ¿A qué se debe la aparición de la “Red Web” en 2015? ¿Estamos ante un punto de inflexión en la historia de Internet en Rusia?

Andrei Soldatov (AS): It is a very important year because it will show if the Internet in Russia will remain global. It is related to the law on personal data [which took effect on September 1, 2015, requiring companies to store Russian users’ online data on domestic servers].

We started writing the book about two years after the national system of Internet filtering was introduced. Since 2012, the authorities have tried different models of Internet regulation. And by 2015, it’s become clear which approach they’ve chosen.

Andrei Soldatov (AS): Este es un año muy importante ya que descubriremos si Internet seguirá siendo global en Rusia. Esto está relacionado con la ley sobre información personal [que se puso en marcha el 1 de setiembre del 2015 y que obliga a las compañías a almacenar la información online de todos los usuarios rusos en servidores domésticos].

Empezamos a escribir el libro unos dos años después de que el sistema nacional de filtrado de Internet fuera introducido. Desde 2012, las autoridades han estado probando diferentes métodos de regulación de Internet. Y para 2015 ya se sabe de qué manera abordarán el asunto.

DL: ¿Cómo describirías el modelo que las autoridades rusas han elegido?

AS: The Kremlin’s approach is not based on technology, mass repressions, or channeling enormous resources into censorship. It is not similar to the Chinese or Turkish models. We do not have thousands of censors sitting in the Internet service providers’ offices. On the contrary, the unit within Roskomnadzor [the government's media watchdog agency] that works with the Internet is very small. In October 2014, they pledged to increase their staff to 25 members.

The authorities discovered that they are not that good at using these technologies. They are bad at filtering Web traffic and blocking content. But they found another use for it, and today these technologies are just a big stick the authorities use to intimidate telecommunication and media companies. And then businesses rush to the Kremlin to discuss better technical solutions, because the government’s technologies are so primitive that they actually harm the companies. For example, they block entire services.

The core of the Kremlin’s approach is putting pressure on the companies, not the users. A similar system was used in the 2000s to control the traditional media. The authorities decided not to send dozens of journalists to jail, as the Turkish authorities did, and instead the Kremlin put pressure on the owners of the media.

AS: La solución del Kremlin no se basa en la tecnología, la opresión de masas o la inversión de cantidades ingentes de recursos en censura. No se parece al sistema chino o turco. En Rusia no tenemos cientos de censores sentados en las oficinas de los proveedores de servicio de Internet. Al contrario: la unidad dentro de Roskomnadzor [la agencia de vigilancia de la prensa del gobierno] que se encarga de Internet es muy pequeña: en octubre de 2014, prometieron que aumentarían el personal a 25 miembros.

Las autoridades se han dado cuenta de que este tipo de tecnología no es su punto fuerte. No son muy buenos filtrando el tráfico de las páginas web ni bloqueando su contenido. Sin embargo, les han encontrado otro uso a estas nuevas tecnologías, sirviéndoles como método para intimidar a las compañías de telecomunicaciones y de medios de comunicación. Dichas compañías se dirigen después al Kremlin con el fin de discutir mejores soluciones técnicas, ya que el uso por parte del gobierno de tecnologías tan primitivas tiene un efecto negativo sobre las empresas. Por ejemplo, han llegado a bloquear servicios enteros.

La estrategia del Kremlin se basa principalmente en hacer presión sobre las compañías, y no sobre los usuarios. En la década de los 2000, ya se usó un sistema similar para controlar los medios de comunicación tradicionales, donde, en vez de enviar docenas de periodistas a prisión tal y como se hizo en Turquía, las autoridades rusas presionaron a los dueños de los medios.

DL: ¿Y las compañías internacionales? ¿Tienen alguna idea de lo que pasa a puerta cerrada cuando los representantes de compañías como Facebook o Twitter vienen a Rusia?

AS: When we wrote our piece [3] for Foreign Affairs, we phoned all the major Internet companies. We did not get any answers, apart from Booking.com, whose comments were very vague. They stressed that they follow the [local] rules in any country. If these companies ignore an outlet like Foreign Affairs, they’ll ignore anyone. It seems they want to find a compromise—they want “to humanize their relationship” with the Russian government, as it was explained to us by one insider. Of course, I do not support such a position.

AS: Cuando escribimos nuestro artículo [3] para Foreign Affairs, llamamos a todas las principales compañías de Internet. No conseguimos ninguna respuesta, a excepción de Booking.com, que sólo hizo algunos comentarios muy vagos e imprecisos. Tan solo hicieron hincapié en que siguen las reglas [locales] de nuestro país. Y si estas compañías ignoran a un medio de comunicación como Foreign Affairs, ignorarán a cualquiera. Parece ser que quieren llegar a un compromiso. Quieren «humanizar su relación» con el gobierno ruso, como nos explicó una persona de dentro. Por supuesto, yo no soy partidario ni apoyo esa posición.

DL: ¿La presión que ejerce el gobierno sobre las empresas se extenderá también a los usuarios de Internet?

AS: Now is the right time to ask the question “what’s next?” Inevitably, the Russian authorities will arrive at a new model: control the users, not the companies. And it seems they are short on solutions these days. We both know that the talks about banning Tor in Russia have been going on for three years, but it still hasn’t happened. The authorities do not have the technical solution. And they cannot put pressure on Tor because it’s not a conventional company with a Moscow office. They can ban it legally, but they have no technical means to implement such a ban.

There is also an issue with encrypted traffic, HTTPS protocol. Every provider with whom I spoke had asked the government why they have to install devices for SORM [System for Operative Investigative Activities], while these “boxes” are still unable to read traffic to the sites that use HTTPS. [According to The Red Web, “SORM boxes once intercepted just phone calls. Now they monitor e-mails, Internet usage, Skype, cell phone calls, text messages, and social networks. It is one of the world’s most intrusive listening devices, and it is the Russian government’s front line in a monumental battle for the future of the Internet.”]

Officials told providers that they should “just install it.” The only solution they have is to make companies move their servers to Russia, where the state can get access to the data through a physical cable before it’s encrypted. But nobody knows what might happen if the companies refuse to comply.

AS: Estamos en el momento justo de preguntarnos qué será lo próximo. Inevitablemente, las autoridades rusas avanzarán hacia un nuevo modelo, basado en el control de los usuarios, y no de las compañías. Y parece ser que últimamente se están quedando sin soluciones. Ambos sabemos que, durante tres años, se ha estado hablando de prohibir Tor en Rusia, y, sin embargo, todavía no se ha hecho nada al respecto. Las autoridades simplemente no disponen de las soluciones técnicas para hacerlo, y tampoco pueden presionar a Tor ya que no es una compañía convencional con una oficina en Moscú. Así que, legalmente hablando, están capacitados para prohíbirla, pero en la práctica, no tienen los medios técnicos necesarios para implentar tal prohibición.

También está la cuestión del tráfico encriptado, el protocolo HTTPS. Todos los proveedores con los que he hablado han preguntado al gobierno por qué tienen que instalar dispositivos para SORM [Sistema para Actividades de Investigación Operativas], cuando estas «cajas» todavía no son capaces de leer el tráfico de páginas web que usan HTTPS. [Según The Red Web, «antiguamente, las cajas SORM interceptaban únicamente llamadas telefónicas. Ahora monitorizan e-mails, el uso de Internet, Skype, llamadas desde teléfonos móviles, mensajes de texto y redes sociales. Es uno de los dispositivos de escucha más invasivos y constituye el frente de batalla del gobierno ruso en una lucha descomunal por el futuro de Internet»].

Los funcionarios les dijeron a los proveedores «simplemente instálalo». La única solución que les queda es hacer que las compañías trasladen sus servidores a Rusia, donde el estado tiene la posibilidad de acceder a información a través de un cable antes de que sea encriptada. Pero nadie sabe lo que pasaría si las compañías se niegan a obedecer.

DL: Pareces estar bastante seguro de que Rusia le da mucha importancia a Tor y sus usuarios. Pero realmente, ¿cómo de popular es en Rusia?

AS: You're right. According to the recent data, Tor had 175,000 users in Russia in September 2015. That’s not very much and we got these numbers only thanks to the blocking of the independent websites Grani.ru, Ej.ru, and Kasparov.ru in March 2014. If the authorities blocked Facebook, however, the situation would be different. An audience of hundreds of thousands of people would move to Tor. They would not give up Facebook—the only space for public debate in Russia right now.

AS: Tienes razón. Según las últimas informaciones, Tor contaba con 175.000 usuarios en Rusia en setiembre de 2015. Estas cifras no son muy elevadas y las conseguimos solamente gracias al bloqueo de las páginas web independientes Grani.ru, Ej.ru y Kasparov.ru en marzo de 2014. Sin embargo, si las autoridades cerraran Facebook, la situación sería diferente. Cientos de miles de personas se pasarían a Tor. La gente no renunciaría a Facebook, ya que, ahora mismo, es el único espacio de debate público en Rusia.

DL: ¿Por qué le dedican tantas páginas al legado soviético de Rusia en The Red Web?

AS: When we began our research for the book, we were shocked to find that—more than 25 years after the collapse of the Soviet Union—the Kremlin’s approach to the control of information online is largely defined by the Soviet experience.

Our book begins in 1949 when the Internet did not exist. But there was a sharashka [a secret research and development laboratory in the Soviet Gulag] in Marfino [outside Moscow], which was described by Aleksandr Solzhenitsyn. The engineers imprisoned in Marfino found ways to identify people through phone calls. Later, their findings were handed over to another sharashka, in Kuchino, and that was the place where SORM was eventually designed in the late 1980s. So the Russian system of online surveillance was actually built by the KGB. Of course, the system has been updated constantly ever since. But it still bears all the marks of the Soviet approach to surveillance. The core is the totalitarian approach: the FSB has direct access to the servers through backdoors.

Another Soviet legacy is a very special relationship between the security services and Russia’s telecommunication companies. It was impossible in the Soviet times to separate agents in the secret services from telecom engineers. They were the same people migrating between the KGB and the industry. I had a great conversation with the Soviet Minister of Communications, Gennady Kudryavtsev. He was shocked when he was promoted to take an office once held by Genrikh Yagoda [the chief of the Soviet secret police in the 1930s]. There was still an elevator in his office leading to a tunnel that connected to the Kremlin.

Thanks to this symbiosis between engineers and the security forces, the introduction of SORM was met with almost no resistance from the industry. Internet service providers were concerned only about the costs because they were forced to pay for the expensive equipment. Ethics did not concern them.

AS: Cuando empezamos la investigación para el libro, nos sorprendió descubrir que, después de más de 25 años de la caída de la Unión Soviética, la estrategia del Kremlin a la hora de controlar la información online todavía estuviera fuertemente definida por la vivencia soviética.

Nuestro libro empieza en 1949, cuando Internet aún no existía. Sin embargo, había una sharashka [laboratorio de investigación y desarrollo secreto del Gulag soviético] en Marfino [a las afueras de Moscú], que fue descrita por por Aleksandr Solzhenitsyn. Los ingenieros recluídos en Marfino encontraron la manera de identificar a la gente a través de llamadas telefónicas. Más tarde, estos descubrimientos fueron trasnmitidos a otra sharashka, esta vez en Kuchino, que fue el lugar donde SORM fue diseñado posteriormente, a finales de 1980. Así que fue en realidad la KGB la que sentó los cimientos del sistema de vigilancia online ruso. Por supuesto, el sistema se ha ido actualizando constantemente desde entonces, pero aún lleva la marca soviética, con el enfoque totalitario que la caracteriza: el FSB (Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa) tiene acceso directo a los servidores de manera ilegal.

El legado soviético también se aprecia en la íntima relación entre los servicios de seguridad y las empresas de telecomunicaciones de Rusia. Durante la época soviética, fue imposible separar a los agentes de los servicios secretos de los ingenieros de telecomunicaciones. Se trataba de las mismas personas, que iban y venían entre la KGB y la industría. Mantuve una conversación muy interesante con el Ministro soviético de Comunicaciones, Gennady Kudryavtsev. Le sorprendió que, cuando lo ascendieron y le asignaron el puesto ocupado anteriormente por Genrikh Yagoda [el jefe de la policía secreta soviética durante la década de 1930], hubiera todavía en su nueva oficina un ascensor que llevaba a un túnel que conectaba con el Kremlin.

Gracias a esta simbiosis entre ingenieros y fuerzas de seguridad, la introducción de SORM no encontró apenas resistencia por parte de la industria. Los proveedores de Internet estaban únicamente preocupados por los costes de instalación, ya que se les obligó pagar por el carísimo equipo. La ética, en cambio, no les concernía.

DLThe Red Web dedica un capítulo entero a la forma de pensar de la intelligentsia técnica de la URSS y de la Rusia de hoy. ¿Qué es lo que les hace ignorar los obstáculos éticos, y simplemente implementar e imponer SORM?

AS: We were interested in the fact that the majority of engineers are not only extremely loyal to the military industrial complex, but they accept wholeheartedly its necessity and despise so-called “democratic chatter.” We asked Loren Graham, a world authority in the study of Soviet science, and learned that Soviet engineers had very special training: they were less schooled in the ethical and moral problems of their work than many of their counterparts in the West. At top engineering schools in the United States, every student during four years of engineering study is required to take eight courses, usually one each semester, in the humanities and social sciences. These courses open up deep questions about ethics and “meaning,” which are not considered in technical courses. In Russia, engineers are trained in technical skills without any courses in ethics or civics. I am speaking in the present tense because the system in Russia has not changed.

The key problem of the Internet in Russia is this close relationship between the FSB [the Federal Security Service], the military, and the engineers, and in order to change the system, we need to change the approach to education.

AS: Nos interesaba el hecho de que la mayoría de los ingenieros no sólo son extremadamente leales al complejo industrial-militar, si no que también creen de todo corazón en su necesidad, y menosprecian el debate democrático. Hablamos con Loren Graham, reconocida autoridad científica a nivel mundial en estudios soviéticos, y nos contó que los ingenieros soviéticos tenían una formación especial, por la cual, en comparación con otros estudiantes del mundo occidental, aprendían menos sobre la problemática ética y moral que conlleva su trabajo. En las universidades de élite de Estados Unidos, todos los estudiantes de ingeniería tienen que coger ocho asignaturas de humanidades y ciencias sociales, normalmente una cada semestre durante los cuatro años de carrera. Estas asignaturas permiten que los estudiantes reflexionen sobre ética y el sentido de su trabajo, temas que no se tienen en cuenta en las asignaturas técnicas. En Rusia, los ingenieros son formados en cuestiones técnicas, pero no en éticas o cívicas. Y estoy hablando en presente porque el sistema en Rusia no ha cambiado.

El problema clave de Internet en Rusia está en la íntima relación que hay entre el FSB (Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa), el ejército y los ingenieros, y para cambiar el sistema, hay que cambiar el sistema educativo.

DL: En el libro citas al director de Wikimedia en Rusia, Stanislav Kozlovsky, afirmando que Edward Snowden ha supuesto un desastre para la libertad de Internet en Rusia. ¿De verdad tiene Snowden tanta influencia, o ya estaba tomando la RuNet esta dirección antes de que él llegara?

AS: Of course we don't blame Snowden for the actions of the Russian authorities. And we don’t expect him to fight for Internet freedom in Russia. It’s not his war. But it has not escaped us that he landed in Russia just as the Kremlin launched its offensive against Internet freedoms here, justifying many of its repressive measures using his disclosures. And Snowden has not uttered a word about how his revelations have been used in Russia. We also criticize him for not being transparent about the circumstances of his stay in Russia.

It seems that he wants to be seen as being somewhere just outside the US, but not exactly in Russia. But the most effective strategy for confronting police pressure is to be transparent—you have to go public.

We’ve experienced it ourselves personally. Every time someone from the FSB approaches us and asks for an informal meeting, we call the media. And this works everywhere across the world. It also works for Snowden’s friends. Laura Poitras [the director of Citizenfour, a documentary about Snowden] was subjected to constant inspections and interrogations at US airports, until Glenn Greenwald suggested that she go public about it. She did, and the searches and interrogations stopped.

We do not understand why Snowden decided not to do the same in Russia. He does not talk to Russian journalists or foreign journalists based in Russia. The Guardian’s Moscow correspondent cannot meet Snowden. I suspect the reason is that Moscow-based journalists would not want to talk about the US National Security Agency—they’d want to ask about his circumstances in Moscow.

AS: Por supuesto no estamos culpabilizando a Snowden por las acciones realizadas por las autoridades rusas. Y tampoco esperamos que vaya a luchar por la libertad de Internet en Rusia. No es una guerra. Pero no se nos ha pasado por alto que aterrizara en Rusia justo cuando el Kremlin lanzó su ofensiva contra la libertad en Internet, justificando muchas de las medidas represivas con las revelaciones de Snowden, quien no se ha pronunciado sobre este asunto. También criticamos el que no sea transparente con respecto a las circunstancias de su estancia en Rusia.

Parece que quiere que la gente crea que está en algún lugar fuera de Estados Unidos, pero no exactamente en Rusia. Pero la estrategia más efectiva para enfrentarse a la presión policial es ser transparente – hay que dar la cara públicamente.

Esto lo hemos vivido en nuestras propias carnes. Cada vez que alguien del FSB nos contacta para una entrevista informal con nosotros, llamamos a los medios de comunicación. Y esto funciona en todo el mundo, también para los amigos de Snowden. Laura Poitras, la directora del documental sobre Snowden Citizenfour, fue sometida a constantes inspecciones e interrogaciones en los aeropuertos estadounidenses hasta que Glenn Greenwald le sugiriera que lo hiciera público. Así lo hizo, cesando las interrogaciones.

Sinceramente, no entendemos por qué Snowden no hizo lo mismo en Rusia. No habla ni con periodistas rusos ni periodistas extranjeros con sede en Rusia. El corresponsal de The Guardian [periódico británico] en Moscú no logra quedar con él. Sospecho que la razón de esto es que los corresponsales en Moscú no querrían hablar sobre la Agencia de Seguridad Nacional de EE. UU, si no sobre sus circunstancias en Moscú.

DL: ¿Cómo intentaste ponerte en contacto con él?

AS: I tried multiple ways through his lawyer, his foundation, and so on. Sometimes they even asked me to send the questions in advance, which I did. I even offered to talk from his ACLU lawyer’s office in New York, if having the conversation in Moscow would be impossible. This went on for several years, and led nowhere.

AS: Lo intenté de varias maneras: a través de su abogado, su fundación, etc. Algunas veces me pidieron incluso que mandara las preguntas por adelantado. Y lo hice. También ofrecí hablar desde su oficina de abogados en Nueva York, si no era posible tener una conversación en Moscú. Así siguió la situación durante años, sin que haya llevado a ningún sitio.

DL: La situación que describes parece deprimente. ¿Pero tienen los activistas y ciudadanos de a pie alguna esperanza de cambiar las cosas?

AS: I am largely optimistic about the future of the Internet in Russia. Thanks to social networks, users generate tons of content. And any crisis provokes users to generate even more content. It helps to expose government lies about sensitive issues, like the war in Ukraine. And we have several outstanding activists who know how to dig through the data. For instance, Ruslan Leviev designed The Red Button, a service that provides access to the blog of Russia’s leading opposition activist, Alexey Navalny, which has been blocked by the authorities. Now Leviev has a team looking for any data about the Russian soldiers in Ukraine and Syria on social networks, and it helps uncover the truth.

AS: Me muestro bastante optimista sobre el futuro de Internet en Rusia. Gracias a las redes sociales, los usuarios generan gran cantidad de contenido. Y cada crisis hace que los usuarios generen todavía más. Esto ayuda a destapar las mentiras del gobierno sobre temas sensibles, como la guerra en Ucrania. Además contamos con varios activistas extraordinarios que saben cómo escarbar en la información. Por ejemplo, Ruslan Leviev diseñó The Red Button, un servicio que provee acceso al blog del activista líder de la oposición en Rusia, Alexey Navalny, que había sido bloqueado por las autoridades. Ahora Leviev tiene un equipo buscando información en las redes sociales sobre los soldados rusos en Ucrania y Siria, ayudando a descubrir la verdad.