La pasarela de moda afgana, entre la controversia y la esperanza de una sociedad más abierta

Foto de Ryasat Ali, utilizada con autorización

Foto de Ryasat Ali, utilizada con autorización

El pasado mes de diciembre, un grupo de jóvenes modelos afganas interrumpieron la monotonía de la vida diaria en Kabul, recabando aplausos, condenas y controversia.

Las chicas exhibieron ropas tradicionales en un desfile de moda celebrado en el centro de la capital y mayor ciudad de Afganistán. El espectáculo fue una iniciativa de la casa de modas LAMAN, recientemente establecida, cuyo nombre significa «falda» en idioma dari. Entre el público se mezclaban los afganos y los extranjeros.

La casa de modas LAMAN pertenece a tres jóvenes afganos educados en occidente, entre ellos, una mujer.

El 13 de diciembre, unos días después del primer desfile, se celebró otro titulado «Haft Barg-e Honar» en el que desfilaron modelos hazaríes no profesionales que portaban ropas tradicionales de su etnia artísticamente bordadas.

La idea era exhibir artesanías de la minoría hazarí que conforma alrededor del 9% de la población afgana y a lo largo de la historia del país ha soportado feroces persecuciones de los talibanes y otros gobiernos afganos.

Muchos elogiaron la valentía de las modelos afganas, que han dado la cara por una sociedad más justa e igualitaria. Pero muchos otros han mostrado su disgusto, sentir mayoritario entre los afganos, que siguen siendo extremadamente conservadores en lo que respecta a las mujeres y las niñas.

Este último grupo expresó su opinión sobre todo en Facebook, ya que Twitter es la red social que suelen elegir los internautas afganos más liberales.

Ishaq Anis tuiteó:

Por primera vez la gente se atreve a organizar un desfile de moda como este en Kabul

Por otra parte, Sami Baha, usuario de Facebook, increpó:

I feel pity for you. You are prostitutes. First you adopted Western thoughts, and now you act like them. You have totally forgotten Allah’s sacred sayings in Holy Quran. May god bless your sins…”

Me dan pena. Son prostitutas. Primero adoptaron el pensamiento occidental y ahora actúan como ellos. Han olvidado por completo las palabras de Alá en el sagrado Corán. Que dios bendiga vuestros pecados…

Alameer Amiri, otro usuario de Facebook respondió así en el mismo hilo:

Afghans get martyred every single day, but look at these whores. They are not Afghans, they are Westerners.

Los afganos sufren martirio a diario, pero mira a esas putas. No son afganas, son occidentales.

Desde su fundación en 1747 por Ahmad Shāh Abdālī, el Afganistán contemporáneo ha experimentado cortos periodos en los que las mujeres han tenido un papel más visible en la sociedad, y épocas más largas de represión. Durante la mayor parte de su historia, las mujeres han estado confinadas en el hogar, y los intentos por mejorar su situación han sido débiles y de corta duración.

Amanulá Kan, que se convirtió en emir del país en 1919, vio cómo sus ambiciosos propósitos reformistas chocaban con la feroz oposición de los sectores más reaccionarios, que se sublevaron contra su gobierno con el firme respaldo de las redes religiosas.

Las reformas que se llevaron a cabo durante el periodo de la República Democrática (1978-1992) también se estrellaron contra una ola de yihadismo, y solo llegaron a ser visibles en Kabul. Tras el fracaso de la invasión soviética, a principios de la década de 1990 la lucha interna de los muyaidines allanó el terreno a la emergencia de nuevas fuerzas ultraconservadoras: los talibanes.

Este nuevo grupo, que se mantuvo en el poder hasta su derrocamiento por la invasión de la ISAF liderada por Estados Unidos, prohibió cualquier forma de presencia femenina en público y vetó la práctica de su profesión incluso a enfermeras y comadronas, que desde entonces sufren enormes restricciones. La lapidación era un hecho rutinario.

Con la guerra del gobierno contra los talibanes aún en marcha, la sociedad se encuentra dividida ante su legado. Sobre las noticias del desfile de moda, Javad Margir escribió en Facebook:

Long live the Taliban.

Larga vida a los talibanes.

Y Ramin Tanha replicó:

Once the Taliban get lost, our country will certainly progress.

Nuestro país progresara cuando desaparezcan los talibanes.

Desde que el nuevo gobierno llegó al poder, la seguridad ha sido precaria, y las mujeres han adquirido un limitado espacio público.

Aún así, los viejos impedimentos siguen formando parte del tejido nacional.

A finales de marzo, una mujer mentalmente enferma llamada Farkhunda fue linchada a golpes y su cadáver quemado en el centro de Kabul, a escasos metros del palacio presidencial, después de que se difundiera el falso rumor de que había quemado un Corán.

Más recientemente, la joven Rokhshana, de 19 años, fue lapidada tras un juicio en el que se la halló culpable de intentar huir con un hombre en la provincia de Ghor, cuya gobernadora es una de las tres únicas mujeres nombradas por el presidente Ghani.

En el 2013, la organización Afghan Women for Change («Mujeres Afganas por el Cambio») inició uno de los primeros y mayores espectáculos de moda celebrados en el Kabul posterior a los talibanes. Ya entonces, la iniciativa quedó inundada de quejas procedentes de las poderosas redes religiosas del país.

Un suspicaz clérigo escribió en su blog que los organizadores de esos espectáculos eran títeres de los occidentales que habían perdido el honor. También pidió a los musulmanes que no callaran ante semejantes hechos.

Pese a todo, el desfile se celebró.

Estas iniciativas, aunque simbólicas, ayudan a socavar un recalcitrante patriarcado exacerbado por el poder del clero.

Aunque en Afganistán predomina la noción de que la única función de una mujer debe ser la de ama de casa, un número creciente de jóvenes creen que las mujeres deben tener una vida pública y no estar confinadas exclusivamente en el hogar

Inicia la conversación

Autores, por favor Conectarse »

Guías

  • Por favor, trata a los demás con respeto. No se aprobarán los comentarios que contengan ofensas, groserías y ataque personales.