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Encontrando los puentes culturales de Medio Oriente en el Estambul literario

Categorías: Medio Oriente y Norte de África, Irán, Turquía, Arte y cultura, Historia, Ideas, Literatura, Medios ciudadanos, Política, Relaciones internacionales, The Bridge
Ortaköy Mosque and the Bosphorus Bridge, Istanbul. PHOTO: Wajahat Mahmood (CC BY-SA 2.0) [1]

Mezquita Ortaköy y puente del Bósforo, Estambul. FOTO: Wajahat Mahmood (CC BY-SA 2.0).

Estambul es mi ciudad favorita. No hay otro lugar parecido. Si te gusta la historia y te interesan los asuntos actuales del mundo del islamicato, no es difícil ver a Estambul como el centro de tu universo mental.

“Islamicato” es un término acuñado por el académico Marshall Hodgson. Distinguió entre las manifestaciones que eran “islámicas” (propiamente religiosas) e “Islamicatas”, que se refería a los productos de regiones donde los musulmanes dominaban culturalmente.

Estambul fue la capital del gran, antiguo y cosmopolita Imperio Otomano, y hasta hoy probablemente no exista una sola ciudad que le haga sombra en término de accesibilidad a personas de todas las naciones (por ejemplo, hay aceptación casi universal al proceso de visa al llegar a los puertos turcos). Gente de todo el mundo musulmán viene a Estambul y queda fascinada por sus diversos encantos, que van desde mezquitas medievales a una animada escena de bares y restaurantes.

Qué mejor lugar entonces para probar una pregunta que me ronda desde hace tiempo: ¿por qué los universos literarios de Medio Oriente y el más amplio mundo musulmán no están conectados? ¿Por qué los literatos de Teherán se inclinan diez veces más hacia París, Nueva York o hasta Melbourne, que a El Cairo, Estambul o Casablanca?

«Estambul fue la capital del gran, antiguo y cosmopolita Imperio Otomano, y hasta hoy probablemente no exista una sola ciudad que le haga sombra en término de accesibilidad a personas de todas las naciones».

Además de la perfecta ubicación, en Estambul tuve los interlocutores correctos.

En un bello domingo de otoño, me reuní con Arslan Fasihi en la plaza Taksim de Estambul. Fasihi es uno de los mayores lexicógrafos de Irán, conocido principalmente por sus traducciones de las obras del ganador del Nobel Orhan Pamuk [2] y el célebre escritor Elif Shafak [3] del turco al persa. Conocí a Fasihi siendo yo un joven escritor y traductor, cuando se desempeñaba como editor en jefe de Qoqnoos, la principal casa editora de Irán (Nota: Qoqnoos ha publicado cinco libros de mis propias traducciones) Lo sigo considerando mi Ostaad, palabra persa para maestro literario.

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El autor, Arash Azizi, en Estambul con el poeta turco Enis Batur. Foto proporcionada por Arash Azizi, usada con autorización.

Mientras nos enfrascamos en la conversación sobre todo, desde las inminentes elecciones turcas a las últimas noticias y rumores de la escena literaria persa, nos dirigimos a Nişantaşı, barrio inmortalizado en la novela de Pamuk El museo de la inocencia. Fasihi tenía la intención de visitar a Pamuk, antiguo amigo suyo, pero estaba notoriamente más emocionado de encontrarse con Enis Batur por primera vez. La traducción persa de Fasihi de la novela experimental de Batur, Conocimiento amargo, acababa de publicarse, y no recuerdo la última vez que mi ostaad estuviera tan emocionado por un libro. “Lo he leído seis veces y lo he disfrutado cada vez”, me dijo.

Nos recibió el afable Enis en su bello departamento alineado de libros, en el cuarto piso de un edificio de Nişantaşı. Nos sentamos afuera en el balcón y la conversación fluyó. Las preguntas ya mencionadas no tuvieron que formularse, pues ya estaban en el aire. Acá estamos, escritores de Medio Oriente, hablando del estado de nuestro arte (yo un mero novato al lado de dos maestros, ¡por supuesto!).

Adecuadamente, ningún idioma europeo estaba presente en esta discusión. Batur y Fasihi hablaban en un bello y elegante turco y yo me esforzaba por seguirlos, y el señor Fasihi amable y pacientemente me traducia al persa. Mientras el aire se colmaba con los sonidos de turco y persa que rodeaban el aire, no pude evitar notar las muchas palabras que tenemos en común.

Batur es un destacado poeta y le preguntamos sobre poesía turca, cuyo pasado otomano le debe mucho al legado del Persianato. Hablando de Yahya Kamal y Ahmad Hashem, los poetas que anunciaron la llegada de la poesía turca moderna en los años 1910, Batur dijo: “Conocían muy bien la poesía occidental moderna y la poesía otomana tradicional. Así fue como pudieron crear una síntesis de las dos”.

Enis Batur, the Turkish poet, poses with Arslan Fasihi, the Iranian translator, and a signed copy of Batur's "Bitter Knowledge", which Fasihi translated to Persian.

Arslan Fasihi y Enis Batur sostienen un ejemplar firmado de «Conocimiento amargo» de Batur’, que Fasihi tradujo recientemente al persa. FOTO proporcionada por Arash Azizi, usada con autorización.

Con la continuación de la modernización, el Imperio Otomano perdió mucho de su territorio en Medio Oriente y fue reemplazado con la República Turca, los poetas turcos, que escribían con un alfabeto latinizado, perdieron contacto con su pasado.

“Los poetas del Diván del periodo otomano podían escribir poesía en tres idiomas —turco, árabe y persa”, dijo Batur. “Los poetas turcos ahora no pueden ni leer poemas en árabe o persa. Naturalmente, este es un cambio importante. Hasta pasamos por una profunda ruptura poética con las repúblicas túrquicas [de Asia Central]”.

La conversación gira a la evidente “ruptura” entre los universos literarios de Irán, Turquía y el mundo árabe. En cada una de estas regiones, la literatura occidental y hasta la latinoamericana es mucho más conocida que las obras de nuestra propia región. La ignorancia común de literatos iraníes y turcos de productos literarios del mundo árabe es ilustrativo. Aunque Irán ha sido una “República Islámica” durante casi 37 años, las traducciones del árabe, el idioma del Islam, constituyen solamente el 2 por ciento de los libros publicados en Irán. Irán y Turquía también, en gran parte desconocen los productos literarios de uno y otro.

Batur lamenta esta falta de contacto. “Turquía e Irán son vecinos. Ahora, a veces tienen diferencias y a veces son amigos. Pero no hay duda de la enorme influencia de la cultura persa en la cultura otomana”, dice. “Pero, ¿qué sabemos ahora de la literatura persa moderna? Hemos oído de Sadeq Hedayat [4] y Foroogh Farokhzad [5] y unas cuantas figuras más. Pero la literatura persa moderna nos es ajena”.

«La conversación gira a la evidente “ruptura” entre los universos literarios de Irán, Turquía y el mundo árabe. En cada una de estas regiones, la literatura occidental y hasta la latinoamericana es mucho más conocida que las obras de nuestra propia región. La ignorancia común de literatos iraníes y turcos de productos literarios del mundo árabe es ilustrativo».

Incluso Hedayat, continúa, es el único conocido en turco porque ha sido ampliamente traducido al francés y alemán. “Es más conocido como escritor europeo que como iraní”, explica.

Irónicamente, lo mismo ocurre con novelas turcas como las de Elif Shafak, que recientemente se convirtió en muy vendido en Irán, aunque solamente después de que su nombre se hiciera conocido en inglés.

Personas como Arslan Fasihi están ayudando a reparar esta ruptura. Como millones de iraníes de ascendencia túrquica, la lengua materna de Fasihi no es el persa sino el azerbaiyano, idioma túrquico al que se llama “turco” en el contexto iraní (el turco que se habla en Turquía se distingue como “turco de Estambul”).

Fasihi hizo sus estudios de pregrado en Turquía y tiene muchos vínculos con los literatos turcos. Justo después de nuestra reunión, se dirigía a Cesme en el Egeo turco, a presentar un trabajo en una conferencia de estudios turcos. Gente como Fasihi siguen las tendencias literarias turcas y no necesitan traducciones occidentales para traducir un trabajo al persa. Es por eso que “Amargo conocimiento”  de Batur se lanzó en traducción persa antes de que estuviera disponible en inglés. Fasihi también presentó a Pamuk a audiencia de habla persa antes de que ganara el Nobel y adquiriera amplia fama internacional.

Lexicógrafos como Fasihi con profundas conexiones en toda la región son escasos, pero existen. Otro ejemplo es Ghassan Hamdan [6]. Nació en Bagdad y creció en Irán, y actualmente vive en la capital iraquí y publica sus traducciones árabes de novelas persas en El Cairo, centro de la literatura árabe. Hamdan es un entusiasta de las culturas persa y árabe y trabaja incansablemente para construir puentes entre las dos. Ha traducido novelas árabes al persa y viceversa.

Cuando la discusión —inevitablemente— giró a la política y el futuro de Turquía, Batur fue pesimista. Votó por el izquierdista HDP en las recientes elecciones turcas pero no vio posibilidad de un cambio en el gobierno islamista de Erdogan. Ve la turbulencia en la región como tan peligrosa que teme que pueda llevar a una tercera guerra mundial. Se lamenta de la comercialización de la literatura, el arte y la filosofía en las últimas décadas.

Aun en el abismo de la desesperanza, creo que aún hay razones para tener esperanzas sobre el futuro del Medio Oriente. En este momento, son generalmente las catástrofes las que nos recuerdan nuestras coincidencias regionales. En casi todos los conflictos en el Medio Oriente, los representantes de Teherán, Ankara, Riyadh y Doha se enfrentan entre sí. El gobierno de Assad, la Repúbica Siria Árabe tiene a muchos iraníes y afganos que hablan persa en las milicias de su lado, mientras las mismas fuerzas refuerzan a Hezbolá en El Líbano, Houthis en Yemen y fuerzas gubernamentales en Iraq. Turquía da apoyo a varios despreciables grupos jihadistas en Siria y también alberga a muchos líderes exiliados de la Hermandad Musulmana de Egipto. Poblaciones de habla túrquica de Mesopotamia y Levante también recurren a Ankara en busca de liderazgo.

A diferencia de los lazos transnacionales del pasado que se coloreaban con cosmopolitanismo y políticas progresistas y socialistas, estas son conexiones oscuras y reaccionarias basadas en el sectarismo. Pero ciudadanos de ningún país de la región pueden alegar indiferencia a las tierras que los rodean. Si dictadores y generales y terroristas se organizan a través de las fronteras y barreras de idiomas, ¿por qué no lo hacemos desde el pueblo?

Hay una tarea histórica ante nuestros literatos y trabajadores de mediios: construir puentes cosmopolitas a través de la región. Lejos de ser un simple asunto de intercambio de noticias y literatura, es también un desafío enorme que necesita explicación. Llegar sería imposible sin contrarrestar a los gemelos malvados del salafismo islamista y el fundamentalismo y lo que el fallecido autor iraní Jalal Ale Ahmad alguna vez llamó Gharbzadegi (u occidentificación [7]), una imitación ingenua de todo lo occidental.

Debemos desenterrar y redescubrir la historia del universo compartido que alguna vez ocupamos, desde Sarajevo a Peshawar, desde Samarkanda a Jartum. Debemos desarrollar acadimicismo y literatura enraizadas en las realidades de nuestra región y aumentar los intercambios transnacionales entre nuestras tierras.

Un proyecto así parece formidablemente inmenso. Pero Estambul es ciertamente un buen lugar para empezar.